“Él alzó la mirada e indagó en las profundidades de los ojos de ella. Allí vio el mismo anhelo que sentía él y que se obligaba a frenar. Ella y él pertenecían a dos mundos completamente diferentes. Ishcate detuvo sus argumentos posando sus labios en los de ella mientras la estrechaba entre sus brazos. Suzette se entregó al beso con ardor y angustia. Relajó los labios y degustó los de Ishcate como si fueran la fruta más sabrosa. Apareció la textura húmeda y amoldable de la carne y, durante un largo y delicioso rato, demostró que ya no era una niña”.
Esta es una de las escenas de Lejos de Luisiana, el nuevo libro de Luz Gabás, con el que la best-seller española ganó el Premio Planeta de novela 2022, uno de los de mayor dotación del mundo literario. La escritora referente de la novela histórica construye una historia de amor entre Ishcate, un nativo americano de la tribu kaskaskia, y Suzette, una joven perteneciente a una familia acomodada de la colonia francesa en en la Luisiana de finales siglo XVIII. Así como en el Río Misisipi, la corriente salvaje fluye por sus cuerpos y el amor llega para arrasar con las orillas del raciocinio.
La autora de Palmeras en la nieve, Regreso a tu piel, Como fuego en el hielo y El latido de la tierra hace foco en la historia poco conocida en la que Francia decide ceder a España sus tierras indómitas en el corazón de Norteamérica en 1763. Así, Gabás no solo construye una historia romántica sino que abunda en detalles sobre las cuatro décadas en que los españoles gobernaron y cómo ayudaron a conseguir la Independencia a Estados Unidos.
“Lejos de Luisiana es una novela sobre la vida”, define Gabás en diálogo exclusivo con Infobae Leamos y agrega: “Quise escribir sobre aventuras y amor, un fragmento en la inmensidad de la Historia”. En las casi 800 páginas de la novela abundan las descripciones sobre la vida cotidiana, las rutas comerciales, las enfermedades, la convivencia de colonos, criollos franceses, españoles recién llegados, ingleses, esclavos africanos, jesuitas y tribus nativas americanas.
El río, su río
En esta novela coral situada en tiempos convulsos y violentos, el lector se encuentra con una investigación exhaustiva sobre una de las épocas menos conocidas y difundidas de la historia estadounidense, con las oleadas de ese amor prohibido, que conduce el relato. ¿Pueden dos mundos distintos permanecer unidos? Ella nunca había visto una mirada tan intensa ni ojos tan negros; él, un rostro tan dulce ni ojos tan despiertos.
La tensión entre la razón y el corazón recorren el libro con escenas que quitan el aliento, entre la ternura, la calma y las miradas desesperadas de las separaciones. Y si hay otro protagonista en Lejos de Luisiana es el Río Misisispi, con las cañas y las malezas en las orillas, los peces cocodrilo y zarigüeyas. “Amplio, lento, poderoso, una banda de plata serpenteando hacia el sur a través de las colinas y los pantanos”, lo describe Mark Twain en Las aventuras de Huckleberry Finn.
Los afluentes del río llevaron a la escritora española a buen puerto. Es que obtener el Premio Planeta de novela 2022 significa ganar un millón de euros. ¿Qué hará Gabás con el dinero? “La gente no sabe que prácticamente el 50% se lo lleva Hacienda”, precisa y hace cálculos: “Es un buen sueldo de escritor de siete u ocho años. Con este premio he ganado tiempo para hacer un nuevo proyecto.
“Tú y yo juntos -tradujo ella en un susurro tan esperanzador como el del agua del río, perseverante, eterno, inmortal”, escribe Gabás y nos hace navegar por las aguas de un amor eterno.
―Acaba de ganar el Premio Planeta de novela con una historia de amor. En una entrevista, Jorge Fernández Díaz dijo que los género narrativos populares siguen fuera del circuito de grandes premios como el Nobel, ¿qué opina sobre esta reflexión?
―Hay muchas voces en la literatura en la actualidad y no todas tienen por qué ser reivindicativas. Leo ensayo, narrativa contemporánea, fantasía, terror, suspense, policial porque me gusta saber cómo ven otros el mundo. Al fin y al cabo, la literatura es cómo el escritor ve el mundo. Es curioso porque cuando un hombre escribe una historia de amor es algo sublime. Cuando es una mujer es la que escribe, automáticamente aparece una etiqueta de que es algo menor. Escribo historias que me producen curiosidad, sobre las que quiero aprender. A veces son historias locales con significado universal y por eso gustan. Lo que escribo es un tipo de literatura más reflexiva y sobre la vida. Ahí me siento identificada con muchas escritoras argentinas, que son maravillosas escritoras románticas e investigadoras.
―¿Quiénes?
―Cristina Bajo, con la saga de Los Osorio, Gloria V. Casañas, Viviana Rivero, Florencia Bonelli. Qué habilidad tienen para unir sobre los temas que a mí me gusta leer y escribir: amor, Historia, política, deseo, sexo. ¿Qué es eso? Pues la vida. Ellas escriben novelas sobre la vida. Lo de los premios es otra cosa. He notado que los Premios Planeta de los últimos años tienen la habilidad de captar ese sentimiento que fluye de los lectores, qué gusta, qué los mueve. Hay muchas voces, muchos gustos y muchas formas de contar el mundo, desde la bestia de Carmen Mola a Manuel Vilas.
―¿Por qué cree que está tan denostado el género romántico?
―Quizá la respuesta fácil sería que es un género que se considera para mujeres escrito por mujeres, pero no comparto esto. Cuando tenemos a escritores que escriben novela histórica con un hilo conductor que es una historia de amor, pesa la etiqueta de novela histórica. Por ejemplo, Santiago Posteguillo, Marcos Chicot y José Luis Corral. Cualquiera de las autoras que hemos citado antes escriben también sobre Historia, con las vicisitudes del amor que ya estaban en Madame Bovary. Creo que hay una cuestión de género, me voy dando cuenta con los años, quizá no les perdonan que haya una fuerte carga de entretenimiento. También hay una cuestión de envidia, de que venden mucho. La novelas escritas por estas mujeres reflejan muy bien el alma humana, no solo de las mujeres, también de los hombres.
-¿Por qué cree que tienen tanto auge las novelas que construyen amores de modo clásico en el siglo XXI?
―La gente tiene la idea de que la novela romántica actual es una novela rosa pero hay un cambio y evolución respecto de las novelas de hace décadas. La novela histórico romántica es la más vapuleada. Ahora nos encontramos con mujeres más fuertes, que luchan contra el destino de crear una familia, que se forjan su propio camino y encontramos a hombres más sensibles. las mujeres son imperfectas, con sus dudas y dilemas que tienen que resolver. En la novela romántica actual aparecen otros perfiles de personajes con los que el lector se puede sentir identificado. Nos gusta evadirnos de nuestro presente, sumergirnos en otro momento, con otros vestidos y escenarios. La literatura tiene un punto muy importante de evasión. Al lector le gusta leer que hay otras vidas que han peleado, sufrido más o menos que tú y, en esa comparación, encontramos un alivio. La literatura es lo más íntimo que tenemos.
―¿Cómo definiría el amor en esta novela?
―Es el sentido de la vida de los protagonistas de Lejos de Luisiana. Es aquella ilusión que los hace seguir adelante a pesar de todas las circunstancias adversas. Cada uno continúa adelante como puede: algunos son religiosos y tienen fe, otros tienen caracter optimista. Esta novela es muy clásica, del siglo XIX. El río que nutre sus almas, que riega sus existencias, por eso es tan importante el río Misisippi.
―Suzette, una de las protagonistas, está construida como una mujer que desafía las normas, lo que se espera de una joven, hace referencia a la división sexual del trabajo y que la maternidad no es un destino, ¿fue intencional?
―Cuando empecé a diseñar la novela seleccioné los distintos grupos sociales de la época. En el caso de las mujeres me encontré con varios perfiles: los duros, como las esclavas africanas; las clásicas, que es el perfil de madre que perpetúa la tradición, los matrimonios con muchos hijos y dinero dueños de plantaciones, madres y mujeres educadas para ser esposas. Encontré mujeres muy lanzadas y quería que el personaje femenino reflejase la transición de la Ilustración al Romanticismo. Suzette es un personaje en el que el lector ve todos sus dilemas. Quería hacerla romántica, ni tan lanzada ni tan clásica. Es un personaje muy intencionado y quería que en su viaje emocional se reflejase la tensión de la obligación, lo que se espera de ella y lo que palpita en su interior. También se construye un personaje más rico en matices y se podía entender cómo entrega su corazón a alguien prohibido pero, a la vez, sea capaz de ir tirando en la vida y casarse.
―¿Cuánto tenemos las mujeres de este personaje?
―Cualquier tiempo pasado fue peor, no nos podemos comparar porque la dureza de la vida no la querría para mí. En el caso de las mujeres, en el mundo Occidental ganamos con la libertad para decidir. Que falta mucho camino por recorrer y hay que mejorar cosas, sin duda. Que nos horroriza ver las noticias todos los días porque mujeres mueren en manos de sus maridos, sin duda. Aún así, no podemos comparar nuestra vida con la de hace doscientos o cien años. En España no existía el divorcio en la época de nuestras madres o no podían tener una cuenta bancaria a su nombre. Y todos nos vemos atrapados en esa lucha entre el corazón y la razón, es algo universal y atemporal. Tiene otros dilemas también, como no sentirse libre de tomar decisiones por los hijos. En el momento en que hay hijos nuestro concepto de libertad cambia. Tomamos decisiones pero condicionadas pensando en cómo vamos a dañarles. Es la gran compuerta que frenar.
—¿Por qué eligió como contexto de la novela las cuatro décadas en que España dominó las legendarias tierras de Luisiana, antes de su Independencia?
―Me topé con la historia casualmente. Pero en mis novelas siempre hay una parte de mí y pensé cuál ha sido mi relación con Estados Unidos y, en vez de escribir mi experiencia en California, me monté una historia más grande. Tuve algo que ver con ese lugar y quería saber más. Me topé con que España poseyó ese inmenso territorio durante solo 40 años y me gustan mucho los tiempos de cambios. Podía acotar la acción a cinco años pero quería montar la acción al momento en que los españoles llegamos y los franceses nos odiaron.
―¿Qué le gusta de esos momentos de cambio?
―En los grandes momentos de cambios históricos las vidas cotidianas se ven afectadas. Me gustan los problemáticos. En mis novelas siempre hay una guerra, un conflicto de poder. A nivel personal, en esta época de mi vida me apetecía escribir sobre el esfuerzo y esto era ideal. Mientras leía sobre esta época decía “madre mía, cuánto esfuerzo cuesta vivir”. Ha costado vivir en muchos sitios. Me gusta reflexionar sobre cómo nos enfrentamos al pasado. Soy de reconocer más que de reinterpretar. Pienso mucho en una crítica, Svetlana Boym, que habla de la nostalgia en El futuro de la nostalgia. Es muy interesante la diferencia que hace entre la nostalgia restaurativa y reflexiva.
―¿Cómo es eso?
―El siglo XX, dice ella, empezó con muchas ilusiones y terminó carcomido por la nostalgia. Miramos mucho al pasado para intentar cambiarlo, arreglarlo, y eso no es posible. Soy más de la nostalgia reflexiva. En eso hay parte de mí, en buscar un periodo muy desconocido para preguntarnos sobre cómo vamos a romper moldes. Tenemos que conocer la Historia para mantener un debate, al hilo del revisionismo histórico, de tirar estatuas, de censurar cosas del pasado. Primero conozcamos la Historia, luego abramos debate y pensemos qué vamos a hacer en el futuro para mejorar lo que sucedió en el pasado o si queremos carcomernos en la nostalgia.
―Habla sobre el revisionismo y la cancelación y en el libro aporta muchas descripciones y detalles sobre la vida de los pueblos nativos americanos, ¿alguna vez temió ser cancelada por reconstruir la historia de minorías desde otro territorio?
―Corremos el riesgo de poner barreras al arte y a la creación en la actualidad. En cuanto comencemos a cancelar no podremos hablar de nada porque siempre habrá alguien que se sienta ofendido. Sobre esto habla el filósofo Rüdiger Safranski, que dice que hay que mantener la cultura y la política en esferas separadas. En el momento en que la cultura se mezcla con la política estamos perdidos, el arte está perdido. Las campañas que juzgan la creatividad literaria son inquisitoriales. ¿Solo si eres una mujer negra puedes escribir sobre mujeres negras? ¿Solo si eres un hombre indio vas a poder escribir sobre un nativo americano? Tenemos que recuperar esa libertad. ¿Tuve miedo? No. La documentación respalda la construcción de los personajes.
―En Lejos de Luisiana está muy presente la cuestión del Otro, como grupos de los que había que defenderse, el otro como ser peligroso, ¿de qué nos defendemos hoy?
―Lo que más me sorprende de la época en que vivimos es que hemos pasado en pocos años de valorar la diferencia como algo enriquecedor a juzgarla. Todo lo diferente se ha convertido en “lo Otro” y eso es terrible. Hay demasiados “otros”. Las etiquetas van a acabar con nosotros porque nos hemos convertido en inquisidores. Juzgamos la diferencia, no la analizamos para aprender. Esto de vivir en una cámara de eco y querer estar con los que piensan como yo es terrible. Rechazamos al otro. Antes las guerras eran entre grandes potencias mundiales, ahora las tenemos en nuestro propio entorno. Como sucedía antes en los pueblos, que si alguien nacía un poco diferente se marchaba para no ser carne de la cotilla y de la crítica social. Ahora huimos en masa por las redes sociales. Es como un gran pueblo de cotilleo insufrible. Cualquiera puede ser un “otro” peligroso. Ahora es: yo no lo haría, no quiero que lo haga el otro, quiero señalarle con el dedo y quiero que todo el mundo lo señale con el dedo.
―¿Cuál fue la relación de España con la Independencia de Estados Unidos?
―Fue muy importante: se envió mucho dinero en misiones, armamento, medicinas, mantas. En un libro de 1893, Los exploradores españoles del siglo XVI. Vindicación de la acción colonizadora española en América, el autor CF Lummis viajaba mucho, fue caminando desde Ohio hasta California, estuvo en Los Ángeles, en Nuevo México, y cuando publicó este libro dijo algo así como que la Historia sería diferente y que Estados Unidos no hubiese logrado la Independencia sin la ayuda de España. De hecho, considera que es una injusticia que todo eso haya sido tan ignorado. La ayuda fue esencial pero oculta. Nunca reconoció abiertamente que apoyaba la Independencia y eso me pareció muy interesante y difícil de comprender. Era como nadar a dos aguas porque España no ha apoyado a Estados Unidos sino que estuvo en guerra con su enemigo histórico, Inglaterra.
―En el libro hay un personaje que dice: “Cuando alguien amenaza en la misma frase que habla de libertad pierde la razón”, ¿Cuánta vigencia tiene?
―Muchísima. La novela histórica siempre dialoga con la actualidad, desde Walter Scott. En Lejos de Luisiana hay enfermedad, y pasamos la pandemia; hay conflictos bélicos y quién nos iba a decir que íbamos a tener en Europa una guerra tan cerca. También hay alternancias políticas, hay cambios de gobiernos, de gobernadores, en la que los ciudadanos tienen que acostumbrarse a distintas circunstancias. Hay una frase muy antigua que dice “Si quieres la paz, prepárate para la guerra”. Es triste pero es así. En la novela, hay un criollo francés que obliga a tomar postura. Esto lo vemos ahora: en un mundo polarizado se te exige ser de derecha o de izquierda. Los extremos se encargan de estigmatizar y criminalizar al equidistante para obligarle a tomar postura. Por eso el caso de los criollos franceses es tan vigente. La llegada de los españoles es muy similar a situaciones que vivimos en la actualidad.
―¿Por ejemplo?
―Lo que pasó con los criollos en Luisiana me hacía acordar a la situación en Cataluña en que tienes que tomar postura y no puede decir “paso”. O eres independentista o estás a favor de esos fascistas españoles. Es muy fuerte. Volvemos a los tiempos de la caverna, los del este o del oeste. Pero hay grises y más lugares en los que uno puede estar. Es complicado y peligroso.
―Su primer libro, Palmeras en la nieve, fue publicado hace diez años y adaptado al cine, ¿qué hay después del éxito?
―Es curioso porque lo que hay es una nueva ilusión. Escribir un libro es tan parecido a tener un hijo porque tienes miedo de volver a pasar por la pesadez del embarazo, el parto, sí, pero la ilusión mueve montañas. Como el alma es insaciable, los escritores siempre queremos escribir una novela mejor que la anterior, pero en el sentido que nos satisfaga a nosotros. Lejos de Luisiana es mejor novela porque se nota que he escrito cinco. Suponía un reto combinar muchos personajes, muchos escenarios, cuarenta años de Historia si no hubiese tenido la práctica de las anteriores. Para mí ese es el éxito.
“Lejos de Luisiana” (Fragmento)
El corazón de Ishcate nunca había latido con la intensidad, casi dolorosa, de esos momentos. Percibía cada palpitación percutiendo contra el pecho, convertido de repente en la tensa piel de un tambor. En otras ocasiones, al seguir a sus hermanos mayores en sus correrías, había sentido una mezcla de excitación y miedo, pero ahora era distinto; ahora dominaba la expectativa, la emoción de que algo iba a cambiar en su vida para siempre, o eso le habían contado.
Lo único que sabía de lo que tenía por delante era que otros muchachos como él habían pasado por lo mismo y ninguno había desaparecido ni había perdido la cabeza. Se juró a sí mismo que él tampoco fallaría.
Siguió alerta los pasos de su padre hasta que se detuvo en un pequeño claro, ante un enorme cedro. Como la mayoría de los hombres de su pueblo, Couroway era de mediana altura, con anchos hombros, cintura estrecha, cabello oscuro largo, piel curtida y músculos marcados por una vida en continuo movimiento por las tierras del Illinois. Que sus tres hijos —sobre todo Ishcate— lo sobrepasaran en altura lo enorgullecía, pues lo tomaba como una prueba de que Keešihiwia, el creador, aún brindaba su favor a los kaskaskia de sangre pura, aún deseaba que su familia prosperara.
Couroway le indicó un tocón en el que sentarse e Ishcate obedeció, dispuesto a escuchar en qué consistía ese ritual del que nada sabía salvo su existencia. —Como hizo mi padre conmigo y yo con tus hermanos —dijo Couroway en tono solemne—, te entrego hoy a la noche del bosque, hijo mío, niniicaanhsa, para que comprendas quién eres y quién serás. Mañana nada será igual para ti.
Ishcate asintió con un gesto leve, aunque un tanto decepcionado. Así que esa era la gran prueba, pensó. Pasar la noche en el bosque con su padre.
Couroway liberó una piel de cabrito que colgaba de su cinturón.
—No debes valerte del sentido de la vista —añadió mientras le cubría los ojos con la delicada piel—. El Gran Espíritu sabrá si lo engañas.
Pasar la noche en el bosque con su padre, con los ojos vendados...
Notó una palmadita cariñosa en el hombro y oyó de nuevo a su padre:
—Šaaye. Adiós. Volveré al alba. Pasar la noche en el bosque con los ojos vendados...
Solo.
Ishcate sintió ahora un escalofrío.
Quién es Luz Gabás
♦ Nació en Monzón, España, en 1968.
♦Es licenciada en Filología Inglesa y profesora titular de escuela universitaria, decidió dedicarse a la escritura tras años de estar vinculada a la docencia.
♦ Su primera novela, Palmeras en la nieve (2012), se convirtió en un fenómeno de crítica y ventas y, desde entonces, ha sido traducida a varios idiomas. La adaptación al cine de la novela supuso un rotundo éxito en taquilla, y la película consiguió dos premios Goya.
♦ En su obra también se encuentran Regreso a tu piel (2014), Como fuego en el hielo (2017) y El latido de la tierra (2019).
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