Una de las cosas que más se preguntan hoy por hoy los cinéfilos es quién ganará en las categorías de Mejor Película, Mejor Director, Mejor Actor y Mejor Actriz en la próxima edición de los premios Óscar, que se llevará a cabo en la segunda semana del mes de marzo.
Es bastante la incertidumbre que se ha formado alrededor y los fanáticos del cine ya barajan los nombres de sus favoritos. Entre los que más eco han tenido se encuentra el actor Brendan Fraser, quien, después de varios años alejado de la industria, ha regresado con un papel memorable en la cinta “La ballena”, del director Darren Aronofsky.
Fraser, recordado por haber interpretado a Rick O’Connell en la famosa saga de películas de “La Momia”, que contó con la dirección y el guion de Stephen Sommers, regresó a la pantalla grande con este rol protagónico en el que le da vida a Charlie, un hombre adulto con serios problemas de sobrepeso.
Charlie vive refugiado en su apartamento, dando clases de escritura creativa por internet. Apenas puede moverse y se pasa los días a merced del dolor que le genera el pasado. Su obesidad fue causada por la perdida de su pareja. Cuando murió, él se refugió en la comida para canalizar su dolor y todo se salió de control. Ahora lidia con su condición y aguarda a que le llegue su hora, pero antes se encargará de que su hija tenga un futuro asegurado en su ausencia. Para Charlie no hay nada ni nadie más importante.
En la pantalla, la extraordinaria actuación de Fraser consigue que el espectador se sienta interpelado desde el primer momento. La película, sin él, no impactaría de la misma forma. Todo converge a su alrededor: el escenario, la fotografía, la iluminación. Cada gesto, cada palabra del actor logra calar en lo más hondo, generar empatía, tristeza e incomodidad. No por nada es uno de los más opcionados a quedarse con el prestigioso galardón.
La historia de Charlie y su intento por hacer, aunque sea algo bien en su vida antes de morir, le llegó al director Darren Aronofsky luego de haber descubierto el trabajo hecho por Samuel D. Hunter, quien a su vez basó el guion de la pieza teatro en sus propias experiencias.
Si bien no es una obra autobiográfica, Hunter quiso retratar en esta pieza, cuyo estreno en las tablas se dio en 2011, la complejidad detrás de los problemas alimenticios y los conflictos emocionales causados a raíz de las pérdidas de seres queridos. Tanto Charlie como su pareja tienen pedazos del propio Hunter. Ambos personajes están construidos a la luz de muchas cosas que vivió el guionista.
Cuando se sentó a escribir la obra, Hunter tuvo claro que debía retratar cosas muy personales de su vida y para ello necesitaba ser bastante crudo, pues uno de sus intereses era lograr que la gente conectara con la forma de sentir del protagonista. “No está precisamente de moda la forma en la que los sentimientos del personaje van a estar expuestos”, señaló el guionista en una entrevista realizada durante el estreno de la cinta de Aronofsky.
Respecto a sus experiencias y qué tanto beben los personajes de ellas, comentó: “Crecí siendo gay. Aunque mi familia no era evangélica, lo pasé bastante mal en la escuela primaria. Era un niño gordo, muy torpe socialmente. [Mis padres] me llevaron a la única escuela privada en la ciudad, que resulta que era una escuela evangélica. Realmente no sabía nada acerca de ese tipo de cristianismo. [El caso es que] crecí en la fe episcopaliana. Pero recuerdo, creo que fue el primer día [de colegio], el momento en el que se me ocurrió mencionar la teoría de la evolución en clase. Solo recuerdo que todo a mi alrededor se quedó como congelado, y que el profesor miró hacia abajo y no respondió, y luego siguió con la clase”.
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El guionista ha explicado que su experiencia al descubrirse homosexual fue bastante traumática, no tanto por como lo aceptó él, sino por la forma en que reaccionaron quienes se encontraban a su alrededor, su familia y sus amigos. La adolescencia fue en exceso aparatosa. Sus crisis de ansiedad y el dolor que sentía al saberse rechazado por los demás lo llevaron a automedicarse con comida. Cada vez que algo se hacía difícil de manejar, ahí estaba él, comiendo como si no hubiese un mañana.
Poco a poco, por suerte, fue hallando los mecanismos correctos y conoció a su esposo, en 2005, quien desde entonces ha sido un gran apoyo para él. Su infierno, ese que le tocó vivir en soledad por tanto tiempo, hizo que un día se sentara a escribir “La ballena”. Cuando comenzó a hacerlo, tenía una única pregunta en mente: “¿Qué pasa si esta es la historia de alguien que no encontró esa rampa de salida que yo sí encontré?”.
El intento por responder a esa pregunta fue lo que le dio el tono indicado para contar la historia. “La ballena” fue como un ajuste personal de cuentas para Hunter y, si bien necesitaba exorcizar su dolor, concibió esta pieza con el ánimo de brindarle un lugar de encuentro a las personas, algo en lo que pudieran verse y encontrar la fuerza necesaria para cambiar lo que está mal en sus vidas.
Lo que le hacía falta a la historia de Hunter era alguien con la capacidad suficiente para encarnarla y desgarrar a la audiencia. Eso es lo que ha ocurrido con Brendan Fraser y, en realidad, el trabajo no habría estado bien hecho sin que todas las partes se involucraran.
Sobre la versión cinematográfica, Samuel D. Hunter ha dicho: “Adaptar mi obra a un guion ha sido una verdadera labor de amor para mí. Esta historia es profundamente personal y estoy muy agradecido de que tenga la oportunidad de llegar a un público más amplio. Soy fan de Darren desde que vi Requiem for a Dream cuando era estudiante de primer año en la universidad escribiendo mis primeras obras de teatro, y estoy muy agradecido de que haya aportado su singular talento y visión a esta película”.
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