“El maravilloso Mago de Oz”, traducido por la colombiana Carolina Abello Onofre: “No diría que me metí en la cabeza de Frank Baum”

En entrevista con Leamos, la traductora colombiana reflexiona sobre los retos de esta traducción

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Portada del libro "El maravilloso
Portada del libro "El maravilloso Mago de Oz", de Frank Baum. (Panamericana Editorial).

Uno de los más populares clásicos de la literatura fantástica es El maravilloso Mago de Oz”, de Frank Braum, y quizá sea de los que mayor cantidad de versiones y adaptaciones ha visto. Publicado originalmente por la George M. Hill Company de Chicago en el año 1900, a día de hoy sigue siendo uno de los títulos más veces editados de la industria del libro en Estados Unidos y Europa, con innumerable cantidad de traducciones a varias lenguas.

En Colombia, Panamericana Editorial ha publicado una de las ediciones más recientes en español, bajo el cuidado de Miguel Ángel Nova, con la fabulosa traducción de Carolina Abello Onofre, y las bellísimas ilustraciones de Mónica Peña Herrera.

Ilustración interior de "El Maravilloso
Ilustración interior de "El Maravilloso Mago de Oz", en la edición de Panamericana Editorial.

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La aparición de esta nueva versión del libro se presta para reflexionar alrededor del oficio de los traductores literarios y, especialmente, de las mujeres que se dedican a ello, la visibilización de su trabajo y el reconocimiento del mismo.

Como una suerte de balance del sector editorial en este campo, la traductora colombiana Carolina Abello Onofre conversó con Leamos y aprovechó para hablar sobre su experiencia con la traducción del clásico de Baum.

— Traducir un clásico de la literatura debe ser como un sueño para todo traductor. ¿Había leído antes esta historia?

— Sin duda traducir un clásico resulta apasionante, pues implica, entre muchas cosas, dar una nueva voz a unos personajes que ya son conocidos y eso es un ejercicio sumamente exigente. No obstante, traducir autores actuales tiene el encanto de la posibilidad del intercambio entre traductor y escritor, lo cual es muy enriquecedor.

No, yo no había leído la versión completa de El maravilloso mago de Oz; de niña leí alguna adaptación abreviada y ya estando en la universidad, vi el musical de 1939 protagonizado por Judy Garland. Y claro, además tenía en la cabeza toda suerte de referencias gracias a la cultura popular: desde la bruja buena y la mala de Corazón salvaje de David Lynch, pasando por una versión de SNL en la que se muestran escenas cortadas de la película de 1939 y vemos que al grupo de Dorothy (interpretada por Anne Hathaway) se une el gallo hípster de una veleta que, cansado de vivir en grupo, quiere ir a Oz para pedirle un apartamento propio, hasta la versión de los Muppets, protagonizada por actores afroamericanos, en la que Toto en lugar de ser perro es un langostino y en la que Tarantino sugiere a la rana René diversas formas sangrientas para deshacerse de la bruja malvada.

Todo eso y una edición inglesa ilustrada en collage y fotomontajes por el artista británico Graham Rawle que es ciertamente perturbadora por los ambientes siniestros que crea a partir del texto original. Así que fue una dicha por fin poder leer la novela de Baum para hacer esta traducción y enterarme, entre otras, que ¡los zapatos de Dorothy no eran rojos sino plateados! Y eso que suena tan trivial, pues cambia muchas cosas…

Ilustración interior de "El Maravilloso
Ilustración interior de "El Maravilloso Mago de Oz", en la edición de Panamericana Editorial.

Su reacción ante un lenguaje y un contexto distintos, como lectora, no debió alejarse mucho de su percepción como traductora. ¿Cuáles fueron los retos que encontró en el camino? ¿Supone un libro como este meterse de lleno en la cabeza de quien escribe?

— Como lectora y como traductora soy muy curiosa, entonces no puedo evitar estar haciéndome preguntas todo el tiempo acerca de cómo tal expresión podría traducirse sin perder la gracia o el estilo, o si se menciona el género del personaje y de no ser así, quién imagino que es, etc. Pero, cuando leo por placer, trato de dejarme envolver por la narración y disfrutar.

No diría que me metí en la cabeza de Frank Baum, pero sí leí un poco sobre él y el contexto social, económico, cultural, histórico en el que vivió para hacerme una idea de este hombre que desdeñaba la educación superior y que fue criador de pollos, empresario fallido y escritor de piezas teatrales. Lo que sí intenté fue jugar a ser ventrílocua a la hora de darle voz a los personajes en los diálogos.

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¿Qué títulos, anteriores a este, le habían exigido de manera similar?

— Sin ánimo de ser diplomática o políticamente correcta, diría que cada traducción implica un reto de diversa naturaleza, y que para llevarla a cabo se requiere disciplina, rigor, curiosidad, investigación acerca de la obra y de su autor y luego un sumergirse en el trabajo de ser puente entre una lengua extranjera y mi lengua materna.

Hablemos del oficio... No abundan muchas traductoras en Colombia, o al menos no se les conoce mucho.

El oficio del traductor o la traductora literario/a ha sido invisibilizado y menospreciado durante mucho tiempo, pues al desear producir un texto transparente “que no parezca una traducción”, se borraba de paso a quien la había hecho posible. Claro, a menos de que seas Marguerite Yourcenar… es decir, alguien ya sumamente reconocido. Hasta hace relativamente poco tiempo se le da crédito al traductor en el libro, y hablo de Colombia, pero también sucede en países como Francia, cuya industria editorial es enorme. Dicho sea de paso, también habría que reivindicar la necesidad de dar crédito a los correctores de estilo y revisores, pues la intervención de cada uno hace posible que el libro adquiera vida. Y viendo el tamaño de los créditos editoriales, no creo que una buena razón para no hacerlo sea que no hay espacio. Creo que lo que ha faltado es voluntad. Pero poco a poco las cosas van cambiando, por fortuna.

En cuanto al oficio de traductora como tal, pienso que en Colombia las carreras de lenguas modernas, hablo de mi época como estudiante en los años 90 en Bogotá, estaban totalmente centradas en la pedagogía y la traducción no hacía parte del currículo, lamentablemente para quienes no estaban allí exclusivamente por la pasión de la enseñanza de las lenguas. En Francia, país donde vivo actualmente, y donde fui profesora de español unos años en la universidad, las licenciaturas en idiomas sí han integrado desde hace muchos años la traducción al currículo. Así que aquí un estudiante de lenguas explora esa posibilidad desde el principio. Yo fui primero, profesora de inglés, luego de español y después empecé a trabajar como revisora de traducciones.

Sé que el colectivo Barbárika, que tradujo recientemente los cuentos completos de Virginia Woolf, cuenta con varias traductoras colombianas de mucha trayectoria. Esto demuestra claramente que el hecho de asociarse permite este tipo de proyectos tan interesantes y genera mayor visibilidad.

Carolina Abello es la traductora
Carolina Abello es la traductora colombiana detrás de la edición más reciente de "El maravilloso Mago de Oz", publicada por Panamericana Editorial. (Cortesía).

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¿Qué tan fértil es el terreno para la traducción en el país? ¿Existe apoyo por parte del gobierno?

— Pienso que comienza es ser tierra fértil porque hay un interés en hacer traducciones “en casa” y eso es maravilloso. En cuanto al gobierno, sé que Idartes propone una beca de traducción para residentes en Bogotá, lo cual es muy bueno, pero esa condición restringe mucho la participación. De resto, no conozco otras formas de incentivar la traducción de manera concreta, con una publicación, y financiera, con un verdadero pago por el trabajo.

La apertura en la industria editorial es siempre reducida. Una vez adentro, ¿cómo analiza el funcionamiento actual de la cadena del libro?

— No podría hacer dicho análisis, pues trabajo freelance. En un mundo utópico, cada editorial debería contar con un equipo de traductores internos y externos que estén al día con el funcionamiento de la cadena del libro. Creo que es una pregunta para los editores de planta. Lo único que podría decir es que celebro que cada vez haya más editoriales y librerías independientes porque eso enriquece la propuesta de lectura y de actividades de goce alrededor de la literatura.

¿Se necesitan más traductoras, o más apoyo a las traductoras?

— Pienso que como en el arte, la literatura, la traducción, el cine o el rock, los hombres entraron desde un principio como protagonistas, y las mujeres estaban en la sombra y han tenido que irse ganando poco a poco su lugar. Lo que se necesita es seguir visibilizando el oficio de la traducción y de los demás participantes en la realización del libro.

Sería genial implementar las luchas de traducción, como las de gladiadores o la lucha libre, pero traduciendo fragmentos de un libro, o una poesía. Ese tipo de eventos públicos puede sensibilizar sobre la existencia del oficio y trascender el cartelito de papelería: “Se hacen traducciones.”

¿Soñaba con dedicarse a esto?

— En realidad, tengo sueños extraños y pesadillas… y con respecto al oficio, digamos que estaba en el abanico de posibilidades que me llamaba la atención explorar, y que me ha hecho feliz tener la oportunidad de hacerlo.

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