¿Pudo René Char ser un poeta del misterio y al mismo tiempo una persona de acción? René Char formó parte de la Resistencia francesa desde fines de 1940 contra el colaboracionismo del mariscal Petain y la ocupación del nazismo durante la Segunda Guerra Mundial. Fue su alias “Capitán Alexandre” y estuvo a cargo de una célula de resistentes que actuaba en la clandestinidad por los bajos Alpes, cercana a su lugar de origen, en el sur de Francia.
Nacido como René Émile Char en 1907 en L’Isle-sur-la-Sorgue, pequeño pueblo provenzal-alpino, y fallecido en 1988, escribía poesía desde los 15 años. A los 21 publica su primer libro Las campanas sobre el corazón. En 1929 viaja a París y entra en contacto con algunos de los poetas claves del surrealismo francés como André Breton, Louis Aragon y en particular con Paul Eluard con quien desarrolla rápidamente una profunda amistad. Así, a fines de 1929 ingresa al grupo surrealista del que formará parte hasta 1934. Con ellos lee con avidez a Rimbaud, Lautreamont, Baudelaire; a los presocráticos, en particular su brevedad aforística y misteriosa, que sin duda dejarán una huella en él que lo alejará del surrealismo y lo llevará a una escritura mucho más personal, una vida más solitaria.
Dueño en gran parte de una “poesía sin verso”, como muchas veces se define a la prosa poética, René Char toma de Baudelaire esa forma, aunque agudiza el sentido, pone en tensión lo que dicen sobre lo real las palabras poéticas. Paradójicamente, el filósofo Heráclito es aquí su influencia esencial, y no un poeta, tanto en su brevedad como en la opacidad de su obra: “Diciendo con exactitud, sobre la punta y en la estela de la flecha, la poesía corre inmediatamente a las cimas, porque Heráclito posee ese soberano poder ascensional que desde el comienzo golpea”, escribe el poeta en un prefacio al filósofo del siglo VI a C.. Sus poemarios más singulares fueron publicados en su libro Furor y misterio (1947). En ellos reunió sus poemarios escritos entre 1938 y 1950 como Los que permanecen, Hojas de Hipnos, El poema pulverizado y El manantial narrativo “que integran los años de su experiencia bélica en la Resistencia”.
“Ese lenguaje es el más presente que pueda existir. Es imposible sustraerse de él”, dice el crítico Maurice Blanchot sobre Hojas de Hipnos, escrito entre 1943 y 1944. Y es el mejor ejemplo del estilo particular de René Char. Aquí, como ensoñando- Hipnos es el dios griego del sueño- se suceden anotaciones en orden numérico y en apariencia al azar sin fechas y escritas en el día y la noche del soldado. Son reflexiones sobre la poesía, pensamientos aislados, frases sueltas o acontecimientos cruentos de la vida guerrillera contra el nazismo, donde la subjetividad está puesta en la sucesión, la elipsis o el misterio; y la concisión. No en los adjetivos, tampoco en la expresividad o las emociones.
Por ello estos poemas en prosa no son una poesía declarativa, militante o de denuncia: “El poema es la ascensión furiosa; la poesía, el juego de las orillas áridas.”, escribe el poeta en Hojas de Hipnos mientras se arrastra entre los matorrales, lleva su viejo Colt en la cintura y la ametralladora colgada del hombro. Porque el hombre de acción está en el terreno de guerra, oculto en los cerros o en los sótanos de algún caserío por los que van resistiendo al brutal invasor, a las huestes criminales de las SS. “En el momento en que vivimos la Esperanza es verdaderamente el único lenguaje activo y la única ilusión que puede ser transformada en un buen movimiento. Nosotros, seres humanos, poetas tenemos que contentarnos con asegurar que esta Esperanza no sea candor”, ensaya con su pensamiento René Char, une poesía y vida como en su juventud surrealista.
<i>Hojas de Hipnos</i>
1
En la medida de lo posible, enseñá a volverse eficaz, llegando al objetivo buscado, pero no más allá. Más allá de todo está el humo. Donde hay humo hay cambio.
3
Conducir la realidad hasta la acción como una flor deslizada en la boca ácida de los niños pequeños. Inefable conocimiento del diamante desesperado (la vida).
23
Presente dentado…
31
Escribo concisamente. Apenas puedo ausentarme largo tiempo. Recostarse llevaría a la obsesión. La adoración de los pastores ya no le es útil al planeta.
35
Serás una parte del sabor del fruto.
48
No tengo miedo. Solo vértigo. Necesito reducir la distancia entre el enemigo y yo. Hacerle frente horizontalmente.
50
Frente a todo, A TODO ESTO, un colt, promesa del sol naciente.
63
No se pelea bien sino por las causas que uno mismo moldea y con las cuales al identificarse uno arde.
88
¿Cómo pueden oírme? Hablo desde tan lejos…
98
La línea del vuelo del poema. Debería ser sensible para todo el mundo.
103
Solo los ojos son todavía capaces de emitir un grito.
138
¡Horrible jornada! He asistido, a unos cien metros de distancia, a la ejecución de B. ¡Me bastaba con apretar el gatillo de la ametralladora y podíamos salvarlo! Estábamos en los cerros que dominan Céreste, con los matorrales llenos de armas hasta reventar, y en número por lo menos igual a los SS. Ellos ignoraban que estábamos allí. A los ojos que imploraban por todas partes alrededor mío la señal de abrir fuego respondí que no con la cabeza… El sol de junio me metía un frío polar en los huesos.
Cayó como si no distinguiese a sus verdugos y tan ligero – así me pareció- que el menor soplo de viento lo habría levantado de la tierra.
No di la señal porque esta aldea tenía que ser preservada a cualquier precio. ¿Qué es una aldea? ¿Una aldea semejante a otra? ¿Lo habrá sabido él en ese último instante?
154
El poeta, susceptible de exageración, evalúa correctamente en el suplicio.
165
El fruto está ciego. Es el árbol quien ve.
168
Resistencia no es sino esperanza. Como la luna de Hipnos, llena esta noche con tus gajos, mañana visión abierta al tránsito de los poemas.
(en Poesía esencial, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2005. Traducción: Jorge Riechmann)
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