Decir que aun hoy es probablemente una de las más grandes cuentistas de la literatura universal en toda su historia sería caer en el error, porque no es probable, sino seguro. La obra de Katherine Mansfield, quien falleció hace 100 años, en 1923, es una de las más ricas en cuanto a la producción de su cuentística se refiere. Sin lugar a dudas, sus relatos han servido de influencia para escritores y escritoras en todas las lenguas. Su vigencia es permanente, y su importancia, no menor a la de un clásico.
Aquello lo supo entender muy bien el escritor y crítico italiano Pietro Citati, quien se dio a la tarea de seguirle la pista a la escritora neozelandesa, rastreando cada migaja en sus cuentos, cartas y poemas, hasta dar con las razones detrás del enigma de una de las voces más privilegiadas de las letras europeas. El resultado quedó registrado en el libro “La vida breve de Katherine Mansfield”.
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Este título, que se publicó originalmente en italiano, vio la luz en 1980 y, rápidamente, se convirtió en uno de los textos de lectura obligada para quienes estudiaban la obra de Katherine Mansfield. La biografía fue reeditada y publicada por el sello gatopardo ediciones, en 2016, con la traducción al español Mónica Monteys, y constituye, más que un documento, un relato sobre el paso por este mundo de la brillante escritora.
Con el rigor y conocimiento que lo caracterizaron siempre, el también autor de “La luz de la noche”, conduce a los lectores por cada uno de los pasajes que hicieron parte de la corta vida de Katherine Mansfield, quien murió con apenas treinta y cuatro años, a causa de la tuberculosis, regalándole al mundo una obra extremadamente humana.
Citati da con las claves que hicieron de Mansfield una habilidosa cuentista, con la capacidad de reflejar, como pocos, la precariedad de la vida y las sutilezas de la condición humana. Al igual que el escritor ruso Antón Chéjov, apunta el italiano, Mansfield estaba dotada con una extraña virtud, y la supo explotar muy bien en cada uno de los textos que escribió.
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“En su juventud escribió una poesía en la que contaba que había encontrado, «en la tornasolada gruta del sueño», un hada «con las alas más frágiles que los pétalos de las flores y los copos de nieve». La aprisionó entre las palmas de las manos, la condujo hasta la luz y la dejó marchar; el hada se convirtió primero en una pelusa de cardo, luego en una brizna, en un rayo de sol y después en nada. Como en el hada de la poesía juvenil, había en ella algo tan frágil, tan vulnerable que una palabra, un gesto, el mínimo soplo de viento o simplemente la luz bastaban para ofenderla” - (Fragmento).
La enfermedad que le ocasionó la muerte le permitió, entretanto, dar con su particular visión de mundo y perfeccionar, como nadie, sus dotes para la cuentística. En últimas, con el tiempo en su contra, no había de otra que escribir, contar mucho en muy poco.
Pietro Citati la define en estas páginas, cerca de 136, como una “cerámica de Oriente”, y lleva a los lectores al interior de su delicado mundo, que como una frágil pieza, en cualquier momento se romperá.
“Sería injusto no reconocer que esta criatura delicada fue uno de los más sólidos, compactos y tenaces temperamentos literarios de este siglo. «Es preciso llevar una coraza de hierro sobre el corazón», decía. No nos dejemos engañar por las amables flores, por la suntuosa, ligera e iridiscente ornamentación que arrojó sobre los acontecimientos de su propia existencia. Había en ella un desesperado, inquebrantable, intangible coraje intelectual: una fuerza que la impulsaba a ir siempre más allá, a superarse, a ser distinta: el gusto por el desafío, por una desbocada ansia de absoluto” - (Fragmento).
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La escritora neozelandesa nació en octubre de 1888 y en muy poco tiempo consiguió construir una obra sólida, digna de admiración. Se casó con el crítico inglés John Middleton Murry en 1918 y fue él quien se encargó de publicar su obra tras la muerte de Mansfield.
Cien años después de su partida, los cuentos de Katherine Manfield siguen dando de qué hablar. Citati la retrató de manera excelsa en esta biografía y luego de leerla, más de un lector querrá volcarse de lleno en su obra. Cualquiera que sea la colección de relatos por la que se le aborde, el artilugio quedará pactado: una vez se lee a Mansfield, nunca más dejará de leerse a Mansfield.
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