Alexis Ravelo fue uno de los escritores de literatura policiaca más prolíficos de los últimos años en España. Fue reconocido, en su momento, con el Premio Hammett, el más alto galardón al que puede aspirar un autor de novela negra.
Desde que inició su carrera literaria, escribió relatos, novelas, e incluso probó suerte con la literatura infantil y juvenil. Entre sus obras más conocidas pueden mencionarse “La estrategia del pequinés” (2013), “Las flores no sangran” (2015) o “Un tío con una bolsa en la cabeza” (2020).
En 2022, Ravelo publicó su trabajo más reciente, de la mano de la editorial Siruela, luego de haber conseguido el Premio Café Gijón en 2021. Lo que menos pensaron los editores fue que aquella novela terminaría siendo la última del escritor.
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El lunes 30 de enero, poco antes de que terminara el primer mes del 2023, Alexis Ravelo falleció de manera repentina tras sufrir un infarto. Su deceso sorprendió a la industria editorial en España. Tenía 51 años.
Su obra ha sido considerada como una de las más fructíferas en el campo de la literatura policiaca en su país; en más de una ocasión se le resaltó entre los más destacados escritores canarios. Su trabajo ha sido elogiado por autores como Fernando Bruquetas, Dolores Campos-Herrero, Emilio González Déniz, Alicia Llarena y Raúl Argemí.
Con el ánimo de recordarlo, en Infobae Leamos seleccionamos tres de sus libros, de los cuales recomendamos su lectura:
La última tumba
Adrián Miranda Gil es condenado a 29 años de prisión en 1988 por el asesinato de Diego Jiménez Darias. En 2011, tras cumplir gran parte de su condena, se le concede la libertad condicional, como recompensa a su comportamiento ejemplar y su rehabilitación tras las rejas. Sin embargo, todo es aparente, pues Miranda Gil ha pasado todo ese tiempo pensando en la manera de vengarse.
Pronto, el rencoroso hombre descubrirá que su condena no fue producto de las decisiones de un juez, sino de una conspiración que lo supera y lo tomó a él como “cabeza de turco”. Poco a poco, Miranda Gil irá adentrándose en el laberinto de mentiras con el propósito de dar con los culpables de su desgracia y cavar una tumba para cada uno de ellos.
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La ceguera del cangrejo
Según registros oficiales, la historiadora del arte Olga Herrera había fallecido en un accidente en Lanzarote mientras se encontraba trabajando en la biografía de un famoso artista de la isla. Para Ángel Fuentes, un militar español que pasó su peor época en el Líbano, y además compañero sentimental de Olga, su muerte no fue producto de un mero accidente y hará lo que sea para demostrarlo.
El sargento Fuentes repasará cada uno de los pasos que dio Olga durante sus últimos instantes con vida y mientras investiga, comienza a sospechar que alguien lo sigue de cerca, lo que le hace pensar que algo muy grande está detrás. Para él, a Olga la querían silenciar por algo, y ahora, puede que él termine de la misma manera.
“La ceguera del cangrejo” despliega una absorbente intriga criminal en la que todos sus protagonistas se ven enfrentados a dos únicas opciones: abrir los ojos para encarar la verdad o, como los cangrejos que habitan los Jameos del Agua, vivir ciegos y ajenos a la realidad.
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Los nombres prestados
Él podría pasar fácilmente por un corredor de seguros retirado y ella sería simplemente una traductora con un hijo, pero ninguno de los dos es solo eso. Tomás Laguna y Marta Ferrer son los verdugos insomnes con nombres prestados de esta historia, cada uno fingiendo lo que no es.
El equilibrio entre la realidad y la ficción que cada uno ha elegido para sí es tan frágil que sucesos tan fortuitos como una tormenta o la elección de una foto para la portada de un periódico resucitarán los fantasmas del pasado, devolviendo a sus vidas una violencia que esperaban haber dejado atrás para siempre.
Situada a mediados de los años ochenta del siglo XX, “Los nombres prestados” es una historia de acción y suspenso, un wéstern moderno, una novela negra que funciona también como una alegoría que indaga en las causas y las consecuencias de la violencia política, en la vinculación entre víctimas y verdugos, en las obligadas paradas que habrá de hacer quien recorra el tortuoso camino hacia la redención.
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