A Juliana Restrepo la conocimos como escritora en 2016, cuando Angosta Editores, el sello dirigido por Héctor Abad Faciolince, publicó su primera obra, un libro de cuentos que contó con el acompañamiento editorial del también escritor José Ardila, quien por entonces se desempeñaba como el editor del sello.
El autor del “Libro del tedio” supo potenciar la voz de Restrepo, a quien conoció en un taller de escritura en Medellín, y el resultado fue esta narradora nostálgica y amena que los lectores pudimos encontrar al interior de los doce cuentos que componen “La corriente”.
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Al interior de estas páginas se encuentran todo tipo de situaciones, como las tensiones de la clase alta en Colombia y en Francia, la nostalgia de estar lejos de casa y la amistad entre mujeres que viven su vida, entre el sexo y el crecimiento intelectual, la vejez y el olvido.
Los cuentos aquí reunidos presentan narraciones fluidas y tumultuosas acerca de los sueños que se dispersan y se realizan solos, del recuerdo de lo vivido, del anhelo de lo perdido. Hay algo que es común en todos: una voz que narra desde el pasado hacia el presente, o al revés. El recuerdo cobra relevancia en estas historias y el tiempo es el espacio en el que se desarrollan, la corriente por la que navegan, sin un rumbo fijo, a la deriva.
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A veces, la mejor historia no es la que narra una gran hazaña, sino la que nos permite comprendernos a nosotros mismos, contando algo sumamente sencillo, como una visita a los amigos, una conversación interesante con alguien respecto a cualquier cosa, o simplemente, lo que sentimos cuando tenemos cerca a esa persona especial, aquella que provoca que nuestro mundo entero se ponga de cabeza.
Esas son, justamente, las historias de este libro que ya cumple siete años desde su publicación. Historias como las de ‘Vol-Au-vent’, ‘Rojo Garancières’, ‘Composition Notebook’, ‘Las promesas’, y ‘Clases particulares’, relatos finísimos que narran la vida como lo que es: aquello de lo que se puede hablar una y otra vez.
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En “La corriente”, los lectores se encuentran con la nostalgia de una narradora que anhela ser lo que era antes, cuando vivía en París, de una Juliana de treinta años, con ganas de tener veinticinco y pasarse las tardes tomando vino y ron de Martinique en un balcón.
“Las promesas empiezan con una frase corta, con dos palabras “Se acabo”. Casi te mando eso. Mi putería habría estado contenta de mandarte eso, pero lo escribí y lo borré. Y en cambio, te mando este email que dice que aquí sigo, por boludo –o por guevon de tu español, si querés-, que aquí te espero si decidís pararte, vestirte, dejar de estar muerta como la mina del césped ese y venirte a tu sur Nicolás Eme” - (p. 106 - “La corriente”).
El estilo corriente fluye con sencillez. Parece un agua mansa y, sin embargo, esconde una fuerza que arrastra o acaricia, arrulla o destruye. Es corriente el año que transcurre, la persona promedio, lo que sucede a diario, reza la contraportada. Los cuentos de Juliana Restrepo tienen algo de corriente alterna, de lente de aumento, algo que nos hace regresar en la lectura porque el chispazo de un detalle nos electriza. Sus cuentos convierten lo común y corriente en una historia de insospechadas sutilezas: cuentan el pasado con la cercanía del presente, lo cotidiano con la fuerza de lo insólito.
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