¿Cómo hablar de la muerte cuando su llegada es inminente? Así es el libro póstumo de Andrew Graham-Yooll

Envejecer es un arte inevitable. Es, a la vez, una condena que se padece y un privilegio que se disfruta. Hay tantas formas de hacerlo como personas en el mundo y, sin embargo, no existe una receta para afrontar los cambios que acarrea. ¿Se puede envejecer con gracia? Y no hablamos de camuflar canas o de alisar arrugas.

En su libro póstumo, Al fin!, el escritor y periodista argentino-británico Andrew Graham-Yooll propone una mirada tan reflexiva como humorística sobre el “difícil arte de envejecer” y la aceptación -que no viene sin asombro y algo de frustración- de que “el pibe que uno siempre es y será quedara en este envase de achaques”.

“Envejecer implica prepararse para morir y este libro es un ejercicio en eso, en preguntarse cómo son las cosas cuando uno no está. ¿Cómo se van a acordar del golpe de 1976 cuando ya no estemos los que lo vivimos? ¿Cómo no nos acordamos del pogrom de 1919 o las ejecuciones de Mitre?”, escribe el periodista Sergio Kiernan en el prólogo.

Publicado por Ediciones B, Al fin! se presenta como “un texto breve para quienes teman no tener tiempo de terminar una lectura más extendida” por parte de un escritor que ya venía rumiando su propia partida. Recordado por ser uno de los periodistas que no temió publicar las atrocidades cometidas en la última dictadura cívico-militar argentina, Graham-Yooll demuestra en el último libro en el que trabajó que a la muerte, más que temerle, se la respeta.

Había noches en que Andrew andaba como oblicuo, y entonces uno sabía que tenía algo importante para contar. Lo que había que hacer era nada, seguir como si nada, cocinando mientras se hablaba de cualquier cosa, él sentado en un banco azul que le iba cómodo. En algún momento salía el tema y una noche lo que salió fue “el libro de hacerse viejo”.

Como tantos, Andrew andaba medio asombrado de su edad, de que el pibe que uno siempre es y será quedara en este envase de achaques. Él le sumaba, si le tirabas la lengua, una satisfacción peculiar de que nadie lo hubiera matado. Ni los matones de los tiempos de Isabel Perón, ni algún milico en los años malos, ni los pesados que le pegaron una noche en 1982, cuando cubría la guerra de Malvinas. Tampoco había quedado en alguno de los muchos problemas que anduvo cubriendo con los años, por ahí en este mundo lleno de tiros. Tenía sus cicatrices y sus anécdotas, que había que sacarle por su miedo a parecer que se mandaba la parte.

Lo que hacía Andrew con estas cosas era contarlas en sus libros, ponerlas en contexto y mostrar su coraje personal en detallar cómo, cuándo y cuánto tuvo miedo. Es una literatura a la que pocos se animan, porque todos queremos ser un poco héroes aunque sea en nuestros propios libros. Andrew era simplemente demasiado honesto, demasiado valiente y tal vez demasiado cruel para esas poses.

Con lo que el anuncio de un libro sobre hacerse viejo resultaba todo un tema. Él evitó las preguntas con un gesto de la mano, como quien se saca moscas de la cara, y con generalidades. “Cosas que anduve leyendo, cosas viejas que encontré en papeles”. No había que insistir, porque se sabe que un escritor no quiere hablar de sus proyectos.

Aquí está este libro.

Envejecer implica prepararse para morir y este libro es un ejercicio en eso, en preguntarse cómo son las cosas cuando uno no está. ¿Cómo se van a acordar del golpe de 1976 cuando ya no estemos los que lo vivimos? ¿Cómo no nos acordamos del pogrom de 1919 o las ejecuciones de Mitre? ¿Y qué se hace con las toses, el paso lento, los médicos permanentes? ¿Qué va a ser de las caras que todavía recordamos de tantos años atrás, desaparecen con nosotros? ¿Tienen razón los mexicanos?

Como este es un libro de Graham-Yooll hay un par de valentías, que tienen que ver con el sexo. “La jubilación del pene” es una lección de sexualidad para la tercera edad en un bar rotoso de Barracas, seguida de un poema de Yeats sobre una amante envejecida y otro de Baudelaire.

Pero también y sobre todo está una de esas cosas que salían de los cuadernos de Andrew, uno de esos espejos durísimos. Es el diálogo con su ex mujer de tantos años en una visita a la vivienda asistida donde ella penaba, un diálogo que ella lleva al sexo, a los mejores recuerdos, al ¿te acordás? más gráfico que hay. A cuando eran jóvenes y no podían esperar.

Ese era Andrew Graham-Yooll, uno que se retorcía de incomodidad durante un diálogo así pero después lo anotaba fielmente para publicarlo. Era valiente, nomás, y este es un libro valiente.

♦ Nació en Buenos Aires, Argentina, en 1944. Falleció en Londres, Inglaterra, en 2019.

♦ Fue escritor y periodista.

♦ Escribió libros como Tiempo de violencia, Se habla spanglés, La censura en el mundo y Retrato de un exilio.

♦ Recibió galardones como la Faja de Honor de la SADE, el Premio Konex - Diploma al Mérito en Comunicación y Periodismo, el Premio Nicholas Tomalin Memorial y el Visitorship to Britain del British Council.

Seguir leyendo: