Mario Vargas Llosa, el Nobel peruano y tal vez el último representante del boom latinoamericano, dio un primer paso a la inmortalidad. Que nadie se asuste: esta inmortalidad no tiene nada que ver con la muerte, sino con el ingreso formal -con un protocolo que se repite hace siglos- a la Academia Francesa de la Lengua.
La ceremonia que completará ese ingreso, el episodio más importante de todo el proceso, será la semana próxima, el 8 de febrero. Pero este jueves, en París y según contó su hijo Álvaro en un detallado hilo de Twitter, el autor de Conversación en La Catedral cumplió con los primeros rituales necesarios.
Aunque nunca publicó ninguna de sus obras en francés como primera instancia, Vargas Llosa fue votado por los miembros de la entidad para convertirse en un “inmortal” más. Nunca había ocurrido algo semejante: siempre se habían contemplado a autores que habían publicado directamente en francés. Pero el Nobel latinoamericano rompió el molde.
La semana próxima, en una ceremonia en la que la entrega de una espada convertirá a Vargas Llosa en integrante pleno de la Academia Francesa, habrá un nuevo “inmortal”. La denominación, que da cuenta de lo simbólico de una institución que lleva el sello de una tradición enorme, fue idea nada menos que del cardenal Richelieu. Fue él quien en 1635 fundó la institución que tiene como misión principal justamente velar por la inmortalidad del idioma francés.
“Me hace mucha ilusión ser el primer latinoamericano que la Academia recibe en su seno. Cuando comencé a escribir, la cultura francesa era inmensamente popular en América Latina y, desde luego, tuvo muchísima influencia en mí”, sostuvo el Nobel tras conocer la aprobación de su ingreso.
Vargas Llosa ocupará el sillón número 18 de la Academia y será, al mismo tiempo, integrante de esa organización y de la Real Academia Española (RAE).
¿Cómo fue, entonces, esta primera instancia que culminará la semana próxima? Álvaro Vargas Llosa se ocupó de contarlo detalladamente en su perfil de Twitter.
A puerta cerrada, sin familia, amigos ni prensa, solo ante 400 años de historia académica y civilización occidental, como manda la norma, cumplió el rito de la ‘instalación’ en la Academia francesa”, empezó a describir en un hilo. En las fotos, sonriente, su padre delante del Instituto Nacional de Francia.
“Lo recibió el comité de recepción para conducirlo a la sala ‘Jacqueline de Romilly’. Allí, ante el implacable comité de lectura de discursos, leyó su texto de incorporación. Los académicos debatieron el contenido, única ocasión pare ello. Daniel Rondeau leyó la respuesta. Luego pasaron al salón de trabajo de los académicos, que lo recibieron de pie”, continuó la descripción.
Lo que siguió fue una especie de prueba, de desafío, una instancia en la que Vargas Llosa tuvo que demostrar su vínculo con el idioma y la tradición de Francia. “Quien presidía la reunión le dio una palabra del diccionario francés (que no podía conocer de antemano) para que improvisara una reflexión sobre ella. Fue la palabra Xérès (por Jerez de la Frontera). Habló de la ciudad, el vino y otros aspectos”, siguió Álvaro Vargas Llosa.
“La Secretaria Perpetua lo llevó finalmente a ver el retrato del fundador, Richelieu, en su lecho de muerte”, contó el hijo del Nobel. Y describió el reencuentro con su padre.
- Tienes una familia muy angustiada - le dijo Álvaro Vargas Llosa al Nobel-. ¿Qué tal todo?
- Magnífico.
Vargas Llosa acababa de escuchar de las autoridades de la prestigiosa Academia a la que se postuló como miembro decir que sólo volverán a ponerse de pie de usted será el día de su muerte. Vargas Llosa, que cuando tuvo que integrar la Academia Militar de Lima soñaba con vivir (y escribir) en una buhardilla parisina, acababa de empezar a ser un inmortal. Una vez más.
Seguir leyendo: