Como la canción de The Cure, pero escrita por una mujer, “Los hombres no lloran” (’Boys Don’t Cry’) es la historia de Joe y Finn, dos hermanos que viven junto a sus padres en un bloque de edificios en Dublín, Irlanda. No es un sitio fácil para ser un niño, y menos cuando el padre de estos dos es el líder de una banda de matones.
Joe tiene diecisiete años y Finn lleva doce. Entre salidas a la playa y escapadas a cualquier lugar, con dibujos que hace en secreto, el hermano mayor intenta mostrarle al menos que hay una vida más allá de los que sucede en su patio.
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A Finn le han dicho que los hombres no lloran, pero para él es difícil porque a veces siente muchas ganas de hacerlo y sabe, además, que aquello no es del todo cierto porque cuando piensa que nadie lo ve, su padre se pone a llorar.
Joe está decidido a no ser como su padre. A él le gusta el arte y está empeñado en que sea eso lo que los saque de allí a él y a su hermano. De repente, Finn enferma y el joven entiende que aferrarse a sus convicciones es más difícil de lo que creía. Con su padre yendo y viniendo desde la prisión, su madre sumida en la pena y sus amigos cada vez más distintas, Joe tendrá que ver cómo sobrevivir sin tener que convertirse en eso que todos a su alrededor esperan que sea.
El libro está narrado a dos voces, las de los dos hermanos, y va escrito en dos tiempos. Los pasajes que son narrados por Fin dan cuenta de una voz muy pura e inocente. Finn no es consciente del todo de lo que sucede a su alrededor y su narración da cuenta de ello. Se fija en los detalles más insignificantes, los más minúsculos, pero no por ello intrascendentes para la trama.
Joe, en cambio, soporta la carga de ser el responsable de ver por todos, considerando la situación por la que su familia pasa, y de saber que tiene el talento artístico necesario para surgir, pero de todas maneras recibe el rechazo de sus seres queridos y amigos.
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El punto de inflexión en la historia es la enfermedad de Finn, algo que nadie esperaba y que permitirá que todos a su alrededor descubran algo de sí mismos, entre ellos Frank, el padre de los chicos. Justamente, sobre él recae la frase del título.
“Los hombres no lloran” reflexiona acerca de lo dura que llega a ser la sociedad contemporánea con ciertos comportamientos. Como el poder es machista, parece defender la autora, los hombres no pueden ser débiles. Las mujeres sí. Ellas, en cambio, están subyugadas.
Lejos de ser una autora feminista, las ideas de Scarlett en torno a la condición femenina en esta novela son bastante reveladoras. Sin ser molestas, son incómodas, porque ponen en entredicho verdades que como sociedad no hemos decidido aceptar. Y en ese orden de ideas, si los hombres no lloran, ¿por qué las mujeres sí?
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Pese a que es su primera novela, Fíona Scarlett consigue aquí una pieza de gran factura estética en la que los lectores conectan desde el primer momento, no solo por la intensa humanidad de los personajes, sino por los conflictos que encarnan. La difícil relación de Joe y Finn con su padre se debe a ese estigma que existe sobre lo fuertes que deben ser los hombres y cómo no pueden hacer alarde de sus sentimientos en público. Los chicos crecen con esa idea porque es lo que su padre les ha dicho y lo que le dijeron a él, y cargan los tres con el peso de no poder ser.
La novela consigue quebrar al lector por esto mismo, por mostrarle una realidad cercana a la suya, aunque suceda en Dublín, en Berlín o en Pekín. La también escritora Alice Kellen ha calificado este título como una dura y esperanzadora historia, y lo es, porque no deja a nadie ajeno ante la realidad de que aún seguimos enfermos como sociedad.
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