Las palabras de Zlatan Ibrahimovic resonaron fuerte en los últimos días entre los argentinos. O al menos en los oídos argentinos a los que un análisis de sangre les da positivo en la categoría “futboleros”. Es que el futbolista sueco, que nunca esquiva la polémica, elogió a Lionel Messi pero fue duro con la Selección argentina en general. Dijo, nada menos, que los demás jugadores del flamante Campeón del Mundo “no van a ganar nada más”.
El tono con el que dio sus declaraciones no es ni más ni menos polémico que el que usa en varios pasajes de su libro Adrenalina. Mis historias jamás contadas, del que Infobae Leamos eligió algunos fragmentos. En el caso de los dichos sobre la Scaloneta, el goleador sueco, actual jugador del AC Milán de Italia, habló este miércoles con Radio France. Sobre su ex compañero en el FC Barcelona, Zlatan tuvo palabras elogiosas. “Messi es considerado el mejor de la historia y será recordado por ganar el Mundial de Qatar”, sostuvo Ibrahimovic.
Pero no se quedó ahí, sino que tuvo más para decir: “El resto de los jugadores se portaron mal, no van a ganar nada más”. Fue fiel al estilo con el que, muchas veces antes, se refirió a otros jugadores con declaraciones picantes.
Rápido de reflejos y con la sensación de que le habían mojado la oreja, el Kun Agüero aprovechó su enorme audiencia en Twitch para responderle al sueco. Le dijo, entre otras cosas y con la Copa del Mundo en este rinconcito del planeta: “Deberías preocuparte por tu país, ni clasificaron”. Nada menos.
“Lo que dice este entonces es que se alegra por Messi, está triste por Francia claramente por que seguramente quería que Francia gane. Después, lo otro, dice que ‘el resto se portó mal y esto no se puede respetar’. ¿En qué sentido se portó mal? ¿Podríamos saberlo?”, se despachó el mejor amigo de Messi.
“Recordemos que vos jugando también te portabas mal, creo yo. Al final no tiremos piedras si después nos van a volver a tirar”, dijo el Kun, y sumó: “En la cancha tenés comportamientos digamos malos. Algunos planchazos, alguna piña (...) Hablar que se portaron mal... Creo que sos el menos indicado para hablar. Me parece que en esta no tenés razón”.
Las polémicas declaraciones de “Ibra”, que encendieron al Kun y a otros miles de argentinos que habrán pensado algo así como “andá pa’llá, bobo”, coinciden con la publicación en Argentina de Adrenalina. Mis historias jamás contadas, su libro de memorias publicado por el sello Rocaeditorial.
En el libro, Zlatan comparte recuerdos desde cuando era un nene y su papá lo estimulaba para hacer deporte hasta sus disgustos con algunos entrenadores -tal vez Pep Guardiola sea el más resonante- o su enorme capacidad para recordar hasta el más mínimo detalle, así como toda la ventaja que puede sacarle a esa característica que lo distingue.
Infobae Leamos comparte algunas de los pasajes más destacados del libro.
Guardiola, el culpable de que Zlatan no jugara con Messi
«Si no te gusta cómo juego, déjame fuera», le decía a Guardiola. Pero él insistía en pedirme que me quedara delante de la portería, que fuera al área, que atacara el primer palo. Puedo hacerlo, pero no soy ese tipo de jugador. Al principio traté de adaptarme, me esforcé todo lo que pude, porque, en el fondo, Guardiola había querido tenerme allí; además, era un bonito desafío.
Antes incluso de que llegara al club, oía que todos decían: «Ibra no es el delantero centro que necesita el Barça, no tiene el perfil adecuado, no lo conseguirá». Por eso me desvivía para desmentirlos y para demostrar a los del Barcelona que podía convertirme en uno de ellos. Aun así, cada vez que cogía el balón, me lo pensaba dos veces.
En un primer momento me venía a la mente mi solución, la adrenalina que me sugería el instinto, luego la que preferían ellos. Y lo mismo ocurría con cada palabra que decía, con todo lo que hacía. Pensaba doble, vivía doble. Por primera vez en mi vida, no era yo mismo. Resistí seis meses antes de saltar por los aires.
La verdad es que Guardiola podría haber encontrado la manera de que Messi y yo jugáramos juntos en función de nuestras características. Ese es su oficio, pero no supo hacerlo. En cambio, Luis Enrique encontró la solución alineando de un solo golpe a Messi, Suárez y Neymar, y dándoles espacios a los tres.
“Me encantaba dar patadas”
Me entreno desde que era niño. Mi padre nos ponía, a mí y a mi hermana, los vídeos de Bruce Lee y de Jackie Chan, sus ídolos. Luego, mientras caminaba por la calle, trataba de golpear todo lo que encontraba, palos, cestas… Lo tiraba todo al suelo.
Me encantaba dar patadas y también comencé a hacerlo instintivamente cuando jugábamos a la pelota. Trataba de usar los pies donde los demás ponían la cabeza. Por ese motivo, hoy en día no soy muy hábil con los cabezazos, como correspondería a un delantero centro de un metro noventa y cinco de estatura.
En mi caso, jugar al balón con el pie ha sido siempre más importante. Intentaba marcar goles con las chilenas más que con la cabeza, porque era más espectacular, pero también porque me sentía mucho más seguro. Además, poner de vez en cuando la cabeza en el lugar que ocupan los pies ayuda a cambiar puntos de vista.
También en la vida.
Una venganza que tardó cinco años
Al comienzo del segundo tiempo llega el momento que llevo cinco años esperando. El balón está entre Materazzi y yo. Sé que él va a entrar para hacerme daño, pero no sabe que yo pretendo hacerle mucho más, porque la rabia que siento no ha hecho sino aumentar durante todo este tiempo. Está en la condición ideal para que parezca un lance del juego; el balón está en medio.
Materazzi ataca resbalando con los dos pies y yo salto para esquivar el golpe. Si también hubiera entrado con los dos pies, habríamos tenido un cincuenta por ciento de posibilidades cada uno: o él me habría golpeado a mí, o yo a él. En cambio, salto, doblo las rodillas y, mientras él resbala por debajo de mí, le doy un codazo en la cabeza.
Oigo el ruido del golpe seco y su gemido de dolor: «¡Ay!». Podría rodar por el suelo, fingir que yo también me he hecho daño al chocar, pero, en lugar de eso, me levanto serenamente y me aparto de él. Materazzi yace en el suelo, hasta que se lo llevan al hospital para examinarlo.
Sé que lo he golpeado bien, en la sien. Stanković, que es amigo, se me acerca y me pregunta:
—¿Por qué lo has hecho, Zlatan?
—Porque he esperado cinco años. Olvídalo, Dejan. Vete —le respondo.
En el vestuario, Pippo Inzaghi era uno de los más eufóricos: —El mejor derbi de mi vida: ¡1-0 a nuestro favor, el gol de Ibra y Materazzi en el hospital!
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