No es nueva la relación entre los autores del libro El Pastor y su protagonista, el papa Francisco. Sergio Rubin y Francesca Ambrogetti habían publicado en 2010 El Jesuita. Conversaciones con Jorge Bergoglio, un libro de entrevistas con el religioso argentino. Cuando en 2013 Jorge Bergoglio se convirtió en el papa Francisco, El Jesuita se volvió un best seller internacional. “Debía ser el epílogo de un cardenal próximo a retirarse y se convirtió en el prólogo del papa llegado del fin del mundo”, explican desde Penguin, la editorial que lo publica.
Desde 2013 y hasta ahora Rubin y Ambrogetti siguieron hablando con Francisco y es así que en unos días saldrá El Pastor.
¿De qué hablaron? Principalmente, de los desafíos que le planteó el papado. De la defensa del medio ambiente y de la paz mundial. De sus luchas: “contra el flagelo de los abusos y a favor de la transparencia de las finanzas del Vaticano”, explica la editorial. Y de cómo avanzar por una Iglesia que comprenda más y mejor las realidades de la época que le toca y se comprometa con los pobres y los excluidos.
Aquí, algunas de las frases más importantes que aparecen en el libro y a continuación una serie de preguntas personales y sus respuestas.
Francisco en diez frases
1) “Es importante la defensa de la vida en todos sus momentos, no solo desde la concepción, sino hasta la muerte natural. Además, no basta con oponerse al aborto y desinteresarte de una mujer con un embarazo no deseado. Por otra parte, debemos acompañar a quien abortó porque ciertamente es una decisión traumática con consecuencias anímicas”.
2) “El dinero es una tentación fuerte. El diablo entra por el bolsillo, la corrupción empieza por el dinero y con el dinero se compran conciencias. Y en la Iglesia esto lamentablemente pasó. Para decirlo de un modo llano, en el IOR (el banco vaticano) tuve que ‘cortar cabezas’”.
3) “En ninguna parte de la Biblia figura un mandamiento de producir pobreza. Sí es bienaventurado el pobre de espíritu, el que no está apegado a la riqueza. Pero de ninguna manera está mal producir riqueza para el bien de todos. Diría más: producir es un acto de justicia”.
4) “El abuso sexual no solo es un delito, sino un delito grave cuyo daño es irreparable y obviamente demanda una severa condena. El proceso (para combatirlo) que se inició dentro la Iglesia antes de mi elección está teniendo resultado. El informe que la Justicia de Pensilvania difundió en 2018 detectó poquísimos casos desde 2002″.
5) “No condeno el capitalismo como me adjudican algunos. Tampoco estoy en contra del mercado, sino a favor de lo que Juan Pablo II definía como ‘economía social de mercado’. Esto implica la presencia de una ‘pata’ reguladora, que es el Estado, que debe mediar entre las partes. Es un mesa de tres patas: Estado, capital y trabajo”.
6) “A quienes sufrieron el ‘rechazo de la Iglesia’ (por su condición homosexual), les haría saber que no es el ‘rechazo de la Iglesia’, sino de ‘personas de la Iglesia’; la Iglesia es madre y convoca a todos sus hijos. En el caso de los padres (con un hijo gay), ignorarlo, ni qué hablar apartarlo, es una falta de paternidad y maternidad”.
7) “La ayuda económica del Estado al desempleado debe ser pasajera para no afectar la cultura del trabajo. Además, tengamos en cuenta que el trabajo hace a la dignidad de las personas y una cosa es vivir de la caridad y otra es ganárselo con el propio esfuerzo”.
8) “Los atropellos a la dignidad del trabajador y sus derechos no solo provienen de ciertos patrones, sino también de aquellos sindicatos que se enferman porque sus dirigentes van lentamente elevando su nivel de vida y olvidándose de sus representados”.
9) “Nunca estuve afiliado al partido peronista, ni siquiera fue militante o simpatizante de peronismo. Afirmar eso es una mentira. Tampoco estuve afiliado a Guardia de Hierro. Pero en la hipótesis tener una concepción peronista de la política, ¿qué tendría de malo?.
10) “El propósito de viajar a la Argentina sigue vigente. Es injusto decir que no quiero ir”.
Preguntas y respuestas
—¿Antes de optar por el sacerdocio había pensado en otro camino?
—Estudié química en el colegio secundario en una escuela técnica y me recibí con tres años de práctica en un laboratorio bromatológico. Hubiera encontrado trabajo enseguida, pero de alguna manera esa posibilidad no me llenaba. Me gustaba más la medicina y ya me estaba preparando para la facultad cuando surgió la vocación.
—¿Se imaginaba como médico?
—Sí, es posible, pero era algo difuso, no lo veía tan claro. En realidad, lo que realmente quería era lo que terminé haciendo.
—Su hermana contó que usted estudiaba en un pequeño cuarto de su casa y que su madre un día ordenándolo se dio cuenta de que la mayoría de los libros eran de teología. Cuando le preguntó por qué no había textos de la carrera que se suponía que estaba estudiando le contestó que en realidad iba a ser médico, pero de almas.
—Así es, recuerdo muy bien el episodio.
—La mayoría de los pontífices se rodearon de personas conocidas, de allegados. ¿Por qué usted no convocó a nadie de la Argentina para acompañarlo?
—Es cierto, no lo hice. En los primeros años tuve un secretario argentino, el padre Fabián Pedacchio, pero él ya estaba en Roma. Me gusta jugar de arquero. En la vida hay que atajar las pelotas como vienen.
—¿De joven jugaba al fútbol de arquero?
—Sí, pero por otro motivo: como se dice en la Argentina, era un “patadura”.
—¿Y atajaba?
—Sí, atajaba.
—Al igual que en Buenos Aires usted sigue llamando a mucha gente para saludarla por su cumpleaños. ¿Cómo hace para acordarse de todos?
—La explicación es simple, los tengo anotados. Pero los de mi familia los recuerdo todos. Es cierto que tengo buena memoria, aunque a veces es selectiva. Hay cosas que no me interesa recordar mientras que otras las tengo muy presentes.
—Además de los cumpleaños, sorprende la cantidad de personas a las que llama y a las que les escribe personalmente y a mano. ¿Cómo encuentra el tiempo?
—Lo encuentro, no olviden que duermo poco. El contacto con la gente para mí es muy importante, lo saben. Cuando puedo llamo a los que me escriben, en especial a los que necesitan consuelo o a las personas mayores que están solas. Lo hice siempre.
—¿Usa celular?
—No tengo celular. Una vez me dieron uno, pero lo devolví.
—Usted dijo una vez que es Papa las 24 horas del día, aunque a veces le cede el volante al Espíritu Santo. ¿Con cuánta frecuencia lo hace?
—Depende de las circunstancias, pero efectivamente a veces le digo: ocúpate tú.
—¿Cuál sería la palabra clave de su pontificado?
—Cercanía.
—¿No misercordia?
—La cercanía lleva a la misericordia.
—¿El Papa cobra sueldo?
—No. Así le evito a mis colaboradores tener que escuchar reclamos de aumentos.
—Una personalidad de la cultura italiana dijo que usted es un artista por la creatividad que expresa al ejercer el papado. ¿Se siente un poco así?
—El ser artista es una muy noble condición. ¡Qué sería del mundo sin los artistas! Pero en mi caso, por mi misión, me suena a una doble personalidad. Como si estuviera recitando un papel, representando algo que no soy. Es cierto que a veces hago cosas novedosas viniendo de un pontífice. En ese sentido, sí, me siento un tanto creativo.
—¿En qué se diferencia Jorge Bergoglio de Francisco?
—En nada y en todo.
—¿Cómo es eso?
—En el desarrollo de toda persona siempre hay una continuidad y una diferencia. En lo esencial uno es la misma persona, y debemos cultivar el sentido de continuidad, pero vamos cambiando a medida que enfrentamos situaciones y cómo las vamos resolviendo.
—Más allá de eso quienes lo conocimos en Buenos Aires observamos que sigue siendo la misma persona...
—Creo que sí. Como dije otras veces, si cambiara a esta altura de mi vida me sentiría ridículo.
—Los años pasan... ¿Se siente viejo?
—Suelo definir con esa palabra a las personas de mi edad, pero no me siento así... Me siento joven. No sabría decir de cuántos años, pero me siento joven.
—Cuando recuerda su infancia lo hace como una linda etapa de su vida en la que fue feliz. ¿Lo sigue
siendo?
—Sí, soy un hombre feliz. Lo fui en mi infancia y a lo largo de mi vida sacerdotal. Lo sigo siendo.
—¿Tiene la fórmula?
—Soy feliz porque seguí mi vocación y puedo desarrollarla. Pero no tengo la fórmula, si no la vendería...
—¿La clave es abrirse a los demás?
—Eso ayuda. Lamerse la llaga nunca hace feliz.
—La pena compartida es menos pena...
—Se dice en los matrimonios: la alegría compartida es doble alegría y la pena compartida es media pena.
—Usted nos dijo que lo mejor de ser Papa es el consuelo que puede dar a mucha gente y lo peor, no poder
hacer lo que quiere. ¿Qué es lo que le gustaría hacer que no puede?
—Salir a la calle.
—Benedicto XVI experimentó un deterioro físico y decidió renunciar. ¿Usted suele decir que sentó un precedente?
—Claro. Institucionalizó la renuncia. Tengamos en cuenta que en esta época se vive más, pero naturalmente según pasan los años ya no se tiene toda la vitalidad.
—La pregunta es hipotética: si usted renunciara, ¿dónde pasaría sus últimos años?
—Generalmente un obispo los pasa en su última diócesis. Así que como soy obispo de Roma me iría a la casa de sacerdotes ancianos de la ciudad.
—¿Considera la posibilidad de renunciar en un futuro?
—Hasta ahora no lo pensé. Pero mi renuncia está ahí...
—¿Qué quiere decir con “está ahí”?
—Que ya está firmada. Que está en un cajón por si padezco una enfermedad que me impida continuar...
—¿Cuál debe ser el perfil de su sucesor?
—Eso que lo vea el Espíritu Santo...
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