El tuit que Hanif Kureishi dejó fijado en su cuenta lo explica todo: “Me gustaría que supieras que en Boxing Day, en Roma, después de dar un cómodo paseo hasta la Piazza del Popolo, seguido de un paseo por Villa Borghese, y luego de vuelta al apartamento, tuve una caída”. “Boxing Day” es el 26 de diciembre. Kureishi sigue: “Acababa de ver el gol de Mo Salah contra el Aston Villa y me había bebido media cerveza cuando empecé a marearme. Me incliné hacia adelante y puse la cabeza entre las piernas; me desperté unos minutos después en un charco de sangre, con el cuello en una posición grotescamente retorcida, mi mujer de rodillas a mi lado”.
El autor de El Buda de los suburbios había tenido una descompensacion cardíaca que lo dejó paralizado. Contó en ese tuit el 6 de enero: “Entonces experimenté lo que sólo puede describirse como un objeto semicircular con forma de cuchara y garras que se dirigía hacia mí. Utilizando lo que me quedaba de razón, vi que era mi mano, un objeto extraño sobre el que no tenía ningún poder”.
No podía caminar, no podía mover los brazos ni las piernas ni rascarse la nariz. Lo operaron de la columna. Es un escritor de alma: empezó a tuitear, empezó a narrar. Y sigue.
A través de sus palabras lo hemos visto sufrir, amar a su mujer, agradecer a Salman Rushdie, conversar con sus médicos y sus enfermeros en el hospital Gemelli, mejorar. Ahora sigue internado pero en otra clínica. Y sigue escribiendo una crónica íntima y apasionante.
Hanif Kureishi es un autor inglés de padre paquistaní. Un novelista destacado y el autor del guión de una película que pegó fuerte en su momento: Ropa limpia, negocios sucios, protagonizada por Daniel Day Lewis.
Tiene 68 años, una carrera literaria brillante y ahora habla de la muerte que casi lo atrapa, de la vida de acá en adelante, del amor, de los otros. Del estudio adonde escribe y adonde espera volver pronto. De la silla de ruedas que tiene por delante.
Decía este sábado: “Qué fácil es casi morir. Me despierto a las cuatro de la mañana sabiendo que hoy me mudo. Me pregunto cómo será el lugar”.
Sigue: “A las cinco llega mi médico favorito y comenzamos nuestra charla matutina. Hablamos de mis piernas, de Giorgia Meloni, de la educación de los adolescentes y del placer de que tus hijos se conviertan en tus amigos.”
Hablan de libros y, mientras tanto, el médico lo atiende: “Le enseño una foto de mi psicoanalista y le sugiero algunos libros. Rompe una galleta azucarada en un té turbio y me da de comer mientras me cuenta la historia de que le llevaron a Calabria para operar a un mafioso”
Entonces entramos en una historia secundaria: “Dice que la experiencia le sorprendió porque, a pesar de la gran riqueza de los mafiosos, parecían llevar una vida bastante miserable. Habría pensado, dice, que tendrían mejor gusto para las alfombras. Seguimos hablando durante una hora sobre esto y aquello...”
Y aparece la ironía del autor: “Es maravilloso haber encontrado un compañero así. Le pregunto qué es lo que más le preocupa. Dice que el futuro de Italia. Tengo que decir que quedarse paralítico es una forma estupenda de conocer gente nueva”.
Pero hay que despedirse, porque empieza una nueva etapa. Volvemos a la historia principal: “Entonces Isabella y yo salimos de mi habitación y nos llevan en ambulancia al nuevo hospital. Vislumbro el cielo azul resplandeciente. Mi nueva habitación es amplia y cómoda y cuenta con instalaciones sofisticadas”.
Pero esto no es turismo, esto es una experiencia límite. Y Kureishi lo siente: “Inmediatamente me siento deprimido. Estoy desesperado, no quiero estar aquí, quiero irme a casa, prefiero morir ahora. Ya he tenido suficiente de esta mierda. Siento que me faltan fuerzas para enfrentarme a esto. Realmente no quiero vivir así. Es una mierda y estoy cansado de pedirle a Isabella que haga tanto por mí.”
“Siento que me faltan fuerzas para enfrentarme a esto. Realmente no quiero vivir así” Hanif Kureishi
El escritor de fama internacional se siente débil, se siente triste. Pero la está peleando. Así que en los próximos tuits ya asoma una esperanza: “Una joven en silla de ruedas con el pelo teñido de azul brillante entra en la sala y nos presentamos. Le pregunto si podemos ser amigos. Le suplico que no me deje ir. Me dice que no. Dice: ‘Después de mi accidente, cuando llegué aquí, sólo me quedaba un ojo’”.
Pero esto es una montaña rusa y todo se puede complicar en cualquier momento. “Isabella me da de comer y yo ingiero un trozo de pescado bastante grande. Segundos después, me atraganto. Isabella pide ayuda a gritos y cuatro personas entran corriendo en la habitación y, tras darme unas palmadas en la espalda y tirar desde delante, me sacan el pescado”.
Pero el hombre no murió -claro, nos está contando esto- y vuelve a mirar las cosas terribles con algo de humor: “El médico me dice que podría haber muerto en cualquier momento. Me lo tomaré con calma con el pescado en el futuro”.
La crisis pasó, ahora hay que enfrentar una realidad que es durísima: “Más tarde, un hombre entra en la habitación con una cinta métrica. Dice que está comprobando mi talla para la silla de ruedas”.
Y se despide: “Hasta mañana, queridos amigos, en estos tiempos de mierda, vuestro escritor Hanif, y un beso”.
Pero al día siguiente, el domingo, el tuit empieza con una frase que asusta. Dice “Un mensaje de Carlo”. Carlo es el hijo de Hanif. ¿Por qué el y no el autor es el que está escribiendo? Carlo intenta tranquilizarnos: “Papá está bien y descansando hoy, disfrutando del Spurs vs Arsenal. Vuelve mañana. Un gran trago para él”.
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