Técnicas de la neurociencia para “recablear” el cerebro tras un trauma

En su nuevo libro, la psicóloga bestseller Jennifer Sweeton comparte útiles consejos para facilitar la recuperación postraumática, desde sencillas técnicas basadas en la respiración y el movimiento corporal hasta complejas herramientas cognitivas.

La neurociencia ha abierto una ventana al interior del cerebro y su estudio ha permitido descubrir técnicas que pueden ayudar a la superación de los traumas. (Getty Images)

Un evento traumático puede cambiarnos la vida. Experiencias de semejante intensidad -como la muerte de un ser querido, un divorcio complicado, situaciones de violencia o abuso, entre otras- suelen dar un giro repentino a nuestra forma de ver el mundo y, gracias a la ciencia, hoy en día sus secuelas pueden leerse en el órgano más misterioso: el cerebro.

Las últimas investigaciones en neurociencia y psicoterapia han demostrado que es posible “recablear” el cerebro para facilitar la superación del trauma gracias a novedosas pero simples técnicas terapéuticas que pueden cambiar su funcionamiento.

En su nuevo libro, Tratar el trauma, la psicóloga estadounidense Jennifer Sweeton, experta en trauma y neurociencia, comparte 165 consejos para avanzar en la recuperación, desde sencillas técnicas basadas en la respiración y el movimiento corporal hasta complejas herramientas cognitivas.

Editado por Sirio, este libro es una ventana al interior del cerebro en el que el lector podrá descubrir “la neurociencia del trauma” para aprovechar las últimas investigaciones y avances académicos puestos al servicio de la recuperación postraumática de los pacientes.

Así empieza “Tratar el trauma”

La neurociencia del trauma

La investigación neurocientífica ha abierto una ventana al interior del cerebro que nos permite ver los múltiples tipos de cambios que el trauma psicológico provoca en él: altera la activación de diversas estructuras e incluso su volumen, la conectividad entre determinadas áreas, las ondas cerebrales y las sustancias neuroquímicas.

Por otra parte, los estudios psicofisiológicos nos permiten igualmente inferir cambios cerebrales a partir de los datos que obtenemos sobre los diversos índices de estrés e, indirectamente, sobre algunos tipos de actividad cerebral. Esto significa que, a la hora de tratar el trauma, disponemos de información procedente de distintos métodos de investigación y podemos por tanto enfocar el tratamiento desde distintas perspectivas.

¿Qué es lo que sucede realmente en el cerebro cuando alguien experimenta un trauma? Este cuaderno de trabajo se centra principalmente en las activaciones cerebrales asociadas con el trauma psicológico, y lo hace basándose tanto en estudios de neuroimagen como psicofisiológicos. En ellos, se han destacado cinco áreas principales del cerebro que resultan afectadas por la experiencia traumática, y en Tratar el trauma se presentan las técnicas cuya eficacia para ajustar la activación de dichas áreas ha quedado demostrada.

Tu cerebro bajo los efectos del trauma

Mientras estudias estas cinco áreas principalmente implicadas en el trauma que se resumen a continuación, ten presente que ninguna de ellas está aislada o funciona sola. Están todas interconectadas, y recuperarse del trauma significa aumentar la interconectividad y crear un cerebro más integrado.

1. Centro del miedo (amígdala): el objetivo principal de la amígdala es determinar si una situación, contexto o persona concretos representan una amenaza o peligro. El doctor Bessel van der Kolk, reconocido experto en trauma, y sus colegas la han llamado «el detector de humos» (van der Kolk, McFarlane, y Weisaeth, 1996). Uno de los objetivos a la hora de tratar el trauma es reducir la activación de esta zona del cerebro. Desactivarla puede reducir la reactividad ante los desencadenantes del trauma, así como la alerta psicofisiológica y síntomas de reactividad habituales en el trastorno por estrés postraumático (TEPT) como la hipervigilancia, el estar siempre en guardia, etc.

Los libros de Jennifer Sweeton, neurocientífica y psicóloga clínica y forense estadounidense, han alcanzado el primer puesto de ventas en portales como Amazon.

2. Centro de interocepción (ínsula): la ínsula es la sede de la interocepción y la propiocepción. La propiocepción es el sentido que nos permite mantener el cuerpo en equilibrio y percibir su ubicación en el espacio. Por ejemplo, la capacidad de caminar sabiendo, incluso con los ojos cerrados, dónde están situadas en cada momento las piernas y el resto del cuerpo es posible gracias a la propiocepción; sin ella, posiblemente nos caeríamos. La interocepción es la capacidad de percibir la experiencia interna y de conectar con las sensaciones internas; la sensación que tenemos de hambre, de calor o de nerviosismo son ejemplos de interocepción. En estado de trauma, la ínsula suele desregularse, y puede resultar difícil entonces identificar y gestionar las emociones y las sensaciones físicas angustiosas. Una ínsula fuerte, en cambio, nos da una percepción interna del cuerpo más precisa y una mayor capacidad para identificar las emociones que experimentamos y controlarlas.

3. Centro de la memoria (hipocampo): al hipocampo se le ha llamado también «el guardián del tiempo» (van der Kolk, 2014) porque es el encargado de ponerles el sello cronológico a nuestros recuerdos. Esto nos permite experimentar sucesos pasados sintiendo que ocurrieron en el pasado, y no que están ocurriendo en el presente. En los individuos que experimentan síntomas postraumáticos, con frecuencia esta zona del cerebro está menos activa y es más pequeña que en aquellos que no han experimentado un trauma o no sufren un trastorno de ansiedad. Esa activación o tamaño reducidos se traducen en problemas de memoria y en dificultad para regular el estrés. Un aumento de la actividad de esta área del cerebro ayuda a los individuos a sentirse seguros en el momento presente, y puede reducir por tanto el miedo ante potenciales reactivadores del trauma.

4. Centro del pensamiento (corteza prefrontal): la corteza prefrontal (CPF) está compuesta por varias estructuras más pequeñas, que en conjunto se consideran el centro cerebral del pensamiento. Dependen de la corteza prefrontal funciones como la concentración, la toma de decisiones y la conciencia de uno mismo y de los demás. En el cerebro traumatizado, sin embargo, es habitual que esta zona esté poco activa, lo que dificulta la concentración, la toma de decisiones, la conexión con los demás y la conciencia de uno mismo. La activación de la corteza prefrontal se traduce en claridad de pensamiento, más capacidad de concentración, una sensación de conexión con los demás y mayor conciencia de uno mismo.

5. Centro de autorregulación (corteza cingulada): la corteza cingulada, y más concretamente la corteza cingulada anterior (CCA), o corteza cingulada anterior dorsal (CCAd), interviene en la supervisión de los conflictos, la detección de errores y la autorregulación, en la que está incluida la regulación de emociones y pensamientos. Esta zona del cerebro suele estar poco activa en las personas que sufren secuelas psicológicas traumáticas, lo que puede dificultar dicha regulación de emociones y pensamientos, así como la toma de decisiones. Una mayor activación de esta área puede ser muy ventajosa para ellas, pues mejora su capacidad para regular las emociones dolorosas o desfavorables y lidiar con los pensamientos angustiosos.

En su nuevo libro, Sweeton explica todo lo que hay que saber acerca de "la neurociencia del trauma". (Getty Images)

Además, la conectividad entre estas áreas cerebrales tan importantes puede influir positivamente en los síntomas y el funcionamiento general del individuo. He aquí algunas nociones básicas sobre la conectividad neuronal:

Conectividad cortical-subcortical: las conexiones de las áreas cerebrales de autorregulación y pensamiento (corteza prefrontal y corteza cingulada) con el centro cerebral del miedo (amígdala) permiten regular la amígdala y aminorar su actividad, lo cual reduce las reacciones de miedo y las emociones negativas. Es, por así decir, como apagar o silenciar el detector de humos cerebral.

Conectividad insular: cuando hay una fuerte conexión entre la amígdala y la ínsula en ambas direcciones, se producen reacciones de miedo exageradas. Esto se debe a que la ínsula detecta sensaciones corporales aversivas y se lo comunica a la amígdala (el centro del miedo), que magnifica entonces esas sensaciones.

Quién es Jennifer Sweeton

♦ Es neurocientífica y psicóloga clínica y forense.

♦ Dirige el Kansas City Mental Health Associates.

♦ Se recibió en la Stanford University School of Medicine para luego especializarse en la Stanford University.

♦ Sus libros alcanzaron el primer puesto de ventas en portales como Amazon.

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