¿Qué hubiera pasado si Cenicienta nunca hubiera perdido su zapato de cristal o si a Rapunzel le gustara llevar el pelo corto? En los últimos años, un género ha ido ganando terreno de manera ininterrumpida en la literatura infantil y juvenil. Hablamos del retelling, que consiste en volver a contar una historia conocida por todos -en particular cuentos de hadas y clásicos de la literatura- pero de una manera diferente.
La joven escritora estadounidense Marissa Meyer, conocida por su exitosa serie de novelas Las crónicas lunares, ha es una de las mayores exponentes actuales del género y ha sido llamada “la reina absoluta del retelling” por el New York Times, cuya lista de bestsellers encabezó como autora número uno en ventas.
Esta vez, Meyer volvió al mercado hispanohablante con Gilded, la primera entrega de dos libros que girarán en torno a Rumpelstiltskin, el enano saltarín de los Hermanos Grimm. En esta nueva novela, editada por V&R, la protagonista Serilda es hija de un molinero y desarrolló un talento especial para inventar historias fantásticas y fascinantes, pero completamente falsas. Un día, uno de esos extravagantes cuentos llama la atención del rey Erlking y la encierran en una habitación del castillo a realizar la imposible tarea que dijo que era capaz de hacer: convertir la paja en oro. De no hacerlo, la matarían a ella y a su padre por mentir.
En una entrevista, la autora declaró: “Siempre supe que volvería a contar cuentos de hadas. Hay tantas historias que amo y que tienen mucho potencial para ser reinterpretadas. Rumpelstiltskin es una de las que ha estado en mi radar durante años y estoy realmente emocionada de darle mi propio giro a esta historia súper espeluznante”.
Así empieza “Gilded”, de Marissa Meyer
Madam Sauer era una bruja. Una bruja real, no la clase de bruja a la que se refieren las personas groseras para describir a una mujer desagradable y demacrada, aunque también era eso. No, Serilda estaba convencida de que Madam Sauer ocultaba poderes ancestrales y celebrara en comunión con los espíritus en la oscuridad del bosque durante cada luna nueva.
Tenía poca evidencia para comprobarlo. O más bien, era solo una corazonada. Pero ¿qué otra cosa podía ser la antigua maestra malhumorada con esos dientes amarillentos algo afilados? (En serio, si la mirabas de cerca, se podía notar que parecían agujas inconfundibles, al menos cuando la luz se reflejaba de una manera en particular o cuando se quejaba de su parva de estudiantes miserables, otra vez). Los aldeanos insistían con culpar a Serilda por cada desgracia que recaía sobre ellos, por más pequeña que fuera, pero ella sabía la verdad. Si había alguien a quién culpar, era Madam Sauer.
Era probable que preparara pociones con uñas de los pies y tuviera una salamandra alpina como mascota. Cositas pegajosas y desagradables. Irían bien con su temperamento.
No, no, no. No quiso decir eso. Le gustaban las salamandras alpinas. Nunca les desearía nada tan horroroso como estar espiritualmente conectadas a este ser humano abominable.
–Serilda –dijo Madam Sauer con el ceño fruncido, su expresión favorita. Al menos, asumía que tenía esa cara. No podía realmente verla si tenía los ojos tan modestamente fijos en el suelo de tierra de la escuela.
»Tú no fuiste –continuó la mujer con palabras lentas y filosas–, bendecida por Wyrdith. Ni por ninguno de los dioses antiguos, para que conste. No negamos que tu padre sea un hombre respetable y honesto, ¡pero él no rescató a una bestia mítica herida por la cacería salvaje! Esas cosas que les cuentas a los niños, son... son...
¿Ridículas?
¿Absurdas?
¿Algo entretenidas?
–¡Siniestras! –soltó abruptamente Madam Sauer, escupiendo algunas gotas sobre las mejillas de Serilda–. ¿Qué enseñanzas les dejará? ¿Creer que eres especial? ¿Que tus historias son un regalo de un dios, cuando deberíamos inculcarles el valor de la honestidad y humildad? ¡Una hora escuchándote y echas a perder todo por lo que me esforcé todos estos años!
Serilda torció la boca hacia un lado y esperó recibir el golpe. Cuando parecía que Madam Sauer se había quedado sin más acusaciones, abrió la boca, inhaló profundo, lista para defenderse; había sido solo una historia después de todo. Además, ¿qué sabía Madam Sauer sobre ella? Tal vez su padre sí había rescatado al dios de las mentiras durante el solsticio del invierno. Él mismo le había contado la historia cuando era niña y ella luego había revisado los mapas astrales. Ese año sí había habido una Luna Eterna, tal como este próximo invierno.
Pero todavía faltaba casi un año entero para eso. Un año para soñar historias exquisitas y fantásticas y sorprender y asustar a los más pequeños que estaban obligados a asistir a esta escuela desalmada. Pobrecitos.
–Madam Sauer...
–¡Ni una palabra!
Serilda cerró la boca sin pensarlo dos veces.
–Ya escuché suficientes blasfemias de tu boca como para toda una vida –gritó la bruja, antes de resoplar frustrada–. Desearía que los dioses me hubieran salvado a mí de una alumna como tú.
Serilda se aclaró la garganta e intentó continuar con un tono sensible y tranquilo.
–Técnicamente, ya no soy su alumna. Parece olvidar que esta vez vine como voluntaria. Soy más bien una asistente, no una estudiante. Y por lo que veo... creo que valora mi presencia, ya que no me pidió que dejara de venir. ¿Todavía?
Se animó a levantar la vista, sonriendo de un modo esperanzador. No sentía nada agradable por la bruja y era consciente de que Madam Sauer tampoco por ella. Pero estar con los niños, ayudarlos con sus trabajos, contarles historias cuando Madam Sauer no estaba cerca, eran algunas de las cosas que le traían alegría. Si Madam Sauer le pedía que dejara de asistir, se sentiría devastada. Los niños, los cinco, eran los únicos de toda la aldea que no la miraban como si fuera una desgracia para su comunidad respetable.
De hecho, eran los pocos que a menudo se animaban siquiera a mirarla. Los rayos dorados en sus ojos ponían incómoda a la mayoría. A veces, incluso se preguntaba si el dios había elegido marcar sus iris porque se supone que no debes mirar a la otra persona a los ojos cuando estás mintiendo. Pero Serilda nunca
había tenido problemas para mantenerle la mirada a alguien, estuviera mintiendo o no. Era el resto de las personas quienes tenían dificultad para mantener la suya. Salvo los niños. No podía irse. Los necesitaba. Y le gustaba creer que ellos también la necesitaban a ella.
Además, si Madam Sauer la echaba, eso significaría que se vería obligada a conseguir otro trabajo en el pueblo y, por lo que sabía, el único trabajo disponible era... hilar. Puaj.
Pero Madam Sauer mantuvo una expresión solemne. Fría. Incluso rozando la ira. Los músculos por debajo de su ojo izquierdo parecían temblar, una clara señal de que Serilda había cruzado la línea.
Con un movimiento brusco de su mano, Madam Sauer tomó la rama de sauce que tenía sobre su escritorio y la levantó. Serilda se encogió, un gesto instintivo de tantos años de haber sido una alumna de aquella escuela. Hacía años que no le golpeaban las manos, pero aún sentía el fantasma del dolor que producía la rama sobre su piel. Aún recordaba las palabras que debía repetir con cada azote.
Mentir es malo.
Mentir es obra de los demonios.
Mis historias son mentira, por eso soy una mentirosa.
Quizás no fuera tan terrible, pero cuando la gente dudaba que fueras a decir la verdad, inevitablemente dejaban de confiar también en otros aspectos de tu persona. No confiarían que no les robarías. No confiarían que no los engañarías. No creerían que pudieras ser responsable o considerada. Ensuciarían cada uno de los elementos de tu reputación, de una forma que para Serilda era increíblemente injusta.
–No creas –dijo Madam Sauer–, que solo por ser mayor de edad, no te quitaré la maldad a golpes. Una vez mi alumna, por siempre mi alumna, señorita Moller.
Serilda inclinó la cabeza hacia adelante.
–Perdón. No volverá a ocurrir.
La bruja resopló.
–Desafortunadamente, ambas sabemos que esa es tan solo otra mentira.
Quién es Marissa Meyer
♦ Nació en Washington, Estados Unidos en 1984.
♦ Es escritora, conocida principalmente por sus novelas de retelling, en las que reescribe cuentos de hadas tradicionales.
♦ Es autora de libros como Cinder, Scarlett, Heartless, Supernova, Archienemigos y Karma al instante.
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