Entre las 646 novelas que concursaron en la decimoquinta edición del Concurso de Novela y Cuento de la Cámara de Comercio de Medellín, la que narra la historia de Camilo, un adolescente de colegio que pasa los días en un país cada vez más triste, fue la que convenció a los jurados para quedarse con el primer puesto del prestigioso galardón.
Reunidos en la Sala 301 del Centro Empresarial El Poblado de la Cámara de Comercio de Medellín, un grupo integrado por el escritor Carlos Granés, las escritoras Sorayda Peguero Isaac y Alejandra Jaramillo Morales, el poeta Darío Jaramillo Agudelo, y el editor Mario Jursich, convino, el 26 de julio de 2022, que la novela “El país de las otras importancias”, de Francisco Montaña, cuyo seudónimo fue ‘María Nolama’, era la ganadora del concurso en esta categoría.
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El jurado destacó la obra del escritor bogotano por su diestro manejo del lenguaje, habilidad narrativa y la capacidad para trascender la anécdota revelando aspectos inéditos de la condición humana. Asimismo, se valoró la novela por la construcción que plantea de una subjetividad adolescente, verosímil y llena de matices, “que revela los dilemas y conflictos en torno a la sexualidad, la relación con el padre, la ausencia de la madre y la vida desaforada de sus mayores, cuyas consecuencias tiene que asumir y afrontar el protagonista”.
Son cerca de 140 páginas las que componen esta novela de Francisco Montaña, que ha sido publicada por la filial colombiana del grupo editorial Penguin Random House; una breve y compleja pieza en la que el país de la tristeza, el país en el que todo y nada pasa al mismo tiempo, es el espacio que habita Camilo y en donde todo a lo que más le teme ya ha ocurrido: su madre se ha ido, y su padre se aleja de él y de todo, entregado por completo a sus adicciones. De alguna manera, Camilo se convierte en su propio padre, obligado por el abandono y el dolor.
Francisco Montaña ha escrito una obra hermosa sobre muchas primeras veces, ha dicho el también escritor colombiano Giuseppe Caputo. “Con escenas que recuerdan la ternura y fuerza de Fernando Molano en “Un beso de Dick”, el sexo, la amistad, el amor y la alucinación son trabajados cuidadosamente, en medio de la soledad de los personajes, como lugares de gran energía creativa que los cohesionan y transforman”.
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Lo hecho aquí por el autor bogotano podría interpretarse también como el retrato de las heridas que deja a su paso el rechazo y el abandono en la vida de un joven propenso, casi en exceso, a la vulnerabilidad, pero es, ante todo, una obra que centra la atención en aquellos resquicios que deja la ausencia de los padres y las madres, y los lugares sociales que ocupan también los hijos para llenarlos, a merced de la rabia o la alegría, de la frustración o la comprensión.
En entrevista con el periodista Juan Sebastián Lozano, para la revista Libros & Letras, Montaña reflexiona en torno a los roles que ocupamos en un espacio tan definido como lo es el familiar.
“Una pregunta que me hago con mucha intensidad es la que tiene que ver con el supuesto acerca de la prerrogativa femenina sobre el cuidado de los hijos”, dice. “¿Cuándo y cómo se decidió que eran las madres quienes debían cuidar a los hijos? Y ¿no es esta idea la que soporta las cifras alucinantes de abandono paterno? Y, ¿qué pasa cuando un padre quiere ser quien cuida a los hijos? ¿Qué dicen sobre eso los abogados y jueces de familia? Y todavía más, ¿ese que se ve como el privilegio de las madres para ser quienes están destinadas por la cultura a ocuparse de los niños no es también un anillo encantado, que viene con unos costos sobre la autonomía y la libertad enormes? ¿A quién le conviene esta distribución de tareas? (...) me llama mucho la atención la manera en que la ficción nos permite explorar situaciones en las que estos asuntos se ponen en tensión”.
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“El país de las otras importancias” es una novela de lectura ágil y al mismo tiempo plantea una historia que es profunda y muy poética. En algunos pasajes, no son tanto las palabras las que narran, sino los ambientes, las sensaciones que van dejando a su paso.
“(...) cuando entendí que mi mamá no iba a volver, sólo tenía a Antonio y a mi papá. Tardé un tiempo en hacerlo, pero me tenía tan asediado con la cosa de querer saber lo que me pasaba que terminé por soltárselo de cualquier manera, como si no fuera la gran noticia que era. Él, todo hay que decirlo, se portó a la altura. Me acompañó al bosque de pinos, al lado del jardín de maternal y me invitó a que pasáramos la mañana ahí capando clase. “Dígame cómo se siente”, me dijo, y yo sentía que de verdad le importaba. Ahí fue la primera vez que empezamos a tratar de entender mis sentimientos como si fueran parte de un ejercicio mental que nos comprometiera a los dos. Hablar con Antonio me permitió ver las cosas de otra manera, alejarme del sufrimiento y el dolor en que estaba sumergido y no digo entender, pero sí respirar” - (Fragmento).
Esta historia, en la que Camilo hace de protagonista, está llena de contrastes, con momentos de alto nivel narrativo, que se quedan como golpes en el rostro del lector. Si ante sus páginas no hay por lo menos un instante de lirismo, el artilugio en quien lee no habrá sido el preciso. Lo cierto es que en “El país de las otras importancias” está Camilo, y está Antonio, y están todos los que se fueron, estamos nosotros.
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