Es 1974 y Ludka Nowak, una pequeña niña de nueve años, llega a Barcelona acompañada de un centenar de niños huérfanos que han salido de Polonia luego de haber sido secuestrados por los nazis y sometidos a un intenso proceso de “germanización”. La Segunda Guerra Mundial ha dejado grandes marcas en ellos y en sus familias. La Cruz Roja Internacional y el consulado de Polonia hacen lo posible para que los niños puedan migrar a España y ser acogidos en la capital catalana, donde se funda la primera escuela polaca del lugar.
Mientras las autoridades buscan a sus familias, los niños recuperan la esencia de su lengua y su cultura, que les han sido robadas cuando se les hizo creer que todo en ellos estaba mal y necesitaba ser corregido.
Le puede interesar: ¿Y si Judas no traicionaba a Jesús? Emmanuel Carrère juega a torcer el destino de la humanidad
Ludka se hace amiga de Emma, una niña de su edad, y con su apoyo conseguirá recordar episodios de su pasado y recuperará su verdadero nombre.
“Tener nueve años significaba ser mayor para muchas cosas; tanto si me apetecía como si no, tanto si quería como si no, tanto si ponía cara larga como si la sonrisa me llegaba de oreja a oreja, tenía que ayudar a hacer las cuarenta camas de los niños que venían del centro de Europa (...) La primera vez que oí hablar de los niños huérfanos, mamá sobrehilaba el dobladillo de un vestido de color piedra de la señora Wanda y yo, a su lado, enhebraba agujas. Vendrán un montón de niños que no tienen padre ni madre a pasar unos meses a Barcelona. ¡Pobrecitos!, añadió, y cogió la aguja que yo sostenía entre el pulgar y el índice como una espada en miniatura. Entonces no podía imaginar que la llegada de aquellos niños primero me robaría a mi madre y después me cambiaría la vida” - (Fragmento).
Esta es la trama de “Los tres nombres de Ludka”, la novela más reciente de la escritora española Gisela Pou, narrada a tres voces, la de Ludka, la de Emma y la de Isabel, otro de los personajes entrañables de esta historia. Sus relatos se entrelazan para llevar a los lectores de camino a una verdadera epopeya de sobrevivientes que han tenido que verse obligados a vivir a merced de la tiranía y la opresión. Pese a todo, consiguen encontrar su lugar en el mundo.
Le puede interesar: “Los libros de Jacob”, de Olga Tokarczuk, o la historia de un hombre acusado de hereje que se declaró el mesías judío
Son cerca de 500 páginas las que componen este libro escrito por la pluma ágil y evocadora de Gisela Pou, quien se documentó sobre una serie de hechos reales que sucedieron durante los últimos años de la Segunda Guerra Mundial. El resultado conseguido es esta historia bella y difícil sobre la posibilidad siempre presente de hallar esperanza aún en las circunstancias más desoladoras.
En “Los tres nombres de Ludka”, los lectores reflexionarán, junto a la autora y sus personajes, en torno a temas como el desarraigo, la amistad y la posibilidad de redención.
Es interesante ver la fusión que hace Pou de personajes reales y ficticios. Ludka es un personaje construido, por ejemplo, a través de una serie de entrevistas que la autora encontró, en donde hablaban con algunos de los niños que salieron de Polonia hacia España durante esos años. Otro caso es el de Wanda Morbitzer Tozer, que aparece en la novela y definitivamente es un personaje real.
Morbitzer Tozer fue la mujer que abrió las puertas para que todos estos niños pudieran ser acogidos, obrando como canciller del consulado polaco en Barcelona. A raíz de su testimonio, la autora logró hallar otras historias que le permitieron completar su trama, como las de las madres y mujeres, ahora ancianas, que han mantenido su memoria intacta respecto a lo que vivieron.
Le puede interesar: Cinco libros de David Foster Wallace para recordarlo en su natalicio
La de “Los tres nombres de Ludka” no es una historia más sobre los hechos de la Segunda Guerra Mundial, sino una bellísima novela sobre la fuerza de la memoria y la esperanza que reside en nuestros más profundos deseos. Probablemente, sea una de las obras mejor logradas por su autora.
Gisela Pou, autora catalana, es licenciada en Ciencias Biológicas, máster en Guion Televisivo y directora del II Laboratorio de Guion de Fundación SGAE. Ha sido guionista de televisión durante veintiocho años. Actualmente, se dedica a la literatura de forma exclusiva. Ha escrito las novelas Soroll de fons, Sense la Mare, “El silencio de las viñas”, “La voz invisible”, Tot menys la pluja y también novelas infantiles y juveniles, entre las cuales destacan “La joven de la medianoche” (Premio Crítica y finalista del Premio Mandarache) y “Palmira y el efecto crisálida” (Premio Atrapallibres).
Seguir leyendo: