Una lista de un solo lector, más que un ránking es un catálogo de entusiasmos. Faltan, seguramente, muchos libros. Algunos porque no llegué a leerlos a pesar de que seguramente me van a interesar, por ejemplo, Los últimos románticos de Andrea Wulf o el Laiseca de Conde de Boeck.
Otros, magníficos y que merecen estar en cualquier lista de los mejores del año, no están porque tuve la fortuna de participar en algún momento del proceso de su edición –no soy un buen editor así que mis aportes fueron casi nulos: El aire del mundo (La Crujía) de Rodrigo Manigot, Hasta que no haya nada (La Crujía) de José Santamarina y Donde brilla el tibio sol (Mansalva) de Silvina Giaganti (que edité en una versión preliminar de ese libro magnífico).
También influye el sesgo y los intereses personales: casi no hay textos científicos o de política. Es como toda lista, un juego, una declaración por escrito de los libros que nos dieron alegría durante el 2022 y que pueden ser una gran forma de empezar este 2023 de la mano de una muy buena lectura.
40) Huaco Retrato, de Gabriela Wiener (Literatura Random House)
Gabriela Wiener, la cronista peruana, ha convertido su vida en un gran material narrativo. Desde aquella crónica en un boliche swinger con el que entonces era su marido hasta Dicen de mí, el libro en el que entrevista a sus exparejas, familiares, compañeros de trabajo y amigos para que hablen de ella, para intentar reconstruir su propia vida.
Huaco retrato sigue esa línea. Parte de un antepasado que expolia piezas arqueológicas y que estuvo a punto de descubrir Machu Picchu pero rápidamente su propia vida se impone. Wiener escribe con humor, descarnadamente, con ferocidad. En cada una de sus líneas hay un mundo. Y muchas veces nos hace preguntar qué estamos leyendo. Pero nos entregamos a su prosa y nos dejamos sorprender por el siguiente párrafo.
39) Un puñado de anécdotas. Opus Incertum, de Hans Magnus Enzensberger (Anagrama)
Enzensberger murió hace unas pocas semanas. Tenía 93 años. El último libro publicado en español es una colección de anécdotas breves sobre su infancia y adolescencia. Sobre Alemania en la Segunda Guerra, sobre el nazismo, sobre la llegada de los aliados, sobre la derrota, sobre la formación de un intelectual.
A medida que avanza la lectura, las historias, este puñado de anécdotas producen un efecto de acumulación y además de esas pequeñas historias, van armando un mundo, complejo y contradictorio. Otro gran libro de anécdotas breves –con el agregado de la aparición de muchos nombres célebres- es Destellos de belleza de Jonas Mekas, editado por Caja Negra.
38) Vendiendo Inglaterra por una libra 2. Una historia social del rock progresivo británico, de Norberto Cambiasso (Gourmet Musical)
La segunda entrega de una obra monumental. La erudición de Cambiasso no deja de sorprender aun al lector advertido, al que se tiró de cabeza a esta continuación de su historia rock progresivo inglés. Y es su porque nadie podría haber escrito del tema como lo hace él. Música e historia social se funden casi en cada párrafo.
The Incredible Sting Band, The Beatles, Genesis, Jethro Tull, pero también hay espacio para los otros movimientos que influyen y son influidos por el objeto de estudio específico de Cambiasso. Lo mejor de todo es que todavía falta una entrega de esta obra (nunca mejor utilizado el término) ambiciosa y hermosamente desmesurada. Como todos los años, Gourmet Musical siguió alimentando su catálogo y manteniendo, pese a la crisis de la industria, el mismo nivel que muestra desde su fundación.
37) Diálogo con mi sombra. Sobre el oficio de escritor, de Pedro Juan Gutiérrez (Anagrama)
El autor cubano habla del oficio en un formato algo insólito: una autoentrevista, un diálogo simulado. Una vez rota la barrera de la extrañeza que provoca la idea, una vez que el lector adoptó la convención, el texto fluye de manera notable y creemos que Gutiérrez dialoga con un interlocutor distinto a él.
Lo cierto es que utiliza este método para exponer su experiencia como escritor y para desplegar los problemas y dilemas que enfrenta un narrador al desarrollar su oficio. Los de tipo práctico, los literarios, los éticos y, también, los políticos. Directo al anaquel de textos sobre escritura.
36) La mano mágica, de Norberto Jansenson (Híbrida)
Una sorpresa. Llegué al libro algo de casualidad, dándole una oportunidad por ese aura misteriosa que rodea a la figura de René Lavand, una conjunción de mago, tahúr, caballero de otra época, hampón y cuentista excepcional. Jansenson, mago célebre también, nos cuenta su relación con Lavand. La mano mágica pertenece a un género invencible: el de relación maestro-discípulo, es una especie de Karate Kid con cartas y trucos.
Las visitas al laboratorio de Tandil de Lavand, las charlas, la atmósfera de los shows, la búsqueda de la perfección imposible. En un momento, un Lavand ya grande y alejado de los escenarios deja de lado su habitual humor taciturno para recibirlo eufórico en la tranquera de su hogar. No espera que Jansenson deje su valija y lo arrastra hacia su estudio. Quiere mostrarle que había encontrado la solución a un problema que hacía treinta años lo atormentaba: había, por fin, perfeccionado el truco imposible.
Jansenson, admirado y sorprendido a la vez, le pregunta si no se había retirado. “De las actuaciones me retiré. No de la vida”, responde algo ofendido Lavand, como si el discípulo no hubiera entendido la más importante de las lecciones. No lo hacía por el público: lo hacía por él y no podía vivir si eso, sin su arte. Porque más que sobre magia, La mano mágica es una gran reflexión sobre el acto creativo.
35) Un detective llamado Dashiell Hammett, de Nathan Ward (RBA)
Editados hace un par de años en España, quien distribuye RBA trajo, sin ninguna publicidad, varios libros policiales en tapa dura, seguramente excedentes sin vender. Algunos de ellos son interesantes textos de no ficción que se consiguen a un precio más que razonable. El de Nathan Ward es una biografía acotada de Dashiel Hammett.
Se centra en su labor como detective en la Agencia Pinkerton. Estudia cuáles fueron sus principales destinos y acciones como detective (ofició muchas veces de rompehuelgas) y en la manera en que ese oficio –y la redacción de informes de cada caso- influyó de manera determinante en su carrera literaria posterior.
Otra de esas joyas desapercibidas es Detectives. La Realidad y la Leyenda de John Walton. El autor hace una historia de las agencias de detectives en los Estados Unidos para luego comparar con la manera en el que la literatura policial y en especial el hard boiled representaron a los investigadores privados a lo largo del tiempo. Y cómo esas representaciones literarias terminaron influyendo en la realidad. El tercer libro es El crimen en Nueva York: apaisado, con muchas ilustraciones, fotos de cadáveres alla Weegee y reproducciones de titulares con letras catástrofe, es un catálogo de los más famosos casos policiales reales de la ciudad. Mafia, crímenes, asesinos seriales, misterios sin resolver.
34) La Universidad de las catacumbas, de María Eugenia Villalonga (Eudeba)
La reconstrucción, paciente y con testimonios de gran interés, de una historia tantas veces mentada pero nunca profundizada. Ante la censura, la desaparición y el exilio de muchos de los profesores de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA durante la dictadura, comenzaron a surgir grupos de estudios subterráneos, clandestinos, que se daban en casas particulares (o en sedes rotativas para no llamar la atención) en las que los mejores docentes de su tiempo enseñaban lo que estaba prohibido en los claustros.
Grupos de estudios privados y secretos en los que se estudiaba a los autores más avanzados y complejos. Sarlo, Ludmer, Kovadloff, Piglia, Altamirano fueron algunos de esos docentes. Villalonga reconstruye a través de testimonios de docentes y alumnos (Alan Pauls, Jorge Panessi, Nora Domínguez) cómo eran esos cursos y sus condiciones materiales.
Las fotocopiadoras “seguras” (aquellas que no iban a denunciar), los libros forrados, los autores desconocidos en el país, cómo era el dictado de clases, los temores, el valor de los cursos (el de Ludmer era el más caro, parece), los planes de estudio, las diferencias entre los docentes y con la educación formal. El libro brilla cuando la autora revela esta historia no contada hasta ahora y nos muestra esas clases y se aleja de las afirmaciones dogmáticas.
33) Vivir de viaje, de Sara Gallardo (Fondo de Cultura Económica)
Hace unos años, también con selección y prólogo de Lucía De Leone, apareció Macaneos, la compilación con los textos periodísticos de Gallardo para la revista Confirmado. Acá integrando la serie Viajeros/Viajeras (hay de Martínez Estrada, Lispector, Ocampo, Mansilla) se reúnen los escritos periodísticos de Gallardo relacionados con el viaje.
La primera parte compila textos sobre la experiencia del viajero en general. Las restantes están divididas por continentes y la última sección está dedicada a Argentina. Pero como Gallardo fue una viajera y también vivió muchos años fuera del país, sus textos no sólo hablan como cronista o como turista. Está la visión del migrante, del residente, del corresponsal. La compiladora, con acierto, incorpora entrevistas que le realizan a Sara (Daniel Pliner, Luisa Valenzuela) y hasta algunas cartas personales. La crónica de Nápoles y los desfiles triunfales después del primer Scudetto de Maradona y la del entierro de Borges –en segunda persona- valen por sí solas todo el libro.
32) Buenos Aires sin mapa, de Javier Porta Fouz (Serie Gong)
Un libro libre. Arbitrario, ingenioso, inteligente, repleto de citas inesperadas o de referencias exactas. Porta Fouz hace un recorrido (muy) personal por la ciudad. Una guía retorcida de Buenos Aires, un canto de amor a la ciudad.
Esta primera persona, repleta de erudición, de opiniones contundentes, de una mirada profunda, que nos muestra cosas que nunca vimos aunque pasamos por delante de ese edificio o caminamos por esa cuadra centenares de veces. El ojo del cinéfilo, del crítico, del escritor puesto en marcha. Hay citas, obviamente, de películas pero también pueden aparecer en una misma página Mujica Laínez, Gardel, Los Besos, Rata Blanca, Miguel Mateos, Claudio Magris o Borges.
31) Imprenteros, de Lorena Vega y Hnos. (Documenta)
¿Una obra de teatro en la lista de no ficción? Por supuesto que sí. Porque esta edición es mucho más que la transcripción de la dramaturgia de Imprenteros. Están las fotos de la imprenta, esa a la que los medio hermanos de Lorena le cambiaron la cerradura apenas murió el padre. Está el retrato de cada uno, una larga entrevista colectiva contando la génesis de la obra y sus repercusiones, opiniones de los espectadores al final de la función.
Es una gran historia y también es un gran ajuste de cuentas, es el triunfo del arte frente a una situación injusta. Habla de la familia, de la paternidad, de los oficios, de las perdidas, del duelo. La edición tiene fotos hermosas, una sobrecubierta desplegable, un programa teatral y un suelto con algunas de las etiquetas de productos masivos que realizaba la imprenta.
30) La pasión y la condena, de Juan Villoro (Vinilo)
En su segundo año Vinilo siguió publicando grandes pequeños libros. Este ensayo de Villoro sobre escribir ya había sido editado en Chile por la Universidad de Valparaíso ocho años atrás y, en su momento, llegaron muy pocos ejemplares a la Argentina. Esta reedición no sólo pone en circulación un texto valioso e inteligente sino que le agrega un prólogo de Leila Guerriero.
El título parafrasea a Onetti; el uruguayo decía que escribir era una pasión, un vicio y una condena. La erudición de Villoro deslumbra pero nunca abruma. Y por momentos parece tener el secreto sobre la escritura y sus meandros. Escribe Villoro: “Wilde volvió a tener razón al afirmar: ‘Denle una máscara a un hombre y dirá la verdad’. Es el gesto más certero para incluir la autobiografía en la ficción. No se escribe para mentir sino para decir otra clase de verdad”.
29) La palabra heredada, de Eudora Welty (Impedimenta)
Las memorias de Eudora Welty, centradas en el nacimiento de su vocación y en sus inicios como escritora. El recuerdo de un mundo ido, de la madre, del Sur norteamericano y la escritura y los libros cubriendo todo, como una especie de virus, una pulsión.
Pero este año el de Welty no fue el único rescate de una señora que recuerda. La Bestia Equilatera publicó Curriculum Vitae, las memorias de Muriel Spark, la escritora británica. Algunos de los capítulos los dio a conocer, en su momento, en The New Yorker. Apenas publicó los textos sobre la infancia, recibió varias cartas de habitantes de su ciudad para corregirle detalles y hasta sucesos completos. Spark, entonces, decidió sólo escribir aquello que tuviera documentado o de lo que pudiera encontrar pruebas que lo sustentaran.
Una tercera mujer, también un clásico, tuvo dos ediciones muy interesantes en el 2022. Katherine Mansfield –con su obra ya en el dominio público- fue objeto de la reedición de los Diarios (una cuidadísima edición y nueva traducción de Chai) y Sopa de Ciruela de Eterna Cadencia, material extraido de los casi cincuenta cuadernos que dejó tras su muerte.
28) Juega Ferro, de Pablo Abiad (Planeta)
El club como lugar de pertenencia. El fútbol como gran programa paterno-filial, como nexo indestructible, como canal de diálogo permanente. El fútbol como fuente de alegría, de ansiedad, de tristeza profunda. Abiad –encargado en la web de esa quimera que es la Ferropedia, la enciclopedia total del club de Caballito- cuenta sus días como hincha y, también, como socio del club.
Aparecen las grandes campañas de los ochenta del equipo de Timoteo (con algunas desilusiones previas), el dolor de ya no ser, el naufragio renovado año a año en la B, pero también la colonia de vacaciones de los ochenta, sus competencias, su vida social, las aventuras de una niñez que se vuelve adolescencia.
El cabezatermismo local hizo que muchos se perdieran este texto hermoso que muestra una época pero que habla mucho más que de Ferro. Habla de un sentimiento universal: el que nos une al fútbol. Ya lo dijo un gran escritor ruso: “Pinta tu club de Caballito y pintarás todos los clubes del mundo”.
27) Elocuencia de la sardina, de Bill Francois (Anagrama)
Si el año pasado quedamos deslumbrados con Un verdor terrible de Labatut, este año Anagrama nos vuelve a sacudir con este gran título científico. Un amigo, David Irigoin, me alertó sobre este lanzamiento. Cuando averigüé de qué se trataba el libro, pensé en saltearme la recomendación pese a lo enfática que fue. Imaginé que era una especie de Jacques Costeau actualizado.
Es un recorrido por la vida submarina, por historias increíbles, míticas, con rigor científico. Hay sardinas, ballenas, orcas, langostas violinistas, un bacalao que descubrió América como Colón, anguilas inmortales. Francois escribe muy bien, cada uno de los capítulos tiene un ritmo atrapante y datos que maravillan, pero su gran secreto es la pasión. Esa pasión, genuina y alocada, que se transmite al lector.
26) Ahora escriba usted, de Mariano Quirós (Factotum Ediciones)
La culpa es de Santiago Llach. Se convirtió en el gran tallerista de la actualidad. Discípulos publicados (y traducidos), Mundial de Escritura, Escuela de Escritura. Ahora parece haber más escritores que lectores. Y no está mal (siempre y cuando también sean lectores, claro). A partir de ese fenómeno se publicaron en los últimos años muchos manuales con consejos prácticos para el que desea escribir.
Algunos notables como el de Las clases de Hebe Uhart de Liliana Villanueva y otros, no tanto, obvios y chatos. Están los que compilan consejos, los que acumulan consignas, los que suman diversos decálogos (los dos Cómo Escribir de China Editora son muy interesantes) y en los que los escritores describen su trayectoria.
Quirós, estupendo narrador, encontró una variante muy original. Cada capítulo se ocupa de un tópico y luego de una breve introducción más teórica, propone una consiga. Luego la desarrolla él mismo, siempre con una tema relacionada al oficio y escapando habitualmente por la vía menos previsible. Allí aparecen sus maestros (Dalmiro Sáenz sin que él lo supiera por ejemplo), sus temas, sus recursos, sus obsesiones. Un libro que no sabemos si enseña a escribir pero sí que contagia ganas de hacerlo (y de leer).
25) La última entrevista y otras conversaciones, de Hannah Arendt
Llegaron al país, un par de años después de su publicación, varios libros de filósofos notables de la segunda mitad del siglo XX publicados por la editorial Página Indómita. Entre ellos hay tres que reúnen ensayos dispersos de Hannah Arendt y este volumen, que responde a una colección norteamericana y que se llama La última entrevista.
En la colección original hay de decenas de autores (Borges y Bolaño también tienen el suyo). El contenido cumple estrictamente con el título pero además incorpora varias conversaciones periodísticas más que, en este caso Arendt, dio en los últimos años de su vida. Eichmann, la cuestión judía, los gobiernos totalitarios, la disidencia, los movimientos de protesta contra el racismo, son algunos de los temas.
De estas entrevistas (alguna es una desgrabación de un programa televisivo) sorprenden varias cuestiones. La primera es la lucidez implacable, indoblegable de Arendt: su inteligencia es un látigo que cae sobre cada tema que aborda. Hace que el lector descubra una nueva faceta de temas transitados innumerables veces antes.
No hay espacio en su pensamiento para el lugar común, la condescendencia ni la demagogia. Lo segundo que sorprende es la actualidad de los conceptos: la verdad es imperecedera. Por último, al lector le asombra que en medios masivos (diarios importantes, revistas y hasta programas de TV) hubiera espacio para estas conversaciones lentas y profundas.
24) Philip Roth, de Blake Bailey (Debate)
Una biografía monumental. De esos mamotretos gloriosos que ya no suelen publicarse. 1.002 páginas en las que se recorre la vida y la obra del novelista norteamericano. Entrar en un libro de este tipo es emprender un viajo largo y fascinante a un mundo que creíamos familiar pero que al final resultan tierras desconocidas y, en algún momento, hasta peligrosas.
El que leyó las novelas de Roth no puede evitar buscar cuáles de las peripecias de Zuckerman –su alter ego ficcional- ocurrieron en la vida real. El libro, en Estados Unidos, sufrió el escarnio Woke. Apenas apareció, y convertido con todo merecimiento, en un éxito editorial, cayeron sobre Bailey acusaciones por conductas del pasado. La editorial lo sacó de circulación y Bailey, biógrafo excepcional de John Cheever y Richard Yates, quedó cancelado.
23) ¿Hola? Un réquiem para el teléfono, de Martín Kohan (Godot)
Todo lo que usted nunca quiso saber sobre los teléfonos y por eso no se preocupó en preguntar. En 87 entradas Kohan recorre la historia, los usos, los significados y la importancia (y su derrumbe) del teléfono. Es un cúmulo prodigioso de historias y de citas de las fuentes más variadas.
Al terminar de leer, el lector tiene la (falsa) sensación de que a Kohan no se le escapó ninguna referencia al teléfono en toda la literatura, filosofía, música y cine modernos. No hay referencia cultural –sofisticada o popular- que falte. De Susana Giménez a Jean Luc Nancy, de Carver a Bizzio pasando por Tangalanga, Rafaella Carrá, Borges, el “hola mami” de Luisa Albinoni o Prokófiev escuchando la interpretación de una sonata por un auricular. La historia cultural del teléfono (ese vejestorio) a través de historias narradas con precisión: un gran Kohan.
22) El mar nunca se acaba, por Liliana Villanueva (Fruto de Dragón)
Liliana Villanueva es una abonada a esta lista. Cada uno de sus libros aparece puntualmente. En este volumen reúne crónicas de viaje por diversas partes del mundo. De Armenia a Varsovia, de Venecia a Montevideo, de Irán a Foshán.
La gran mayoría fueron publicadas anteriormente en revistas digitales o especializadas, hay algún inédito y un anticipo del libro que próximamente editará Blatt & Ríos sobre China. Pero en Villanueva no importan los destinos sino su mirada. En cada lugar encontrará algo único para mostrar, para encantar al lector. Es casi una obviedad, después del libro que recopiló sus clases y enseñanzas de escritura, señalar que es la más evidente discípula de Hebe Uhart. El libro está bellamente editado con fotos e ilustraciones de los diferentes destinos.
21) El hombre más triste. El retrato del poeta César Vallejo, de Daniel Titinger (Universidad Diego Portales)
Hace unos años, Daniel Titinger escribió Un hombre flaco, un retrato de Julio Ramón Ribeyro. Con esta nueva incursión nos muestra que se ha convertido en un notable biógrafo cuyo expertise han pasado a ser los escritores peruanos malviviendo en París y aplastados por la tristeza.
Meses atrás se cumplió el centenario de la aparición de Trilce, la gran obra de Vallejo. Esta biografía nos muestra al poeta, sus dolores, su muerte profetizada con precisión por él mismo y su obra. Titinger recorrió los lugares en los que vivió Vallejo, rastreó a su pareja –para muchos la villana de esta película triste- y hasta da con un pequeño tesoro en medio de su búsqueda. Parte de la trayectoria vital del poeta fue la incomprensión, la frustración, la sensación de derrota que acumulaba mientras escribía poemas que nadie leía y que terminaban en cuadernos arrumbados en cajones llenos de otros papeles.
20) Fallar otra vez, de Alan Pauls (Gris Tormenta)
Aparecieron por primera vez en la FED. Libros chiquitos (cada vez más usuales) centrados en el oficio de editar y sobre la escritura. Thomas Bernhard, Ignacio Echeverría sobre Claudio López Lamadrid, la traductora de Svetlana Alexievich, Muchnick sobre Guerra y Paz, Jhumpa Lahiri sobre las tapas de los libros, entre otros. Todos cuentan con prólogos inteligentes que aportan una mirada lúcida al texto. El de Pauls reproduce una conferencia sobre escribir y equivocarse, sobre el error y la corrección. Una reflexión original sobre el acto creativo que hace al lector asombrarse y hasta discutir con el autor en cada párrafo.
Otro libro sobre el mundo editorial fue el de Guillermo Schavelzon, El enigma del oficio (Ampersand), sus memorias como agente literario. Hay buenas historias, mucho name dropping, algunos chismes jugosos aunque el lector siente que las lagunas, por momentos, son demasiadas.
19) Alguna vez pensé esto (Diarios 2012-2021), de Mariano Blatt (Caballo Negro)
Un cuaderno de apuntes. Entradas de un diario. Poemas breves. Epigramas. Aforismos. Ocurrencias. Postales relampagueantes. Todo eso puede ser este libro.
Alguna vez pensé esto tuvo una primera edición hace varios años en Triana. Pero es uno de esos artefactos infinitos de Blatt, de esos textos río, crónicos, que pueden seguir siendo escritos todo el tiempo. Como esos poemas a los que les suma versos (o entradas), como las 200 ideas de libros que en una reedición se convertirán, posiblemente, en 400.
En Blatt no hay solemnidad, ni afectación. Tiene humor, sarcasmo y le muestra al lector situaciones cotidianas desde un nuevo prisma. Recorre el deseo, la literatura, lo cotidiano, el lenguaje, el amor, el dolor. “Los poetas somos inútiles pero necesarios” dice, escribe, con razón.
18) Maneras de desaparecer, de Isabel Zapata (Excursiones)
Este libro de ensayos de la escritora mexicana fue una revelación. Una voz personal, inteligente y a la vez discreta, que mira en profundidad y cita con gracia y profusión. En el prólogo Alejandro Zambra aventura cuáles pueden ser las maestras de Zapata. Nombra a Wyslawa Szymbroska, a Natalia Ginzburg, a Hebe Uhart y a Tamara Kamenszain. Ese es su linaje indiscutible.
Habla sobre la muerte de su madre, sobre las piletas de natación vacías, sobre libros perdidos. Pero también sobre los borradores, sobre poetas, sobre animales varios. “Una línea tenue atraviesa este libro: el deseo de entender cómo nos transforman las cosas que desaparecen”, explicita Zapata. En alguno de sus ensayos dialoga con Cuando las mujeres fueron pájaros de Terry Tempest Williams, un ensayo que tradujo y cuyo tema también es la muerte de una madre.
Quizás nada describa mejor este libro que el párrafo de Natalia Ginzburg que Zapata cita en Cuaderno de aves: “Hay algo de lo que no nos curamos, y pasarán los años y no nos curaremos nunca. Quizá tengamos una lámpara sobre la mesa y un jarrón con flores y los retratos de nuestros seres queridos, pero ya no creemos en ninguna de esas cosas, porque una vez tuvimos que abandonarlas de repente o las buscamos inútilmente entre los escombros”.
17) Libertadores de América, de Alejandro Droznes (Blatt & Ríos)
El trabajo de Droznes llega a esta lista con un año de retraso. Hizo en 2021 una edición de autor y me la envió. No le presté demasiada atención a pesar de que cuando hojeé el libro y leí la contratapa me había interesado el planteo. Quedó sepultado bajo una pila de otros libros. Pero Blatt y Ríos le dieron una chance y la reeditaron dándole la visibilidad que merece.
No es la primera vez que se animan a hacer circular un libro que pareciera no encajar a simple vista en su catálogo: les fue muy bien con Los hombres que hicieron a las marcas deportivas de Eugenio Palopoli. Pero ¿por qué no va a encajar en el catálogo de la editorial? Otra vez un prejuicio tonto. Está muy bien escrito, es original y tiene un gran final. Droznes une fútbol –la Copa Libertadores- con la historia del continente. Viaja, mira y escribe. Un gran libro de fútbol y de viajes.
16) Yo también soy una mosca, de Esteban Serrano (Vinilo)
El viaje hacia Olavarría, con varios amigos, para presenciar el último show del Indio Solari. Al narrador no le interesan ni Los Redondos, ni el Indio, ni la mística ricotera, ni las aventuras a lo Indiana Jones. Va hacia Olavarría con sus amigos porque qué otra cosa es la amistad que soportar las diferencias, compartir cosas que nunca pensamos vivir y lo que acá se condensa en un fin de semana: la amistad es una larga travesía, tal vez en un Vento, en la que nos acompañamos aun sin entender demasiado.
El verdadero tema de Yo también soy una mosca no es el Indio, ni ese narrador fuera de su zona de confort. Es un libro, un gran libro, sobre la amistad, esa forma indestructible del amor.
Acá me voy a (auto)plagiar y repito lo que escribí para la contratapa apenas lo leí: Serrano elige ser testigo en vez de protagonista. Pero un testigo descentrado, oblicuo. Un marciano en el arrabal. Una especie de corresponsal de guerra impasible, al que no lo ganaron la desidia ni la desesperanza, que es consciente de la fragilidad que lo rodea. La pulsión por contar, por registrar, por mostrar. Descubre personajes y se imagina, vislumbra, se pregunta por las personas que los habitan. Los mira, los escucha, los piensa y los dibuja porque le interesan. Y siempre lo hace con ternura.
15) En busca del cielo, de Nathalie Léger (Chai Editora)
En poco más de un par de años, Chai ya superó la veintena de libros publicados y sigue manteniendo el invicto: cada lanzamiento genera interés, está traducido con dedicación y, a menos que repita autor, trae un nombre que no tenía recorrido en nuestra lengua. Eisenberg, Orner, Cynan Jones entre otros autores.
El año pasado dio a conocer a Léger con Sobre Bárbara Loden, un merodeo por la vida y la escasa obra de Loden, un intento por entenderla, por dejar por escrito aquello que no se puede contar de una vida, que no se puede entender. En busca del cielo (con la traducción del siempre impecable y fluido Matías Battistón y un buen prólogo de Mercedes Halfon) integra una tradición, un género descarnado, con exponentes notables: los libros de duelo.
“Conocemos pocas verdades, pero conocemos esa, la del amor. Recordamos cómo circulan las palabras, los gestos, recordamos tal o cual gesto. Ya es mucho. Avanzamos por el recuerdo como un soldado por el barro, con cuidado, con miedo”, escribe al principio del libro. Esos textos, atravesados por el dolor de la muerte, de la ausencia irreparable, son –por supuesto- oscura literatura romántica: diarios y novelas de amor. Léger con este pequeño librito ingresa a la galería de grandes autores sobre el duelo junto a Barthes, Didion, Ernaux o Kotzwinkle.
14) Una guía para perplejos. Conversaciones con Paul Cronin, de Werner Herzog (El Cuenco de Plata)
Antes que nada, un aviso para los incautos: es Herzog por Herzog pero uploaded. Una versión revisada, actualizada y muy bien alimentada por textos nuevos del libro de entrevistas con el director alemán.
Si el libro se tratara nada más que de un cúmulo de entrevistas con Herzog, ya valdría la pena. Siempre tiene algo para decir, una visión novedosa de las cosas, una historia esperpéntica o extravagante que narrar, una opinión lacerante que tirar en la cara.
Los relatos de sus rodajes y la explicación y explicitación de sus dilemas y de sus decisiones éticas y estéticas son fascinantes. Es un repaso minucioso por su filmografía. Pero además hay varios ensayos sobre Herzog y sus películas, una filmografía completa, poemas, un repaso por la bibliografía del director y hasta algún manifiesto. Un volumen exuberante para un personaje exuberante.
13) Solo por la emoción. Un ensayo sobre las diferencias entre mujeres y hombres, de Anne Carson (Zindo y Gafuri)
“El amor, se sabe, es un acontecimiento desgarrador”, escribe Carson en el prólogo. Solo por la emoción es muchos libros a la vez. A través de poemas narrativos breves, situados en distintos destinos de un largo periplo, es la recapitulación de una historia de amor, es la vivisección de una relación paterno filial (en realidad de cómo una hija ve a un padre y, en especial, su deterioro), un relato de viajes y también un ensayo solapado (pese a lo que grita el título) sobre los hombres, las mujeres y la relación entre ellos.
Ray Charles y la sabiduría china le sirven a la poeta como interlocutores para entender, para desplegar su historia de amor y su visión sobre los hombres. Porque como Carson afirma: “El amor te convierte en antropólogo de tu propia vida”.
12) Bocetos de natación, de Leanne Shapton (Blatt & Ríos)
Damián Ríos y Mariano Blatt deben estar locos. De otra manera no se explica la decisión de publicar este libro raro y hermoso que incluye las ilustraciones de la autora en un mercado complicado como el nuestro. Pero, ahora que lo pienso mejor, es una obviedad: todos los editores están un poco locos.
Shapton es ilustradora (trabaja entre otros lugares en The New York Review of Books), escritora y nadadora. Participó de los trials para integrar el equipo olímpico de su país en dos Juegos consecutivos. Los capítulos recorren su vida en el agua. De las piletas olímpicas y la alta competencia a los largos en un hotel o las brazadas en el mar. Y en esos recorridos acuáticos vemos cómo se transforma su cabeza de deportista de elite a la de una artista. Los lectores tuvimos un anticipo de este libro en Se vive y se traduce de Laura Wittner publicado el año pasado. Este era el texto que la poeta traducía mientras escribía ese tratado sobre la traducción.
Volvamos a la locura de los editores: este año también reeditaron el excelente epistolario entre Perlongher y Baigorria, Un barroco de trinchera, pero es casi un libro nuevo respecto a su versión anterior: contiene alrededor de treinta cartas nuevas.
11) Bendita indiscreción. Crónica y grandes reportajes, de María Esther Gilio (Estuario)
Durante décadas circularon varias compilaciones parciales de esas entrevistas/perfiles que Gilio pergeñaba. Había de Ediciones de la Flor, del centro Cultural de Cooperación y alguna más. Pero esta pareciera la antología definitiva.
Con edición y buen prólogo (discreto, enriquecedor, generoso y que da ganas de entrar al libro: todas las virtudes que debe tener un prólogo) del escritor uruguayo Carlos María Domínguez, Bendita indiscreción reúne los trabajos más conocidos de Gilio y también aquellos que no tuvieron tanta circulación después de haber sido publicados. Muestra la ductilidad de la periodista, su estilo único, esa voz personal entre ingenua e insidiosa, que nunca es snob ni condescendiente, y explicita por qué la entrevista –en las manos adecuadas- puede ser un género literario mayor. Este libro es una catedral rioplatense.
10) Archivo Piazzolla, de Carlos Kuri (Universidad Nacional de Rosario)
Es el único de los integrantes de esta lista que no apareció en 2022; lo hizo a fines de 2021 pero recién unos meses después comenzó a circular. Kuri había publicado un libro sobre la música de Piazzolla en Corregidor hace un par de décadas. Este trabajo no tiene nada que ver con ese.
Es un libro monumental, desde todo punto de vista. Un trabajo absolutamente inusual en la industria editorial argentina. Un Coffee Table Book imponente que además de textos precisos que recorren la vida y la obra del bandoneonista trae una cantidad abrumadora y fascinante de artículos periodísticos, tapas originales de discos, tapas de revistas, facsimilares de cartas, entradas y programas de espectáculos, las portadas de los libros publicados sobre él y muchísimas cosas más. Una extraordinaria Summa Piazzolliana.
9) Chic. Memorias eclécticas, de Felisa Pinto (Lumen)
Una de los libros más vitales del año lo escribió alguien de 91 años. La escritura de Felisa Pinto es, como ella, elegante. Es decir, tiene gracia, no la erosiona el paso del tiempo, no es solemne ni envarada, mezcla lo clásico con lo moderno en dosis exactas, mágicas.
Durante varias décadas (muchas) Felisa publicó en los mejores medios del país. Primera Plana, Confirmado, La Opinión, Radar, La Nación. Pionera de la crónica de modas en Buenos Aires, fue como la define Victoria Lescano en el prólogo, testigo irreverente de la evolución del gusto.
En la primera parte de Chic, sus memorias, su recorrido vital, su trayectoria en la vanguardia y en la bohemia de su tiempo. La segunda parte es la contracara perfecta: los perfiles escritos por ella de esos personajes que marcaron su tiempo: las Hermanas Ocampo (Silvina y Victoria por separado), Marilú Marini, Juan Gatti, Dalila Puzzovio y hasta Pablo Ramírez. Una conexión con otro de los libros en los puestos más altos de esta lista caprichosa: Felisa fue la esposa de Rubén Barbieri, trompetista, y hermano de Gato, uno de los protagonistas de otro de los grandes libros del año.
8) Lo que no sabemos de Malvinas. Las islas, su gente y nosotros antes de la guerra, de Sebastián Carassai (Siglo XXI)
Al cumplirse los cuarenta años, la Guerra de Malvinas fue tema de decenas de libros. La gran mayoría se centró en el conflicto bélico o en los reclamos argentinos de soberanía. Sebastián Carassai optó por un camino original, que no había sido explorado. La relación de los argentinos con los isleños en las décadas previas al conflicto. Las actividades que realizaban en el país, cómo nos veían, qué se decía de ellos en los medios masivos. Las canciones que desde el año cuarenta se escribieron en Argentina sobre las Malvinas como manera de analizar cuáles eran los conceptos y sentimientos que predominaban en el inconsciente colectivo.
Como hizo con Los años setenta de la gente común y su análisis de cómo la idea de la violencia estaba naturalizada en la sociedad, Carassai vuelve a pensar fuera de lo dado y con un enorme trabajo de investigación con fuentes inéditas, elude los prejuicios y muestra verdades incómodas.
Dentro de la temática bélica, Desembarco en las Georgias de Federico Celesia fue el otro gran trabajo publicado este año.
7) Linterna de nieve. Lecturas de cine, de Matías Serra Bradford (Monte Hermoso Ediciones)
En menos de dos años, Serra Bradford publicó cuatro libros en cuatro editoriales diferentes que agrupan su trabajo periodístico de las últimas décadas. En cada uno, compiló temáticamente sus perfiles e indagaciones de distintos creadores. En Cómo falsificar una sombra (Vinilo) fueron una veintena de obituarios de –principalmente- escritores, en Animales tímidos (Seré Breve) fueron 23 perfiles de poetas.
Este año Ripio editó Trece pintores lectores que, además del ensayo que da título al libro, reúne decenas de escritos sobre pintores. Y Linterna de nieve hace lo mismo (acá se agregan también entrevistas, comentarios de libros y hasta un recorrido por la historia de los diarios de cineastas) con el mundo del cine. Herzog, Tarkovsky, Kluge, Godard, Maker, Cozarinsky y Kaurismäki, entre otros, son abordados por Serra Bradford.
Si se publicaran en un solo volumen, tendríamos la Summa periodística de Serra Bradford pero también un panorama exhaustivo del mundo de las artes de los últimos setenta años. Hay otros autores cuyos perfiles han tenido mayor difusión y son más celebrados. Pero nadie los escribe mejor que Serra Bradford y nadie puede en unas pocas escenas capturar trayectorias vitales y artísticas como él. Son libros, y muy especialmente Linterna de nieve, para leer con un lápiz en la mano: las citas que cuela en cada texto podrían armar una antología paralela. Con este libro, Monte Hermoso sigue alimentando su impecable catálogo.
6) Diario inconsciente, de Santiago Loza (Bosque Energético)
Es el primer lanzamiento de una nueva editorial, Bosque Energético, dedicada a publicar diarios de escritores y artistas. Loza narra su internación psiquiátrica cuando tenía veinte años. Es un falso diario, una memoir camuflada. Los llama apuntes para fijar lo que se difumina. Un diario incompleto sobre lo que no puede recordar del todo. Las entradas están escritas retroactivamente, no en el momento de los hechos.
La mirada extrañada, el autor trata de reconocerse en ese chico de veinte al que se le rompió un puente interno, el que lo conectaba con su zona salvaje y quedó extraviado allí. A la internación lleva un cuaderno pero queda en blanco (otro diario vacío en esta lista como el de Joy Tempest que evoca Zapata); de hecho tarda casi tres años en volver a escribir. Y este Diario inconsciente, nos cuenta Loza, lo escribió en esos cuadernos vacíos que esperaron décadas para que él contara esta historia.
Este año se editó otro extraordinario libro sobre una internación psiquiátrica: S-3. Una memoria de Bette Howland (traducido por Inés Garland para Eterna Cadencia). Howland era una autora todavía inédita en castellano, de la que Eterna Cadencia publicará sus cuentos en unos meses.
5) Los muertos y el periodista, de Oscar Martínez (Anagrama)
Uno de los grandes libros del año. Martínez es un periodista salvadoreño. Sus crónicas fueron premiadas en toda América. Se especializa en narrar la violencia. Durante más de una década y media buceó en las calles salvadoreñas y narró crímenes brutales, la vida de pandilleros, de sicarios, de policías corruptos, de narcos, da bandas criminales. Su materia es la muerte. Y la verdad.
Tres hermanos pobres aparecen muertos en un descampado. Nadie presta demasiada atención. Es algo que sucede todo el tiempo. La versión oficial dice que se trató de un enfrentamiento con la policía, a la que no le quedó más remedio que abatir a los delincuentes. A Martínez, que conoce el terreno como nadie, que no se engaña a sí mismo, no le cierra la historia.
El texto explicita esa investigación, cómo el cronista despliega su obsesión por saber la verdad. Más allá de la intriga del caso y de la pintura de esa violencia cotidiana insoportable, Los muertos y el periodista es un tratado implacable sobre el oficio del periodista. Sobre sus dilemas, sobre las decisiones que debe afrontar a cada paso. Él sabe que hay riesgos, que hay zonas grises, que hay situaciones confusas pero también que hay límites que no se deben cruzar. Y que siempre hay que dudar de lo que le dicen. El gran tema de este libro, que sería una buena lectura para cualquier periodista, es la verdad (y la decencia) imprescindible para ejercer el oficio.
4) Raúl Alfonsín. El planisferio invertido, de Pablo Gerchunoff (Edhasa)
Gerchunoff escribe sobre Alfonsín y excede la biografía. Utiliza los hechos y los datos de una vida para explicar los motivos de sus decisiones. Y para pensar al país. Nos muestra al político que desde Chascomús construye una carrera hasta llegar a la Presidencia. Pero no se queda sólo en esa etapa. Nos muestra al Alfonsín posterior a la Presidencia, todavía más interesante para pensar. El del Pacto de Olivos, la Constituyente, la Alianza o la salida del 2001. Gerchunoff logra que veamos el clima de época y despliega cuáles eran las opciones posibles de acción. No hace trampa con hipótesis plausibles sólo retrospectivamente.
Es un gran ensayo histórico que plantea dilemas, preguntas, en el que subyace un evidente cariño y admiración por su protagonista pero que no impide el equilibrio en los análisis y las conclusiones. Edhasa por segundo año consecutivo logra que uno de los libros del año sea de temática alfonsinista (el del 2021 fue el de Torre y su Diario de una temporada en el quinto piso).
3) Efectos personales, de Marina Mariasch (Emecé)
La gran memoir del año (o autoficción o literatura del yo, como se quiere llamar). El lector, en cada página, siente que tiene a alguien parado sobre su esternón. Una hija merodea el suicidio de una madre. Escribe sobre lo que no se puede contar. No alcanza con una historia fuerte para hacer un gran libro: eso sólo sería catarsis. Mariasch es poeta y se nota. El libro se rompe, como la narradora, y se vuelve a reconstruir. Hay dolor, hay verdad, hay coraje y hay, por supuesto, literatura.
Mariasch recorre los meses previos, el momento de la noticia, el tiempo posterior. Trata de entender. Y recurre a los saltos temporales, al fragmento: al fin y al cabo ese es el material (y el modo) de la memoria. El sentido de un final. ¿Tienen sentido los finales?
2) Klemm, de Rodrigo Duarte
Un libro extraordinario. Ágil, divertido, inteligente. Duarte se hace invisible y pone todo su trabajo al servicio de su personaje. Una biografía oral que muestra todas las facetas del personaje abordado. Sus inicios, la relación con la madre, la explosión en los medios, sus galería, la fundación, el padre, los amantes, el Di Tella, la relación con el dinero, la caída, su legado.
Klemm fue mucho más que un personaje estentóreo y mediático. Duarte a través de los testimonios lo construye, con paciencia y con amor. Lo trata con cariño pero sin retacear la verdad. Como los grandes libros cuenta más de una historia a la vez. Vemos no sólo la vida de este artista, galerista y heredero. El menemismo es otro de los grandes personajes de esta biografía coral: la época está pintada de una manera certera. Hay, por supuesto, historias extraordinarias. El capítulo de la fiesta con los leones en su mansión debe estar entre lo más desopilante y maravilloso que se editó este año.
1) Gato Barbieri. Un sonido para el Tercer Mundo, de Sergio Pujol (Planeta)
Pujol lo hizo de nuevo. Es, sin el menor lugar a dudas, el gran historiador cultural de nuestro país. Sus libros –mayormente dedicados a lo musical- recrean a las grandes figuras de una escena que ya no parece existir, a las obvias y también a los que no fueron debidamente estudiadas. María Elena Walsh, Discépolo, Mercedes Sosa, Yupanqui, Oscar Aleman, el espectáculo en Buenos Aires en los veinte y los treinta, el jazz argentino, Artaud y el 73, la historia del Baile, el rock y la dictadura o un catálogo con las 200 canciones más importantes de la música popular local.
Es nuestro único biógrafo persistente, que se sumerge, libro tras libro, en vidas ajenas y las reconstruye. Biografías a lo anglosajón, exhaustivas, minuciosas, con fuentes novedosas, que esquivan la hagiografía, que transitan lo incómodo y que dan una imagen diferente del personaje tratado. Y que logran que a partir de su publicación, la persona abordada sea mirada a través de los ojos del biógrafo (una de las ambiciones secretas de cualquiera que cuenta una vida ajena). A Pujol no sólo le preocupa la precisión histórica, sino también el estilo. Sus libros siempre están bien escritos.
Parece extraño que nadie se hubiera dedicado hasta ahora a Gato Barbieri. Los comienzos en el Buenos Aires del sesenta, el viaje a Estados Unidos, la Música del Tercer Mundo, el éxito global, Último Tango en París, el paso al costado, los dolores personales, el regreso de los últimos años. La de Gato Barbieri es una de las grandes biografías escritas en el país, un género noble, interesante pero, en nuestro medio, escaso.
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