En tan solo una década, Alice Kellen ha conseguido convertirse en autora bestseller en varios países de habla hispana, habiendo publicado alrededor de 16 títulos, casi dos por año, amparada bajo su seudónimo.
Todo empezó en 2013, con la salida al mercado de “Llévame a cualquier lugar”, y ahora se complementa con “La teoría de los archipiélagos”, la novela más reciente de la autora, publicada en 2022. Millones de lectores se han visto cautivados por sus historias románticas y esto la ha llevado a ser una de las escritoras más seguidas de España durante los últimos años.
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Oriunda de Valencia, Alice Kellen ha llegado a Latinoamérica para presentar “La teoría de los archipiélagos”, en una gira por varios países que la ha llevado a encontrarse con su enorme fanaticada, porque sí, a Kellen no la leen, sino que la idolatran. Filas y filas de lectores y lectoras se agolpan durante horas en teatros y librerías para tener algunos minutos en presencia de la escritora, y ella hace que todo valga la pena.
En este último libro, cuenta la historia de Martín, de 72 años, quien regresa un día al pueblo valenciano que le marcó de por vida, 40 años atrás, cuando buscaba a la mujer que se convirtió en su verdadero amor.
Año 1980. Es verano y Martín es un joven redactor e ilustrador de enciclopedias. Candela es su esposa, pero pasan por uno de los momentos más complicados de su matrimonio. Un día, Martín conoce a Isaac, un joven jardinero del pueblo, y este será vital para que los momentos difíciles, al final, no lo sean tanto. Con el paso de las décadas, Martín no consigue dejar de pensar en él.
“A Martín también lo azotan otras dudas que siempre arrastra el paso del tiempo, por eso tiene miedo. Tiene tanto miedo que no está seguro de que las manos agarrotadas se deban tan solo a la artrosis. La pregunta que ha flotado a su alrededor durante todo el trayecto desde Madrid hasta Valencia es: ¿seguirá latiendo ese corazón que tanto echa de menos o se paró un día cualquiera y el vínculo que los unía estaba tan desgastado que él ni siquiera lo notó? Quizá estaba tomándose un café en el bar del barrio o leyendo las noticias en el periódico, incapaz de percibir que aquello había ocurrido. Sea como sea, necesita averiguarlo - (Fragmento).
La novela defiende la idea de que todos somos islas. Martín con sus problemas, Candela con sus asuntos, Isaac con sus encantos. Llegamos solos a este mundo y nos vamos exactamente igual, apunta Alice Kellen, respecto al espíritu del libro. “Pero necesitamos tener otras islas alrededor para sentirnos felices en medio de ese mar que une tanto como separa”.
Habiendo sido leída y publicada en todo el mundo, desde sus comienzos, Kellen optó por publicar usando un nombre diferente del suyo, con el ánimo de no mezclar su vida privada con su vida laboral. Su seudónimo, según ha aclarado, surgió a partir de “Alicia en el país de las maravillas”, y el apellido de la novelista irlandesa Marian Keyes.
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La autora española conversó con Leamos y nos entregó un panorama de lo que ha sido su carrera literaria, un recorrido por las lecturas que más atesora y los retos que, aún hoy, sigue enfrentando como escritora al momento de sentarse en frente de la computadora.
— ¿Cómo leía de niña? ¿Cuáles fueron esos momentos capitales que le permiten hoy dedicarse a lo que se dedica?
— Mis dos padres siempre fueron lectores y en casa había muchos libros. Ellos me leían cuentos cuando era niña y mi padre, particularmente, me presentó muy pronto a los clásicos. Le encantaba leer a Dickens y a Verne, y para la edad que yo tenía, quizá, no era recomendable empezar con estos autores, pero verle a él me motivaba mucho. Me interesaba tener algo que compartir con él.
Conforme fui creciendo, hacia los 16 o 17 años, empecé a leer los libros que vendían semanalmente en los kioscos, que eran novelas románticas, en su mayoría. Ahí descubrí “El diario de Bridget Jones”, por ejemplo. Fue la primera vez que encontré a las mujeres protagonizando las obras que leía. Eso me llamaba mucho la atención. Leí muchas de esas novelas y luego volví atrás, regresé a los clásicos. Ahora, cuando me dedico a esto, leo de todo. Suelo leer tres libros al tiempo e intento que sean siempre de géneros distintos.
— ¿Qué libro le está llamando la atención en estos momentos?
— Justo ahora estoy leyendo a Haruki Murakami, que no había tenido la oportunidad de leerle, y estoy encantada con la fuerza de la voz que muestra en “Tokio Blues”. La verdad es que es una narrativa muy visual.
— Y hablando de lecturas, ¿cuáles son las que la componen a usted?
— A mí me marcó mucho, cuando era joven, la lectura que hice de los libros de Carlos Ruiz Zafón. Tenía cerca de 19 años cuando lo descubrí. “El juego del ángel” fue muy importante, porque me hizo sentir como si la historia fuera en verdad mi vida. Me trasladé por completo con ese libro. Y, en esa línea, no puedo dejar de mencionar a “El Principito”, que lo leo siempre. Es mi libro preferido. De hecho, tengo aún la primera edición que leí, en francés. A veces, no se trata de pensar en el contenido en sí, sino en lo que representa para ti como lector, el vínculo emocional que ha logrado.
— Al momento de escribir, ¿piensa en algún lector modelo para sus historias?
— En realidad, no. Cualquiera puede leer uno de estos libros, pero sí es cierto que hay algunas historias en las que me pienso más el tipo de público que las disfrutaría. Lo normal es, sin embargo, que solo me pongo a escribir
— La cantidad de libros que vende es realmente considerable. ¿Cree que existe alguna fórmula en todo esto, o es simplemente azar?
— No creo que haya alguna fórmula, pero sí una serie de claves que como escritora he ido descubriendo. La primera es siempre trabajar las historias con mucha intensidad. Si tú no te emocionas con lo que escribes, si no estás sintiendo, pues será muy difícil que eso pueda generar algo en otros. La segunda clave es saber encontrar el momento adecuado y eso, en últimas, termina siendo crucial para el destino del libro. Obedece a varios factores y, en realidad, casi ninguno depende del escritor.
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— De su primer libro a este, ¿qué tanto han cambiado las técnicas que utiliza? ¿Qué de aquello que hacía antes ha dejado de hacer?
— Antes solo me sentaba y dejaba que saliera lo que tuviera que salir. Hoy pienso mucho más, qué quiero escribir, por qué. Con el tiempo le das más vueltas a las estructuras, a las técnicas, a las razones de hablar de esto o de lo otro. El proceso de escritura va cambiando. Hoy corrijo mucho más que antes, vuelvo una y otra vez sobre lo que he escrito, hasta que siento que está como yo creo que debería estar. Cuando la novela está acabada, lo que sigue es, incluso, más importante, es un trabajo más técnico. Con la escritura, aunque no puedas hacer algo, siempre habrá mucho que hacer.
— ¿Qué tan difícil se hace lidiar con la cotidianidad para una escritora como usted?
— Mis días los paso con mis hijos. Cuando eran más pequeños, sí que era más complicado. Fueron unos años un poco caóticos. Ahora, mientras están en el colegio, yo escribo. Siento que soy más meticulosa en las mañanas, pero, a veces, cuando ya estoy muy metida en una historia, escribo en las noches. Intento evitarlo, sin embargo, porque no me gusta tener esa sensación de estar siempre trabajando. Yo prefiero leer o ver una serie.
— ¿Cómo concibe su papel de promotora de lectura? Es otra cara de lo que hace. A través de sus redes sociales comparte lecturas con sus seguidores y les anima a leer otras cosas, no solo sus libros.
— Me gusta mucho compartir las lecturas que me gustan, valga la redundancia. Soy muy pesada con eso, pero es porque necesito que la gente sepa lo mucho que me ha gustado un libro. Entiendo que quienes me siguen son gente que lee, entonces hablar de libros es una oportunidad. Yo no entiendo a esos escritores que no comparten lo que leen. A mí esto es de las cosas que más me gustan.
— ¿Qué significa para Alice Kellen la escritura?
— Es algo que me encanta, que me permite evadirme, explorar y hacerme preguntas. Con la escritura, me descubro mucho a mí misma y empatizo, también mucho. Pienso que un escritor tiene que ser empático. A mí esto me ha hecho mucho más flexible ante la gente.
— ¿De qué manera ve el hecho de que sus libros son etiquetados bajo ciertas premisas, dirigidos a unos públicos precisos?
— Yo no me dedico al marketing y no pienso en los libros como si fueran productos. No me interesa mucho esa parte. Como lectora, pienso que, a veces, se limitan muchas cosas. Yo leo de todo, desde juvenil e infantil, hasta contenidos adultos. A lo mejor hay gente que sigue siempre un modelo en absolutamente todo, cuyos prejuicios no les permiten acceder a muchas cosas. Creo que, a veces, no es necesario delimitar tanto. Los lectores deberían tener la libertad de moverse por donde les plazca.
— ¿Qué palabra describiría estos últimos años?
— Vértigo.
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