El trabajo más reciente de la escritora española Graziella Moreno es un thriller que promete no dar tregua a ningún lector, una novela ambientada en los juzgados, espacio que ella misma conoce bien, pues se ha desempeñado como jueza durante casi toda su vida.
Su debut en la literatura lo hizo en 2015 con “Juegos de Maldad”, nominada a Mejor Novela Negra en castellano en el festival de Cubelles Noir, en Cataluña, y siguió ganando público con su segunda novela, “El bosque de los inocentes”, que vio la luz un año después.
A partir de entonces, Moreno ha publicado casi una novela por año. En 2017 fue el turno de “Flor seca”, luego vinieron “Querida Elsa” (2018), “Invisibles” (2019), y ”El salto de la araña” (2020).
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La historia de “Los animales de ciudad no lloran” trata temas como la verdad y la mentira, la justicia y la legalidad. Es un thriller con todos los ingredientes, del tipo John Grisham, ambientado en Barcelona, una idílica ‘Ciudad de la Justicia’. Allí, Nadia Linde, una chica indefensa, denuncia a su amante por haberla agredido y amenazado con un cuchillo. Víctor Bedia, el abogado del hombre, intentará hacerlo pasar como víctima, pero no cuenta con que Olivia Marimón, que representa a Nadia, hará lo que sea para demostrar la verdad.
Olivia y Víctor fueron compañeros de universidad y el tiempo se encargó de alejarlos. Ahora, el caso de Enrique y Nadia los ha vuelto a reunir, pero lo que creen que es tan solo un conflicto de violencia doméstica, en realidad es un asunto más sórdido que los llevará a recorrer un camino del que no saldrán indemnes.
Son 328 páginas las que componen esta novela sobre el poder, el amor, la ambición y las debilidades del ser humano. Una trama que bebe del día a día en los juzgados, en donde, a veces, la justicia es personal.
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“Su primer trabajo fue de limpiadora en el gimnasio del que ahora es socia. Con los dientes apretados, pasaba la fregona por los rincones del vestuario, recogiendo los pelos, las uñas cortadas, las pieles muertas de aquellas mujeres que se dedicaban a gastar el dinero de sus maridos en inútiles tratamientos de belleza para detener el tiempo, disimular sus carnes fláccidas, conservar a toda costa la juventud que se evaporaba día a día. Ay, nena, ábreme la taquilla. Y, de paso, tráeme el abrigo. Nena, una señora se ha meado en el jacuzzi, ven a limpiarlo. Hasta que no pudo más y decidió usar la cabeza. Estudiar, prepararse, no depender de nada ni de nadie. Ahora, cuando llega al gimnasio, ve a las mismas mujeres, menos jóvenes, más mórbidas. Algunas la miran y dudan, les recuerda a alguien que no acaban de identificar y la tratan como a una igual, como a una de su clase. A veces tiene ganas de escupirles a la cara quién es. En el fondo, debería darles las gracias; toda esa época le sirvió para entender que su destino no estaba ahí, que se merecía algo mejor. Por supuesto” (p. 14 - “Los animales de ciudad no lloran”).
La trama de la novela se fija en la cotidianidad de los juzgados. Graziella Moreno planeaba en este libro explorar aquellos supuestos en los que no existen pruebas objetivas que confirmen lo que denuncia una víctima. Es, simplemente, su palabra contra la de su agresor. En la mayoría de las ocasiones, no hay testigos o pruebas. Se trata, en últimas, de una balanza que se inclina a lado y lado.
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Moreno quería estudiar Periodismo, pero por un error de cálculo empezó Derecho, y le terminó gustando. Conoce las tripas de la administración de Justicia desde 1991, año en que empezó a trabajar como funcionaria, y ya en 2002, como juez.
Ha estado destinada en los juzgados de Amposta, Gavá ¡, Martorell y Barcelona y se ha especializado en derecho penal. Escribe relatos y artículos en revistas y diarios digitales. Su anterior novela, “El salto de la araña”, fue galardonada con el premio literario del Mediterráneo 2020.
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