El pasado 20 de febrero se cumplió un año del comienzo de la guerra de Rusia contra Ucrania. Su fin, sin embargo, todavía resulta tan lejano e improbable como en aquel entonces, cuando las primeras tropas del presidente Vladímir Putin comenzaron la invasión del territorio gobernado por Volodímir Zelensky.
Mucho se ha dicho y escrito sobre este conflicto desde entonces. Pero, para poder descifrar la complejidad de sus detalles, qué mejor que uno de los intelectuales contemporáneos más respetados del mundo que, además, se adelantó unos años al comienzo de la guerra.
En Por qué Ucrania, publicado en 2021 por Marea Editorial y reeditado a un año del inicio del conflicto con una edición extendida que actualiza los efectos de la invasión, el intelectual, lingüista, filósofo, politólogo, activista y escritor estadounidense Noam Chomsky explica, a lo largo de una serie de entrevistas, los motivos detrás del conflicto, y pone el foco en el rol de Estados Unidos en esta guerra.
“Estados Unidos se dedica al grotesco experimento que hemos visto: evitar, con todos los medios a su alcance, que la vía diplomática pueda poner fin a la guerra y quedarse a mirar si Putin se sobrepone tranquilamente a la derrota o si usará la capacidad que tiene, por supuesto que la tiene, para destruir Ucrania y preparar el terreno para una guerra nuclear”, dice Chomsky. El “más importante de los pensadores contemporáneos”, como lo llamó The New York Times, se distingue del resto al postular una mirada no occidental para entender este conflicto a un año de su inicio.
“Por qué Ucrania” (fragmento)
Estados Unidos prioriza el enfrentamiento con Rusia, no defender la vida de los ucranianos
Tras meses de guerra, es obvio que la invasión de Ucrania no va de acuerdo con los planes, las esperanzas y las expectativas rusas. La otan afirma que el ejército ruso ha sufrido tantas bajas como en la guerra afgana, y que la opción de Zelenski es conseguir una “paz con victoria”. Obviamente el apoyo de Occidente a Ucrania es clave para lo que sucede en el campo de batalla y en el diplomático. De hecho, el camino hacia la paz no parece expedito, y el Kremlin ha anunciado que no espera acabar la guerra antes del 9 de mayo (el que para ellos es el día de la victoria contra los nazis). ¿Tienen los ucranianos el derecho de luchar hasta la muerte antes de entregar a Rusia un palmo de tierra, si así lo quieren?
Que yo sepa, nadie ha dicho que los ucranianos no tengan este derecho. La yihad se arroga el derecho abstracto de luchar hasta la muerte antes de ceder un palmo de terreno a Israel. Yo no lo recomendaría, pero están en su derecho. ¿Eso es lo que quieren los ucranianos? Quizás ahora en medio de una guerra devastadora, pero no lo querían en un pasado inmediato.
El presidente Zelenski fue elegido en 2019 por una abrumadora mayoría que deseaba la paz. Y obró en consecuencia, con mucho valor. Tuvo que enfrentarse a violentas milicias de extrema derecha que amenazaron con matarlo si llegaba a un acuerdo pacífico en consonancia con los acuerdos de Minsk II. Un experto en historia rusa, Stephen Cohen, afirma que, si Zelenski hubiera sido apoyado por Estados Unidos, podría haber persistido en el camino de la paz, y quizá hubiera evitado una horrible invasión. Estados Unidos se negó y prefirió seguir con su política de expansión de la OTAN, que incluye la adhesión de Ucrania. Estados Unidos siguió sin respetar las líneas rojas que trazó Moscú y los consejos de diplomáticos estadounidenses de alto rango: la OTAN no debe expandirse hacia el este. Zelenski, sensatamente, propuso dejar el asunto de Crimea para más adelante, una vez acabada la guerra.
Los acuerdos de Minsk II proponían una solución federal y una autonomía considerable para la región de Donbás, que podría determinarse a través de un referéndum bajo supervisión internacional. La invasión rusa ha limitado el alcance de todo eso, pero solo tenemos una manera de saber si hubiera funcionado: expandir la vía diplomática en lugar de minarla, como se obstina en hacer Estados Unidos.
Es cierto que “el apoyo de Occidente a Ucrania es clave para lo que sucede en el campo de batalla y en el diplomático”, aunque propongo que se diga de otra manera: “el apoyo de Occidente a Ucrania es clave para lo que sucede en el campo de batalla y en el diplomático, esto es, para la voluntad de socavar la vía diplomática en lugar de facilitarla, una solución diplomática que podría poner fin al horror”.
El Congreso estadounidense, demócratas incluidos, actúa como si prefirieran la exhortación de Adam Schiff, del Comité de Inteligencia, cuando afirma que hemos de ayudar a Ucrania “para poder luchar contra Rusia allí y que no tengamos que hacerlo aquí”. La exhortación de Schiff no es nueva. Recuerda a Reagan cuando llamó “emergencia nacional” al hecho de que el ejército de Nicaragua estuviera a solo dos días de marcha de Harlingen, Texas, y a punto de arrollarnos. O a la queja lastimera de Lyndon B. Johnson en referencia a los vietnamitas: tenemos que detenerlos allí o “borrarán del mapa Estados Unidos y se quedarán con todo lo que tenemos”.
Esta es la historia de Estados Unidos, constantemente amenazado de acabar aniquilado; lo mejor es frenarlo en sus países. Estados Unidos ha sido uno de los principales suministradores de armas y de ayudas para la seguridad que ha tenido Ucrania desde 2014. La semana pasada, el presidente Biden solicitó al Congreso que aprobara una ayuda adicional de treinta y tres mil millones de dólares, más del doble de lo que Washington ha comprometido en esta guerra. ¿Podemos concluir con que es mucho lo que Washington se juega dependiendo de cómo acabe la guerra en Ucrania?
Como los hechos más relevantes no han sido explicados en nuestro país, merece la pena recordarlos. Desde el levantamiento de Maidán en 2014, la OTAN (básicamente Estados Unidos) “ha proporcionado un apoyo considerable: material, entrenamiento, decenas de miles de soldados ucranianos han recibido formación militar. Luego, cuando vimos que los servicios de inteligencia decían que la invasión era más que probable, los aliados intensificaron la ayuda el otoño y el invierno pasado”; todo esto antes de la invasión, según el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg.
He hablado antes de que Estados Unidos se negó a respaldar al recién elegido presidente Zelenski cuando este decidió basar su mandato en buscar un acuerdo de paz y fue contrarrestado por las milicias de extrema derecha. Estados Unidos prefirió seguir el camino de integrar Ucrania en la OTAN, sin pensar en las consecuencias de sobrepasar las líneas rojas marcadas por Rusia.
Lo he mencionado antes. Las intenciones de Estados Unidos y el compromiso con Ucrania se manifestaron en septiembre de 2021 con la Declaración Conjunta sobre la Cooperación Estratégica EE.UU.-Ucrania (Joint Statement on the U.S.-Ukraine Strategic Partnership) firmada en la Casa Blanca el 1° de septiembre de 2021 y consistente en un “intenso programa de formación y ejercitación en maniobras tras dar a Ucrania el estatus de ‘socio privilegiado’ de la OTAN” (Nato Enhanced Opportunities Partner). Esta línea política quedó consolidada el 10 de noviembre con la firma del Tratado de Asociación Estratégica entre Estados Unidos y Ucrania por parte del secretario de Defensa, Antony Blinken.
El Departamento de Estado ha reconocido que “antes de la invasión rusa de Ucrania, Estados Unidos no hizo ningún esfuerzo por estudiar una de las principales preocupaciones de Vladímir Putin, la que hace referencia a la seguridad y a la posibilidad de que Ucrania pase a ser miembro de la OTAN”. Y así ha seguido tras la criminal agresión de Putin. Una vez más, lo que ha sucedido lo ha analizado con inteligencia Anatol Lieven:
La estrategia estadounidense de utilizar la guerra en Ucrania para debilitar a Rusia es, por supuesto, completamente incompatible con la búsqueda de un alto el fuego, e incluso con un acuerdo de paz provisional. Conseguirlo exigiría a Washington tener que oponerse a dicho acuerdo y continuar la guerra. De hecho, cuando a finales de marzo el Gobierno ucraniano presentó un muy razonable conjunto de propuestas de paz, la falta de apoyo de Estados Unidos resultó extraordinariamente sorprendente. Dejemos todo lo demás de lado: un tratado que estipule la neutralidad de Ucrania (como propuso Zelenski) es algo ineludible en cualquier acuerdo de paz, pero debilitar a Rusia implica mantener a Ucrania como aliado de facto de Estados Unidos, cuya estrategia, como ha manifestado el secretario de Defensa Lloyd Austin, podría obligar a Washington a implicarse en el apoyo a los nacionalistas ucranianos, los de la línea dura firmemente contrarios a Zelenski.
Sin dejar esto de lado, vuelvo a la pregunta. La respuesta parece clara: a juzgar por cómo se ha comportado Estados Unidos y lo que ha declarado, “se puede afirmar que es mucho lo que Washington se juega dependiendo de cómo acabe la guerra en Ucrania”. Para ser más exactos, podemos concluir que, para “debilitar a Rusia”, Estados Unidos se dedica al grotesco experimento que hemos visto: evitar, con todos los medios a su alcance, que la vía diplomática pueda poner fin a la guerra y quedarse a mirar si Putin se sobrepone tranquilamente a la derrota o si usará la capacidad que tiene, por supuesto que la tiene, para destruir Ucrania y preparar el terreno para una guerra nuclear.
Este conflicto nos enseña mucho sobre la cultura dominante porque el “grotesco experimento” se considera altamente elogiable, y porque cualquier esfuerzo por criticarlo se silencia o se castiga duramente con un impresionante torrente de mentiras y engaños.
Quién es Noam Chomsky
♦ Nació en Filadelfia, Estados Unidos, en 1928.
♦ Es lingüista, filósofo, politólogo, activista y escritor.
♦ Publicó libros como ¿Quién domina el mundo?, Razones para la anarquía, La cultura del terrorismo y Lucha de clases.
♦ El New York Times lo ha señalado como “el más importante de los pensadores contemporáneos”.
Seguir leyendo: