Podría llamarse Desaparecido pero, en Latinoamérica, esa palabra arrastra otro significado, uno adosado por la historia de las dictaduras que, durante los años 70 y 80, arrasaron con el continente y cercenaron a toda una generación. Es por eso que para titular su novela sobre la desaparición de su tío en 1986, el escritor chileno Alberto Fuguet prefirió el título Missing, más coherente con el paisaje de la costa este estadounidense en el que, de un día para el otro, el hermano de su padre se perdió sin dejar rastro.
“En 1986 mi tío Carlos Patricio Fuguet García se esfumó de la faz de la Tierra, desde la ciudad de Baltimore, en el estado de Maryland, Estados Unidos, lejos de su Santiago de Chile natal. Simplemente dejó de llamar por teléfono y las cartas comenzaron a ser devueltas (...). Desde entonces no hemos vuelto a saber de él. Desde entonces está desaparecido. Missing. Nadie sabe dónde está”, escribe Fuguet en la crónica periodística que dio origen al libro.
Sin embargo, la de su tío fue una desaparición que, al menos a su familia, no alarmó: un día estaba y al otro no, pero nadie lo buscó. Durante su infancia, Fuguet creció escuchando historias difusas y esquivas sobre el paradero del tío Carlos. Con los años, se fue transformando en uno de esos secretos familiares que, ante la reticencia de los adultos de explicarles a los más chicos algo que ellos mismos no terminan de comprender, generó en el pequeño Fuguet una curiosidad imposible de satisfacer. Así, en contra del mandato paterno, decidió atravesar el espeso silencio familiar y arrancar una búsqueda que, ya sea por falta de recursos, dinero o interés, su familia nunca había llevado a cabo.
A grosso modo, ese es el punto de partida de Missing (una investigación), editado por Penguin Random House: un escritor consagrado que viaja a Estados Unidos para embarcarse en la búsqueda de su tío perdido tres décadas atrás. Pero lo que podría a simple vista parecer un thriller atrapante o un oscuro policial, pronto toma un giro inesperado y pone patas para arriba la estructura esperada de esos géneros cuando, casi al comienzo de la novela, el tío aparece.
A cuentagotas, la voz del tío Carlos empieza a tomar importancia en el transcurso de la novela, en una especie de revoque que, in crescendo, va llenando los huecos de esa historia de silencios y secretos. Pero, como era de esperarse de un autor a quien se conoce por difuminar los rígidos límites de los géneros y experimentar con las infinitas posibilidades de la narración, el punto cúlmine de la novela es, justamente, el momento en el que deja de ser una novela y, por casi 200 páginas, se convierte en un extensísimo poema.
Así, la voz en primera persona del singular que se mantiene, casi sin interrupciones, a lo largo del libro, pasa de representar al propio Fuguet y se transforma en la de su tío que, en una especie de largo y seccionado poema épico, narra su propia vida: la mudanza de Chile a Estados Unidos, el fallido sueño americano, su huida, su paso por la cárcel, el alcohol, las drogas, las mujeres (y algún que otro hombre), el regreso, las changas, la pobreza. Una vida que, admite, “es, desde otros ojos, un poco patética, lo sé”.
Pero, a pesar de todo, no hay quejas en la vida del tío Carlos: “Nada salió como quise, estoy peor de lo que jamás imaginé y, a la vez, no todo es tan malo: tengo algo de energía, tengo algo de salud, nada de dinero, pero puedo vivir, vivir digno, básico”.
¿Cuánto hay de ficción en Missing, y cuánto de realidad? Para desentenderse de ese escrutinio que suele hacerse de las obras en la actualidad -como si a la literatura realmente le importara-, Fuguet eligió como epígrafe una frase que Ernest Hemingway escribió en el prólogo de su autobiografía, París era una fiesta: “Si el lector lo prefiere, puede considerar el libro como obra de ficción. Pero cabe la posibilidad de que un libro de ficción arroje alguna luz sobre las cosas que fueron contadas como hechos”.
Fragmentos de poemas de “Missing”, de Alberto Fuguet
“libertad condicional”
uno siempre tropieza o vuelve a hacer
lo que se prometió no volver a hacer:
en mi caso, volver donde mi padre,
a la casa, que ya no era mi casa,
pero era la casa,
la casa de mis padres,
la casa de mi padre.
cuando ya te faltan treinta, treinta y cinco días para salir te llaman
y te preguntan dónde vas a vivir,
hay que tener una dirección,
mi papá ofreció su casa
porque me iban a pedir un lugar
y si tú no tienes la dirección,
no te sueltan,
entonces uno tiene que ir forzado
donde un familiar o amigo,
ellos aprueban o pueden desaprobar,
depende si les parece un lugar digno, adecuado,
en el único caso donde no pasa eso es cuando
cumples toda tu condena,
no les importa dónde vas a vivir,
te puedes ir a un hotel de mierda,
a una pieza en el centro,
pero como yo tenía que hacer my probation,
mi libertad condicional,
y quería salir,
tuve que aceptar irme donde mi padre,
salir de prisión para volver a prisión,
claramente no era eso:
sería una falta de respeto pensar eso,
pero lo pensé.
lo pensé al momento de firmar,
de salir,
de llegar,
de estar,
tanto correr,
tantas vueltas,
tantos años y volver a lo mismo,
a los mismos códigos de siempre,
di esa dirección en orange county,
en el toro,
así se llamaba el barrio,
ese trozo suburbano donde vivían por esa fecha,
el sistema carcelario aprobó el cambio,
originalmente yo tenía que estar en elei,
pero pude lograr el cambio al otro condado
y volver donde mis padres a este sitio,
era un lugar nuevo,
verde,
limpio,
sin edificios,
sólo casas,
jardines,
calles anchas,
y nada,
pero nada que hacer.
“adrift”
te puedes mover mucho cuando
nada de ata,
nada te ataja.
estuve por todas partes:
east-west,
de aquí para allá,
de costa a costa,
deambulando,
explorando,
north by northwest,
south by southwest,
de allá para acá,
criss-crossing, on the road,
every which way but loose.
nadie me buscó no más.
no estuve escondido,
aterrado,
a la sombra.
me estuve moviendo,
me desplacé para todas partes,
nunca paré.
¿perdido?
nunca estuve perdido,
me parece casi insultante,
no soy un niñito que se perdió
en un centro comercial antes de navidad.
yo no me perdí,
no soy un perdido.
no, nunca me he sentido perdido en ese sentido,
sin norte, adritf.
yo siempre tuve claro lo que quería,
dónde quería estar,
quería estar lejos,
quería ser libre,
quería viajar y vivir liviano.
“contar”
¿vida interior?
claro que tengo,
uno tiene una vida incluso cuando no tiene vida,
¿qué es una vida?
nada peor que comparar,
ya no comparo,
ya no me comparo,
además sé que es injusto
porque hay tanta gente que supuestamente
tiene más que yo y apenas aguanta,
apenas lo soporta,
apenas se soporta.
tuve mi etapa suzette,
mi etapa barbara,
pero eso no implica que no existí,
antes o después,
tus parejas no te definen,
al menos no me definieron a mí.
una mujer que quiso algo más de sexo,
cuando todavía pensaba que el sexo me podía ayudar,
me dijo que nunca me había enamorado.
quizás es cierto,
quizás,
no creo,
creo que con suzette pasaron cosas.
quizás eso fue todo lo que pasó,
cosas.
uno existe cuando no está enamorado, casado,
emparejado,
uno existe igual,
uno existe de verdad,
quizás uno existe más,
porque todo se siente
a solas,
no estás en medio de una histeria,
de mareos químicos, de alteraciones biológicas,
y nadie está ahí para ayudarte,
para escucharte,
no tienes a nadie para comprobar que existes.
una vez, un tipo, en los cayos,
me lo dijo:
al final, amar tiene algo de mentira,
es una idea, más allá de que creas que no lo sea,
uno cree que ama pero en el fondo
amas que te amen de vuelta,
o amas lo que te imaginas que amas,
amas lo que te gustaría amar,
amas lo que no tienes y te gustaría tener,
quizás por eso luego captas
que amaste o fuiste amigo o te acostaste
con alguien que desprecias,
con el cual no tienes nada que ver,
en la que no confiarías jamás,
ni por un minuto,
si eso es así,
¿cómo se explica que haya sucedido algo antes?
no sé,
a veces pienso
que no es más que
la soledad lo que te empuja,
lo que te lleva a buscar a otro.
ahora estoy solo, sí,
mi vida es, desde otros ojos,
un poco patética, lo sé.
nada salió como quise,
estoy peor de lo que jamás imaginé
y, a la vez, no todo es tan malo,
tengo algo de energía,
tengo algo de salud,
nada de dinero, pero puedo vivir,
vivir digno,
básico,
pero como tengo luz, tengo agua,
tengo auto,
no puedo tener lujos.
sé que los que lean esto podrán decir:
dios, qué vida,
qué soledad, qué desastre,
a ellos les digo: sí,
a veces se siente la soledad,
a veces te aplasta, pero ya no lloro,
salgo a caminar,
enciendo la tele,
¿si prefiero estar como estoy ahora que a los treinta?
sí, claro que sí,
ya no estoy preso,
ya no me siento en una celda,
estoy solo, sí,
pobre, jubilado, sin nadie,
trabajando en una mierda,
pero estoy libre,
no estoy perdido,
no estoy escondido,
tengo contacto con mi gente y ya ves,
aquí estoy,
contando esta historia,
contándote mi historia.
raro: no sé por qué pero me siento más libre,
liviano,
me siento menos solo,
me siento más joven,
casi me dan ganas de empezar de nuevo,
pero uno sólo tiene una vida,
quizás tiene muchas historias,
pero una sola vida.
veremos qué pasa,
veremos qué pasa.
Quién es Alberto Fuguet
♦ Nació en Santiago, Chile en 1964.
♦ Es escritor, cineasta y periodista.
♦ Escribió libros como Mala onda, Missing, Sudor y No ficción.
♦ Dirigió películas como Se arrienda, Velódromo, Música campesina, Invierno y Cola de mono.
♦ Recibió galardones como la Beca Guggenheim en la categoría Ficción, el Premio Periodismo de Excelencia en la categoría Entrevista y el Premio Moviecity en el Festival Internacional de Cine de Valdivia.
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