Era 2006 y “Cien años de soledad”, uno de los libros más importantes de la literatura universal, daba pie a una historia que no se encontraba en sus páginas, sino en la riqueza de su primera edición encontrada en una librería de Uruguay.
En 2015, el mismo objeto, esta vez en Colombia, encendía las alarmas de la Interpol y la noticia de su robo en la capital del país se trepaba a las portadas de los principales diarios del mundo. Ahora, en 2023, este mismo ejemplar, esta primera edición de la obra magna de Gabriel García Márquez, verá nuevamente la luz al interior de la Biblioteca Nacional de Colombia.
Los colombianos y fanáticos de Gabo en el país podrán volver a apreciar esta primera edición de la novela, que durante un tiempo estuvo en poder de Álvaro Castillo Granada, un librero dedicado a recuperar textos viejos. El propio García Márquez le dio el apodo “librovejero”, y desde entonces lo ha cargado consigo.
Su historia con la primera edición de “Cien años de soledad” inició en una librería de Montevideo. Siempre fiel a su costumbre de visitar librerías adonde quiera que vaya, Castillo Granada no dudó en visitar las que pudo en la capital uruguaya, cuando visitó el país, hace ya unos buenos años. En uno de los sitios a los que entró con interés, pero sin anticipar siquiera lo que vendría, intentando dar con la sección de literatura latinoamericana y poesía, logró ver la primera edición de la gran obra del escritor colombiano. A día de hoy no recuerda el nombre de la librería, o la ubicación, pero sí la sensación que le produjo aquel encuentro. Se quedó atónito.
El “Librovejero” aún tiene muy presente aquella mañana de octubre de hace 16 años. Sin pensarlo, actuó de inmediato ante su impulso de Indiana Jones de la literatura. “Se la pasé al librero y le pregunté el precio. Para la época eran como unos 7 dólares. ¿Vos no me podés hacer una atención?, le dije yo usando las costumbres de ellos. Me dijo bueno, 6. Le pagué y él metió el libro en una bolsa blanca”, ha compartido Castillo Granada.
El libro acababa de llegar un día antes a la librería de aquel librero uruguayo. En cuanto lo envolvió en aquella bolsa y lo entregó, el vendedor cuestionó a Castillo Granada si alguna vez había visto aquella extraña tapa del libro, pero él mantuvo su papel y respondió que no. Su estrategia había funcionado, pero por su cabeza, la agonía de ser descubierto por aquel hombre lo llevó a tener que actuar lo más normal posible.
“Comencé a tener una angustia y le dije, sudando, ¿me podés prestar el baño? El libro ya era mío, pero solo pensaba: este tipo se va a dar cuenta de que cometió un error al venderlo. Volví, le di las gracias, salí de la librería y corrí como si me lo hubiera robado, pero no era así, lo había pagado”. Dijo Álvaro Castillo en entrevista con El País.
La suerte del librero colombiano no paró ahí, justo después de lograr su cometido y hacerse con la primera edición de “Cien años de soledad”, más tranquilo se adentró junto a su tesoro en otra librería, y en ella encontró otra primera edición, la de “Historia de un Deicidio” del escritor peruano Mario Vargas Llosa.
En 2014, Gabriel García Márquez falleció a la edad de 87 años, y en 2015, en la capital de su país natal se le homenajeó en la Feria Internacional del Libro de Bogotá, que contó con Macondo como país invitado. Fue allí donde la historia de la primera edición en poder de Castillo Granada cobró relevancia.
La Cámara Colombiana del Libro y los organizadores de la FILBo, le pidieron al librero prestar su colección de libros del escritor cataquero. Entre lo que conservaba bien Castillo Granada, se encontraba la primera edición de “Cien años de soledad”, firmada y dedicada para él por el propio García Márquez.
En aquella edición de la FILBo, los visitantes pudieron apreciar de cerca las primeras ediciones de casi todas las obras del escritor y la tan preciada de su título más importante. Todo fluyó con normalidad en el evento cultural, hasta aquel 2 de mayo.
“Hermano, se acaban de robar su primera edición de “Cien Años de soledad” (alguien llamaba a Castillo Granada para contarle la noticia). Me quedé callado y creo que solo alcancé a decir: no lo puedo creer, no lo puedo creer. Colgué y me fui para allá”, recuerda el librovejero. Ante el robo, se dirigió al stand y recogió los otros libros que había prestado, temiendo que sufrieran el mismo destino que su preciada adquisición. La noticia trascendió a los medios internacionales, quienes señalaron el robo como una “Vergüenza Nacional”.
La policía interrogó a los encargados del pabellón del país invitado, donde el libro fue visto por última vez, y se montó un operativo por toda la ciudad. Conforme creció el caso, el libro adquirió una alerta por parte de la Interpol.
El tormento acabó para Castillo Granada y el mundo de la literatura, con un mensaje de un amigo que le informaba de la aparición de su libro autografiado. El departamento de Policía de Colombia y el mismo general Rodolfo Palomino, se encargaron de devolverle el ejemplar en persona y ante los medios.
Antes del robo, el coleccionista ya había pensado en donar sus primeras ediciones a la Biblioteca Nacional. Cuando le regresaron su primera edición, dio inicio a la entrega. Y si bien el robo le generó la atención de los medios, el recibimiento de la colección por parte de la biblioteca no fue nada mediático.
Desde aquel día en que Castillo Granada entregó su colección, la primera edición de “Cien años de soledad estuvo resguardada en una bóveda de seguridad que solo podía ser consultada bajo una estricta solicitud y una muy cuidada revisión. Por suerte, la cosa ya no será tan rigurosa y el libro volverá a ser admirado.
El Librovejero es oriundo de Bucaramanga, pero se crio en Bogotá. Cuando se encontraba en la primera etapa de su juventud, trabajó en librerías de segunda mano del centro de la capital colombiana, fue ahí donde aprendió el oficio. Desde aquellos tiempos, Castillo Granada se dedicó a emprender la búsqueda de sus preciados tesoros, entre ellos un archivo sobre el Nobel, que incluye artículos sobre Gabo publicados en revistas pornográficas.
Álvaro Castillo Granada da lectura a “Cien años de soledad” una vez al año, tarea que lleva realizando por casi 30 años consecutivos. Así mismo, estableció una relación con García Márquez, a quién le conseguía algunos títulos específicos. Por ello, la célebre dedicatoria: “Para Álvaro Castillo, el librovejero, como siempre, y desde siempre, de su amigo. Gabo″.
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