Las ventanas han servido de inspiración para canciones, historias y libros, guardan un cierto valor simbólico y casi poético por ser testigos del tiempo y la historia. Es una verdad indiscutible para la escritora Menchu Gutiérrez, quien en su más reciente novela “La ventana inolvidable”, realiza un análisis de estos objetos, que entre marcos de madera, vidrios y herrajes, se han convertido en espacios de cercanía de una posibilidad y o de lejanía de lo que apenas se puede distinguir.
En estas páginas, la autora plantea un recorrido desde las celosías a las ventanillas del coche y su transformación más reciente en las pantallas del móvil. El libro fue publicado en España por el sello editorial Galaxia Gutenberg, y en él, Gutiérrez se fija en las ventanas y les permite a los lectores ver a través de ellas, reflejarse.
En “La ventana inolvidable”, la escritora se encarga de reflexionar sobre los grandes temas de la vida bajo la metáfora de La ventana como umbral, a través de la que llega todo lo exterior y en la que, en cierta medida, también nos abrimos al mundo. Gutiérrez se encarga de contar la ventana de la habitación durante la niñez, aquella por la que en las mañanas de verano se visibilizaban promesas, sin preocupaciones.
“La ventanilla del avión no comunica el menor vértigo, o quizá solo transmita el vértigo de la irrealidad, un aturdimiento veloz; la del tren, arrastra el paisaje, inclina los árboles por la velocidad que imprime a su paso, crea viento donde no lo había, y lleva su telegrama urgente en el buzón de la boca; la del coche, entra y sale de un paisaje que no se deja contemplar, y, sin embargo, se acerca más al pie humano que trazó los caminos”. — escribe Menchu Gutiérrez en “La ventana inolvidable”.
También aparecen las ventanas de la escuela, las del ordenador, la ventanilla de los aviones, la reja conventual y hasta el espejo como ventana física y simbólica del alma. Menchu Gutiérrez expresa en este texto que siempre hay una ventana que nos permite ver, respirar y oír. Todo desde la perspectiva lírica y evocativa de sus letras, de las que salen múltiples y variadas historias, individuales o colectivas, que las ventanas llevan adheridas.
Las ventanas sufren una vigorosa antropomorfización en este libro, uno de sus personajes las define como los ojos de las casas, pero también como sus oídos, su boca, sus fosas nasales y hasta sus entrañas; si se piensa en sus cristales como en radiografías en la que, debido al vaho, se traslucen pequeñas siluetas en escalas de grises o se hace presente la proliferación de bacterias.
En las 184 páginas que componen “La ventana inolvidable”, la escritora española invita al lector a leer aquellas ventanas que permanecen cerradas o selladas, extraer los mensajes de las que permanecen entreabiertas o examinar lo que pasa por una ventana iluminada de noche. Menchu Gutiérrez demuestra que para ella las ventanas son como ojos con los que mirar y ver o que nos miren y vean, que traen consigo esas pequeñas y grandes historias que salen de los marcos, convertidas en bocas.
A lo largo de relato, se pueden encontrar recuerdos personales o ajenos, sueños, historias propias y extrañas, lecturas y otras referencias, parte de los materiales con que Gutiérrez construye este libro. “La ventana inolvidable” le valió a la escritora el LIII Premio Internacional de Novela Ciudad de Barbastro.
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