No todas las historias de fantasía comienzan con un “había una vez...” y terminan con un “...y vivieron felices por siempre”. Algunas comienzan con un funeral y carecen de un final feliz. Las chicas Grimrose, de la bestseller del New York Times Laura Pohl, es una de esas novelas para jóvenes y adolescentes que buscan personajes oscuros y complejos que no son ajenos a las tragedias ni temen ensuciarse las manos ante las injusticias de un mundo adulto lleno de secretos.
Las chicas Grimrose, editado por V&R, transcurre en un costosísimo internado de élite extra gótico en los Alpes suizos, en el que tres compañeras intentan recuperarse del impacto que les causó la reciente muerte de su mejor amiga, Ariane. A pesar de que la policía catalogó el hecho como un suicido, Ella, Yuki y Rory sospechan del supuesto ahogamiento y se ponen a investigar qué sucedió realmente.
Mientras repasan los últimos días de Ariane, y con la llegada de una nueva estudiante asignada al que era su cuarto, descubren que la Academia Grimrose está llena de misterios y secretos. Además, el hallazgo de un libro de cuentos de hadas con anotaciones y una lista de nombres de niñas fallecidas años atrás terminará de develar un patrón en común a cada una de las muertes.
Los protagonistas de esta novela comparten similitudes con personajes clásicos de los cuentos de hadas recopilados por los Hermanos Grimm, y así Laura Pohl se se planta como una de las exponentes contemporáneas del retelling -género que consiste en volver a contar una historia conocida por todos, en particular cuentos de hadas y clásicos de la literatura, pero de una manera diferente-, junto a otros éxitos de ventas como Marissa Meyer o Chris Colfer.
Así empieza “Las chicas Grimrose” de Laura Pohl
El primer día de clases comenzó con un funeral. Por supuesto, no era lo habitual en la Academia Grimrose para Estudiantes de Élite, cuyos egresados generalmente se convertían en líderes de conglomerados corporativos o en ganadores del Premio de la Academia, del Premio Nobel o de alguna otra condecoración, y vivían hasta los ochenta años. Por lo tanto, todos estaban sorprendidos, y se oían susurros en cada esquina del castillo, desde la torre de la biblioteca hasta el baño de chicas del quinto piso.
Los susurros perseguían a Eleanor Ashworth en especial. Con una mirada tímida hacia el techo, Ella sujetó la correa de su bolso con fuerza y preguntó:
–¿Cuánto creen que vaya a durar esto?
Eleanor, conocida por sus amigas como Ella, era una chica de diecisiete años, de contextura pequeña, cabello rubio largo hasta la barbilla, ojos del mismo tono claro, mejillas rosadas, pecas por todo el rostro y los brazos, y prendas que habían tenido mejores épocas.
Los susurros ya la habían perseguido antes, pero nunca con tanta obstinación.
–Un mes si tenemos suerte –respondió Yuki, su mejor amiga, con una arruga en la frente.
–No la tendremos –balbuceó Rory mientras fulminaba con la mirada a un grupo de chicas que se atrevieron a mirarlas–. ¿Qué demonios están mirando?
–Te das cuenta de que tu actitud solo llama más la atención, ¿no? –preguntó Yuki con una ceja en alto.
–Al menos me da un motivo para pelear –repuso encogiéndose de hombros con satisfacción.
La Academia Grimrose era exclusiva, no solo en nombre, sino también en reputación. Se encontraba en Suiza y su precio exorbitante aseguraba que solo los más ricos y poderosos pudieran asistir.
Emplazada en una de las colinas más hermosas de los Alpes, se vanagloriaba de un castillo descomunal al estilo de los cuentos de hadas, con cuatro torres, ornamentos de mármol blanco, jardines que se extendían hasta las montañas que la rodeaban y un lago cristalino para completar el paisaje.
Estudiar en Grimrose era una garantía de que nada podía salir mal en el futuro. Excepto porque, en las vísperas del primer día de clases, una de las mejores estudiantes de la Academia se había ahogado en el lago. Sola. Para la mayoría de los estudiantes era un escándalo. Para la Academia implicaba tener una línea abierta para asegurarles a los padres que llamaran que sus hijos estaban a salvo y, además, prevenir que la muerte llegara a los periódicos. Pero para Ella, Yuki y Rory no era una tragedia cualquiera. Ariane Van Amstel era su mejor amiga.
Ella evitaba las miradas y susurros, sabía que todos querían hacerle las mismas preguntas. ¿Ariane había tenido intenciones suicidas? ¿Sabía nadar? ¿Ella sabía que estaba triste? ¿Por qué no la había ayudado?
La última pregunta era la peor, el recordatorio de una punzada en el corazón. ¿Cómo no se había dado cuenta de que su amiga pensaba hacer algo inimaginable? Ariane había sido feliz, hija de un hombre de negocios de Holanda, con un gran futuro por delante. Al igual que todos en la Academia.
Bueno, todos excepto Eleanor Ashworth.
La peor parte de las miradas era que la hacían sentir avergonzada porque debía haber hecho algo. Tendría que haber actuado. Tendría que haber salvado a su amiga, eso era lo que hacían las amigas.
Mientras miraba su mesa solitaria en una esquina de la cafetería, avanzó en la fila. Todos los demás estaban muy animados, como se habían reencontrado con sus amigos por primera vez en tres meses, estaban reunidos en grupos murmurando con emoción, quizás porque se habían extrañado o por las noticias impactantes. Pero para ellas algo faltaba. Stacie vio la mirada anhelante de su hermanastra y le hizo una seña casi imperceptible con la cabeza.
Stacie y Silla, las hermanastras gemelas de Ella, encajaban en Grimrose de un modo que ella nunca lo haría. Las hermanas pagaban la matrícula completa, en cambio, Ella tenía una beca estudiantil. En realidad, le debían a ella esa posición, que había recibido una invitación especial por parte de la Academia, pero su madrastra había dispuesto que solo asistiría si también recibían a las gemelas.
Eso había sido cinco años atrás. Sharon había dicho que, si Ella quería ir a una escuela costosa, tenía que merecerlo.
Rory apoyó la bandeja de un golpe cuando se sentaron. La mesa que Ariane había escogido se sentía demasiado grande con el lugar vacío donde la chica debía estar. Era como si a Ella le faltara una parte, y no encontraba nada tan grande como para llenar el espacio de la ausencia.
Las tres amigas comieron en silencio. Cuando terminó de almorzar, Ella sacó un par de agujas de tejer de su bolso.
–¿Ya estás tejiendo? –preguntó Rory con la boca llena.
–Es que... –comenzó a decir– se lo prometí a Ari. No pude terminarlo porque Sharon no dejó de fastidiarme la semana pasada, así que ahora tengo que hacerlo antes de... antes... –No pudo terminar, en cambio, suspiró frustrada. Sabía que estaba despotricando y que había entrado en una rueda. Tenía que terminar el regalo de despedida, sino... Lo bueno era que a su mente ansiosa no se le ocurría una consecuencia peor de lo que ya había pasado–. El homenaje será esta noche. Se lo prometí, así que lo quiero terminar. Ella Ashworth no decepciona a sus amigas.
“Ni siquiera si están muertas”, se dijo a sí misma.
Quién es Laura Pohl
♦ Nació en Braunschweig, Alemania y vive en San Pablo, Brasil.
♦ Es escritora, editora y traductora.
♦ Escribió libros como The last 8, The first 7 y The wicked remain.
♦ Ganó el International Latino Book Awards por su primera novela.
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