Hanif Kureishi escribe para pagar su tratamiento médico (aunque tras un accidente no pueda levantar ni un lápiz)

El escritor británico de 68 años está internado hace más de un mes después de desvanecerse y perder la movilidad a causa de un severo golpe en el cuello. Aunque no puede valerse por sí mismo, empezó un diario al que sus lectores pueden suscribirse para poder afrontar las costosas cuentas del hospital italiano en el que se encuentra. “Ustedes me mantienen vivo”, afirma.

Tras sufrir un severo accidente que lo dejó inmóvil, el escritor británico Hanif Kureishi arrancó un diario al que sus lectores pueden suscribirse para que el autor pueda pagar los costosos tratamientos médicos que deberá afrontar.

¿Cómo se las rebusca un escritor que, tras sufrir un costoso accidente que lo dejó sin movilidad, no puede ni levantar una lapicera para plasmar en papel las ideas que su cerebro inquieto le dicta sin descanso?

El pasado 26 de diciembre, el novelista, dramaturgo, guionista y director de cine británico Hanif Kureishi paseaba por Roma junto a su esposa cuando, de repente, sintió un mareo y se descompensó. Cuando recobró el conocimiento, unos minutos después, solo vio un enorme charco de sangre y a su esposa, desesperada, tratando de ayudarlo. Él ya no podía moverse.

A sus 68 años, el autor de El buda de los suburbios fue llevado de urgencia al hospital donde, un mes después del accidente, todavía sigue internado sin poder realizar por sí mismo actividades tan simples como comer, ir al baño o lavarse los dientes. Ni hablar de aquella que, hace más de 30 años, le da sustento: escribir.

Pero como de algo hay que vivir (en especial cuando hay que pagar los costosísimos tratamientos a los que está obligado a someterse), se las ingenió para empezar una especie de diario en el que comparte la kafkiana experiencia se ser un escritor que no puede escribir.

“Ustedes me mantienen vivo”

Confinado a una cama y mayormente inmóvil, Kureishi piensa sin cesar. Pero, como tipear está descartado y pinzar los dedos para agarrar una lapicera todavía está en el reino de lo utópico, se lo dicta a su hijo, que lo publica en un blog al que sus lectores pueden suscribirse con el fin de ayudarlo a pagar su estadía en el Hospital Agostino Gemelli de Roma. La escritura, según afirmó en una de las primeras entradas, es una de las pocas cosas que lo ayudan a salir adelante: “Cada día, cuando dicto estos pensamientos, abro lo que queda de mi cuerpo roto para intentar llegar hasta ustedes, para impedir que me muera por dentro. Ustedes me mantienen vivo”.

“En este momento, no está claro si podré volver a caminar, o si podré sostener un bolígrafo. Si hay alguna ayuda que agradecería, sería en lo que respecta a hardware y software asistido por voz, que me permita ver, escribir y empezar a trabajar de nuevo, y continuar con algún tipo de media vida (...). No puedo rascarme la nariz, llamar por teléfono ni alimentarme. Como pueden imaginar, esto es humillante, degradante y una carga para los demás. Pero me han operado de la columna y en los últimos días he experimentado pequeñas mejoras”, escribe.

Sin embargo, lo que para muchos podría ser una de las experiencias más traumáticas de sus vidas, Kureishi prefiere tomárselo con humor. Cuando parece que los relatos de sus peripecias médicas (”Noche en vela. Ni un momento de descanso. Mente acelerada. Me despierto con fiebre y miedo a una infección. Sangre en la orina”) están por agobiar al lector, los interrumpe con frases que generan un inesperado alivio cómico: “Discúlpenme un momento, debo hacerme un enema ahora. (...) ¡El enema ha terminado! De vuelta a la realidad”.

Hanif Kureishi y David Bowie, quien hizo la música para la serie televisiva de la BBC2 basada en su novela "El buda de los suburbios".

Salman Rushdie

Tras su accidente, Kureishi recibió el apoyo de miles de lectores alrededor del mundo, entre los que se encuentra uno de los escritores más comentados de 2022, Salman Rushdie. Ambos autores, amigos hace años, tienen en común sus recientes peripecias médicas.

Sin embargo, la de Rushdie no fue un accidente. En octubre del año pasado, perdió un ojo y la movilidad de una mano tras ser víctima de un atentado en el que fue apuñalado reiteradas veces a causa de una sentencia de muerte que lo seguía desde 1989, dictada por el entonces líder espiritual de Irán, el ayatolá Ruhollah Jomeini, en respuesta al libro de Rushdie Los versos satánicos, considerado blasfemia por burlarse del profeta Mahoma.

“Mi amigo Salman Rushdie, uno de los hombres más valientes que conozco, un hombre que se ha enfrentado a la forma más malvada de islamofascismo, me escribe todos los días animándome a tener paciencia. Él debería saberlo. Me infunde valor”, escribe Kureishi en sus diarios.

Kureishi es amigo hace años de Salman Rushdie, el escritor que en 2022 sufrió un atentado por el que estuvo varias semanas internado.

Inteligencia artificial

“Siempre me gustó la idea de que la inteligencia artificial (IA) me quitara el trabajo algún día”, arranca una de las últimas entradas del diario de Kureishi. El autor venía interesado desde hace años en las posibilidades que las IA podían ofrecerle al mundo de las artes, pero no fue hasta que perdió la movilidad que se decidió a probarlas con el fin de terminar un guión en el que estaba trabajando.

“Como algunos de ustedes sabrán, la tecnología de IA fácil de usar se ha democratizado recientemente. Y desde que la descubrí, me ha sorprendido lo mucho que puede ayudar a la creatividad. Esperaba que, si podía escribir mi guión por mí, fuera capaz de responder a los mensajes de mi madre sin que yo tuviera que leerlos. Tal vez podría ir a tomar una copa con ese viejo amigo del colegio por mí”, bromea el autor.

Pero sus pruebas (y errores) con prototipos de inteligencia artificial lo dejaron más seguro que antes del rol fundamental de los escritores y la humanidad que le insuflan a sus textos, imposible de replicar para una máquina: “Nunca podrá hacer todo lo que escribo porque, fundamentalmente, un texto sin autor es como un coche bonito sin motor. La subjetividad es la sangre vital de una historia. Y, por lo pronto, ninguna máquina es capaz de una verdadera abstracción; todo lo que puede hacer es regurgitar lo que ha aprendido interiorizando toda la historia de la literatura y el cine. Pero hay cosas peores que tener un amigo servicial con tanta experiencia”.

Hanif Kureishi vía Twitter: "Me di cuenta de que no había coordinación entre lo que quedaba de mi mente y lo que quedaba de mi cuerpo. Me había divorciado de mí mismo. Creía que me estaba muriendo. Creía que me quedaban tres respiraciones".

Envidia

“Últimamente he sentido que me ralentizaba como escritor, como le ocurre a uno cuando se hace mayor, pero las ideas no han dejado de llegar. Personajes, voces, situaciones, estoy tan lleno de ellas como siempre, si no más. No aconsejaría tener un accidente como el mío, pero sí diría que permanecer completamente inerte y en silencio en una habitación monótona de las afueras de Roma, sin demasiadas distracciones, es sin duda bueno para la creatividad. Privado de periódicos, música y todo lo demás, te darás cuenta de que te vuelves muy imaginativo”, afirma Kureishi.

Y, con humor, remata: “Pero desde que me convertí en vegetal nunca había estado tan ocupado”.

Aunque el accidentado escritor aprendió a lidiar con todo tipo de situaciones gracias a la risa, de todos modos es consciente de que no todo puede ser aliviado con el poder de la comedia. Algunas escenas lo llevan a ponerse contemplativo e, incluso, a dejarse inundar por emociones como el enojo y, más que nada, la envidia.

“Cuando vi a un hombre saludar con la mano a su propia mujer, no podía creer que no se diera cuenta de lo profundamente complicado que era ese acto. Envidio a los que saben rascarse la cabeza. Envidio a los que saben atarse los cordones de los zapatos. Envidio a los que pueden coger una taza de café. Envidio a los que pueden usar sus propias manos”, escribe.

Pero, con la misma apreciación por el ritmo que luce en sus novelas, Kureishi no se demora más de lo estrictamente necesario en estos accesos de melancolía y frustración. Astuto, remata una vez más: “Discúlpenme un momento, es hora de mi segundo enema. Lo estoy deseando. ¡Más noticias a continuación!”.

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