Después de una sobredosis que casi la mata, una mujer despierta en un centro de rehabilitación. Emilia, de 25 años, se lleva mal con la madre, ahuyentó al amor de su vida y está enojada con el mundo. Así empieza Otra mujer, la primera novela de la joven escritora argentina Florencia Álvarez.
Es en ese centro de rehabilitación en el que abre los ojos después de pensar que “probablemente no despertaría jamás” donde conoce a Belén, una psicóloga que se dedica en cuerpo y alma a su profesión y que será la responsable de cambiar la vida de la protagonista para siempre.
Pero Emilia, la paciente, no es la única que arrastra a cuestas los traumas de su pasado. Belén, la psicóloga, carga con un divorcio que todavía lamenta y se encierra en sí misma para no sufrir. Así, unidas por un lazo misterioso, estas dos mujeres buscarán salir de ese túnel sombrío en el que se perdieron y recorrerán un profundo camino de transformación.
Otra mujer obtuvo la segunda mención en el Certamen de Novela Romántica Lidia María Riba. Editada por V&R, esta “novela oscura”, como la llamó la escritora Patricia Suárez, el debut literario de una joven escritora que ya se planta como una de las nuevas promesas de la literatura romántica argentina.
Así empieza “Otra mujer”
El tiempo sigue su curso. Los días se suceden sin inmutarse. La luna reemplaza al sol y viceversa, incluso cuando algunas personas no logran seguirlos, aquellas con el corazón roto, aquellas que sufren un duelo o, quizás, las que se encuentran dormidas bajo el efecto de un sedante en una camilla. Este es el caso de Emilia, que mezcla el padecimiento de estos tres motivos.
Su cuerpo reposa en la camilla, mientras su mente se encuentra en algún lugar perdido, que no puede identificar. A Emilia la habían llevado al centro de rehabilitación la noche anterior. Estaba dormida. Un muchacho desesperado la cargaba en brazos.
Belén Martínez recorría los pasillos, perdida en sus pensamientos, cuando le anunciaron que tenía una nueva paciente. Ya la habían puesto al tanto de las condiciones: 25 años. Primera sobredosis. Demasiadas sesiones de terapia infructuosas. Según su historial médico, era una chica difícil de domar.
Era una psicóloga de renombre. Había dedicado su vida a la atención de sus pacientes, quizás demasiado. Cargaba un divorcio a cuestas y una culpa que no le permitía dormir en paz. Había cambiado la vida tranquila en su hogar, con su esposo, para vivir encerrada entre las paredes del centro de rehabilitación.
La mente de las personas siempre será un enigma y Belén se creía invencible cuando de esta clase de acertijos se trataba. Sabía leer a las personas, era un don. Eso fue lo que la impulsó a comenzar sus estudios en la universidad.
Entró en la sala de enfermería en el momento en que su nueva paciente ya había despertado.
Emilia Riera se había encontrado con la muerte y le había hecho frente la noche anterior. La vida le ofrecía una segunda oportunidad. ¿La tomaría? También se preguntaba si sería capaz de hacerlo. Ordenar el caos que había ocasionado era la tarea más difícil.
Observaba la ventana con vistas al jardín, con la mirada perdida. Laura, la enfermera, señaló a Belén la camilla correspondiente a la paciente. Con un gesto le dio a entender que Emilia aún no había hablado con nadie; se negaba a hacerlo.
La mente de Emilia divagaba por lugares insólitos. Las caras de sus padres se le presentaban para infundirle la culpa que sentía, y la última imagen que había visto al caer rendida, sobre el frío suelo de su apartamento en la Recoleta, la perseguía. La cara de Thiago se veía desdibujada en la pantalla de su celular; había intentado llamarlo cuando se percató de que probablemente no despertaría jamás, pero sus dedos no se movían a la orden de su cerebro; al contrario, se mantenían estáticos. Emilia había asumido que iba a morir, por eso la sorprendía estar despierta, viendo el primer sol de la mañana que se colaba por esa ventana y la molestaba con su resplandor.
La licenciada Martínez se acercó lentamente hacia la camilla, no quería hacer ningún ruido que interrumpiera el letargo en el que estaba sumida su paciente. Cuando se sentó a su lado, la mirada de Emilia la obnubiló. Se destacaban sus ojos de un azul cielo bajo la espesa capa de pestañas que parecían enmarcarlos. Esa mirada le recordó a Sergio y la garganta le jugó una mala pasada.
–Buen día, Emilia. Soy Belén Martínez, la psicóloga que va a ocuparse de tu caso –dijo Belén, con la voz modificada por la sorpresa ante esos ojos que la miraban expectantes.
–¿Qué día es? –preguntó Emilia, sin apartar la mirada del sol brillante que le daba la bienvenida a su segunda oportunidad de vivir.
–Cuatro de febrero. Has llegado la noche anterior. ¿Sabes lo que te ocurrió?
–Sí –respondió, mientras las imágenes se sucedían en su mente como una película–. Tuve una sobredosis. Pero no sé
cómo llegué hasta aquí.
–Te trajeron luego del lavado gástrico que te hicieron en la clínica.
–¿Mi madre?
–No lo sé. Acabo de llegar –Belén lo decía sinceramente–. Me han dicho que no querías hablar con nadie.
–No podía –corrigió Emilia. Nuevamente su mirada se perdía en el amanecer.
–¿Por qué?
–No puedo ordenar lo sucedido en mi cabeza y eso me altera.
–Te altera perder el control –observó Belén.
–En realidad, no. Me altera sentirme desorientada, vulnerable. He perdido el control tantas veces que también perdí la cuenta –dijo, esbozando una sonrisa irónica.
–¿Y has logrado ordenar los hechos?
–Un poco. Recuerdo el momento en el que caí e intenté llamar a mi nov... –se corrigió antes de terminar la oración–. A mi exnovio, para que viniese a ayudarme.
–¿Lograste comunicarte?
–Perdí la conciencia antes. De todas formas, es lo mejor –dijo, pensando en voz alta–. No me gustaría involucrarlo en lo que me sucede. No es parte de mi mundo.
–Pero fue tu novio... –objetó Belén, intentando entender.
–Pero nunca lo comprendió. Es un chico normal.
–¿Tú no eres normal?
–Estoy rota. Con fallas de fábrica. –Emilia recuperaba el tono irónico que utilizaba para escapar de situaciones incómodas.
–Comprendo. Retomaremos la conversación en mi consultorio.
–Ansío ese momento.
–Se te da bien la ironía.
–Es un don.
Belén se levantó de su sitio y se acercó a Laura.
–Ubícala con De Luca cuando deba irse. Se me ocurre que podrá ayudarla –dijo, en un susurro en su oído.
–Había pensado lo mismo –Laura no se dedicaba a la atención mental de pacientes, pero luego de tantos años trabajando allí, había logrado entender algunas cosas.
Quién es Florencia Álvarez
♦ Nació en Mar del Plata, Argentina. Tiene 22 años.
♦ Es escritora y estudia psicología.
♦ En febrero de 2022 escribió Otra mujer, su primera novela, con la que participó en el Certamen de Novela Romántica Lidia María Riba realizado por VR Editoras y obtuvo la segunda mención.
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