En abril de 2022, la periodista Hinde Pomeraniec presentaba en Infobae Leamos una entrevista realizada a la escritora canadiense Rachel Cusk en la que profundizaba en algunos de los temas que han sido tópico de sus obras y el proceso de escritura de una de sus obras más recientes en español: Segunda casa, título publicado en mayo de 2021 por la editorial Libros del Asteroide.
Aquella conversación confirmó algo que sus lectores ya habíamos anticipado, que la autora nunca escribe por fuera de su individualidad. “Este énfasis puesto en la idea de que el ‘yo’ se está introduciendo de manera grotesca en la ficción contemporánea es curioso, porque el canon literario está conformado básicamente por una literatura profundamente arraigada en la existencia del escritor”, señaló entonces.
En Segunda casa, reseñaba Pomeraniec, la narradora, M., la dueña de casa, es escritora, tiene alrededor de cincuenta años e invita a L., su pintor favorito, unos años menor, a pasar un tiempo con ella y con Tony, su marido. “Conmovida por su pintura, impactada por su arte, imagina — aspira a eso, al menos— que la presencia del artista podría llegar a dar nueva luz a su propia vida y también apunta a que su presencia estimule su inspiración, que pasa por una temporada de baja intensidad. Sueña, además, con ser retratada por él. Pero él no llega solo y su compañera es una mujer más joven”.
La narradora de esta novela es, de alguna manera, la contracara de Faye, en la trilogía que le permitió a Cusk ganar reconocimiento internacional, conformada por las novelas A contraluz (2014), Tránsito (2017) y Prestigio (2018), en donde la autora le daba rienda suelta a su experiencia como madre y el colapso que experimentó tras su divorcio.
En ellas, destaca Pomeraniec, la canadiense consigue hacer estallar el punto de vista convencional. “No hay trama en esos libros, sino tramas. No hay voz propia todo el tiempo, sino escucha: las voces de los otros toman la palabra en el relato, en un procedimiento fascinante que desafía los criterios convencionales de perspectiva narrativa”, escribe.
Le puede interesar: Parinoush Saniee, la escritora que retrata la realidad del pueblo iraní
A través de su descarnada prosa, Cusk logró narrar de manera fabulosa y singular cada una de las facetas de su protagonista, Faye, quien tiende a fundirse con su propia voz. Ella es una escritora, también. Habla de sí misma, de lo que pasa frente a sus ojos, “de sus pequeñas felicidades, sus desdichas y sus desesperanzas”, resaltaba la periodista.
Rachel Cusk ha escrito cerca de diez novelas, tres libros de memorias y uno de ensayos. Se inició como autora publicada a los 26 años, en 1993. Desde entonces, no ha parado de sorprender a los lectores y ha recibido más de una decena de premios y reconocimientos por su trabajo.
En una ocasión, en un perfil que publicó The New Yorker, se dijo de su narrativa que reinventaba las bases de la novela y sentaban un nuevo punto de partida de la fusión entre la ficción y la historia oral.
Sus historias dan cuenta de las maneras en que los seres humanos nos victimizamos los unos a los otros, y entiende como pocos escritores que la autoficción es una forma de corrección de la base de la novela, cada vez más subjetiva. “(...) el yo de uno mismo no siempre está disponible para ser expuesto, no siempre tiene un sentido”, señaló en su momento.
Le puede interesar: Lydia Cacho y su periodismo feminista y rebelde llegan al Hay Festival 2023
Por las páginas de sus obras se despliegan un sinfín de temáticas: lo femenino, la maternidad, el desarraigo, la búsqueda de identidad, la necesidad de autoaceptación y la urgencia de la libertad personal. A lo largo de los años, su búsqueda se ha concentrado en aquello que reside en las raíces de lo que somos y nos constituye.
Con motivo de su participación en el Hay Festival 2023, desde Cartagena de Indias, la autora canadiense conversó una vez más con Infobae Leamos, teniendo presente aquella entrevista de Hinde Pomeraniec. En esta ocasión, reflexionó acerca del feminismo en sus obras y las técnicas narrativas empleadas para el armazón de sus tramas. Rememoró la experiencia de sus primeros libros y la manera como concibe hoy la literatura.
— Sus retratos de lo femenino a lo largo de su obra le han permitido concebir un sello único. Cuando uno se encuentra con fragmentos de sus libros, sin saber que son suyos, casi de inmediato reconoce el estilo y la voz. ¿En qué momento fue consciente de que su prosa tenía que ir encaminada a la concepción de formas propias para narrar la experiencia femenina?
— No lo supe en un momento particular. Fue un proceso largo. Pero es cierto que desde mi primer libro he sabido que la ficción se tenía que escribir desde un punto de vista personal y real. Sin embargo, conforme mi vida fue avanzando, me di cuenta de que el espacio, el lugar para escribir se hacía cada vez más pequeño y menos inclusivo. Entendí que era el momento de escribir sobre todo esto, hablar de estas problemáticas. Eso también me dejó comprender que mi escritura necesitaba ser más radical.
— Es una autora feminista, entonces.
— Por supuesto. Mi escritura, en ese sentido, puede ser interpretada por los lectores de esa manera.
— ¿Le interesa a un nivel político?
— Absolutamente.
— En términos literarios y estilísticos, ¿qué herramientas encontró útiles para concebir ese universo de lo femenino que tanto ha trabajado en sus libros?
— Podría tardarme hasta cuatro horas en responder esa pregunta. Es muy difícil pensarlo.
Le puede interesar: Joaquín Sabina sorprendió a todos en el Hay Festival de Cartagena de Indias
— De repente, si escribe un ensayo al respecto...
— Espero que lo leas.
— ¿Hasta qué punto sus personajes beben de sus propias experiencias como feminista? Porque igualmente lo que escribe es ficción.
— Desde que empecé a escribir lo hice con una perspectiva feminista. Mi escritura no podía concebirse alrededor de otra cosa que no fueran estas ideas. Mis personajes beben de lo que yo pienso, pero, claro, tienen sus propios pensamientos. En mi concepto, toda ficción es personal.
— Si usted no fuera mujer, sino hombre, ¿hablaríamos de feminismo, igualmente?
— Estos aspectos extraños del feminismo se basan en el hecho de que estamos inmersos en una sociedad de ideales completamente masculinos. Es por esto que se hace difícil decir. Las concepciones de mundo de un personaje escrito por un hombre difieren por completo de uno que ha sido escrito por una mujer. Nunca podrá dar cuenta de lo que es la experiencia femenina real. En ese sentido, creo que la categoría se vería intervenida. No se puede hablar con la suficiente propiedad de algo que no se vive, refiriéndonos específicamente a la condición de lo femenino.
— Los primeros libros, aunque coqueteaban con algunas inquietudes, fueron concebidos de manera distinta a sus obras recientes, hablando en términos estéticos.
— Desde que se publicaron no he vuelto a estos libros. Simplemente no los leo. Más allá de eso, he procurado, durante toda mi carrera, mantenerme firme conmigo misma y los estándares que me impongo. Yo soy yo, y aunque sé que he cometido errores, como cualquier otro artista, nunca he diferido de mis ideales.
— ¿Cuál es su opinión respecto al curso que las letras siguen hoy en el mundo?
— A veces es frustrante sentir que lo que hago, lo que hacemos los escritores, no tiene punto. Esta, me parece, es la pesadilla de todos los que nos dedicamos a esto. Me hastía el nivel de capitalismo que ha permeado en la industria editorial y la forma en que los autores somos exhibidos en ferias y convenciones. Deberíamos quedarnos en casa haciendo lo que nos concierne, que es escribir.
— En conversación con Hinde Pomeraniec, para este mismo medio, hablaba en 2022 sobre “Segunda casa”, uno de sus más recientes títulos publicados en español, antes de “Un trabajo para toda la vida”, y reflexionaba sobre varios temas. La periodista sostenía la idea de que M, la narradora de esta historia, es una contracara de Faye, en su trilogía, en cuanto a personaje. ¿Lo cree así?
— El concepto de Faye es muy importante, de una forma muy simple. Las dos son muy distintas entre sí. Son personajes que representan, de alguna forma, moldes vacíos de lo que fueron, de lo que han perdido, pero la degradación en Faye es mayor.
— Hablando de lecturas, ¿qué ha estado leyendo últimamente?
— Ahora estoy viviendo en Francia, así que me he decidido por leer en su idioma original a los autores franceses, como Annie Ernaux o Marguerite Duras, que antes había leído en traducciones inglesas. Es una nueva montaña por escalar, un reto que quiero afrontar. Ha sido una experiencia bastante poderosa.
Seguir leyendo: