Inventó “2001: Odisea del espacio” pero temía encontrarse con verdaderos extraterrestres

Arthur C. Clarke creó un mundo de ciencia ficción que se popularizó a nivel global tras la adaptación que Stanley Kubrick hizo de su obra. Muchas de sus predicciones se cumplieron.

Arthur Charles Clarke (Foto: Wikipedia)

Por estos días se recuerda, y hasta habrá quienes festejen, un cumpleaños ficticio. Se trata del de la computadora inteligente del film 2001: Odisea del espacio, dirigido por Stanley Kubrick. “Soy una computadora HAL 9000 -dice la misma máquina en su voz monocorde- comencé a funcionar en los laboratorios HAL el 12 de enero de 1992″.

En esa película, HAL es la responsable de guiar a la nave espacial Discovery hacia la órbita de Júpiter para investigar una “anomalía”: un monolito de origen misterioso. Así imaginaba el futuro el gran escritor de ciencia ficción Arthur C. Clarke, en cuyos relatos -entre ellos El Centinela, acerca de un antiguo artefacto colocado en tiempos remotos en nuestra luna por una civilizacion extraterrestre- se basa el guión de la película.

Si bien 2001: Odisea del espacio se estrenó hace más de medio siglo, las ideas geniales de Clarke se anticiparon con tal precisión a nuestra época que muchas escenas podrían haber sido filmadas ayer. Un ejemplo de esto son los paisajes lunares. La película se estrenó en abril de 1968, es decir más de un año antes de la llegada de la humanidad a la Luna, que recién tuvo lugar en julio de 1969. Y aunque es cierto que ya varias sondas lunares habían tomado fotos blanco y negro de nuestro satélite, la exactitud con la que Clarke imaginó los paisajes para las caminatas lunares es realmente asombrosa. Lo mismo vale para las imágenes en órbita de Júpiter.

Inteligencia artificial

El mayor acierto de Clarke reside, sin embargo, en haber imaginado hace más de medio siglo el avance de la inteligencia artificial. En varios aspectos, la imaginación de Clarke fue aún más allá de los mejores programas de los que disponemos hoy en día. Si bien tenemos sistema como Siri o Alexa, capaces de interpretar órdenes verbales y de responder a ellas, no disponemos aún de ningún diseño capaz de mantener diálogos más sofisticados o profundos. HAL 9000, la computadora inteligente que Clarke imaginó y cuyo aniversario inspira esta nota, resolvía órdenes muy por encima de cualquier computadora inteligente de la actualidad.

Un fotograma de "2001: Odisea del espacio", dirigida por Kubrick. (Moviestore/Shutterstock)

Esto se debe en parte al optimismo que reinaba en esa época acerca de la posibilidad de crear una computadora cuya inteligencia alcanzara o incluso superara la del ser humano. Sistemas tales como ELIZA, creado en los años previos al estreno de 2001: Odisea del espacio, propiciaban esa ilusión. ELIZA parecía capaz de mantener conversaciones con humanos. Pero en los hechos, no era más que una torpe simulación que se limitaba a reconocer palabras clave y a responder vaguedades.

Hoy en día, la inteligencia artificial ha moderado significativamente sus expectativas. Para bien o para mal, los avances en esa disciplina están orientados a conseguir resultados concretos y a suplir la inteligencia humana en áreas específicas, no a imitarla ni a superarla. Un ejemplo es el sistema de ChatGPT, recientemente presentado por OpenAI: si bien es capaz de generar textos notables, es notablemente incapaz de pensar o interpretar los textos que genera.

Su funcionamiento está basado en el procesamiento estadístico de vastos repositorios de datos. Esto es un patrón común de la IA actual: lo que no se entiende se simula en base a estadísticas. En otras palabras: ChatGPT no entiende absolutamente nada de lo que escribe. O mejor dicho, ChatGPT no es una entidad como lo es una persona, ni siquiera una ardilla. Es una vasta red de parámetros estadísticos. En este sentido, ChatGPT es una simulación muchísimo más poderosa y útil que ELIZA, pero simulación al fin. No hay “nadie” detrás de los textos que genera. Ni tiene comprensión alguna de la realidad.

Las investigaciones prosiguen, y algún día lograremos quizá crear una mente artificial cuya complejidad y capacidad se acerque al cerebro humano (o a HAL 9000). Pero es posible que eso tome siglos, o quizá milenios. Muchos investigadores creen que llegaremos a crear computadoras tanto o más capaces que los humanos, pero que estas jamás serán capaces de pensar o sentir como nosotros. Esto, sin embargo, no otiene por qué impedir futuros avances.

Como dijo el matemático y experto en algoritmos holandés E. W. Dijkstra: preguntarse si las computadoras pueden pensar equivale a preguntarse si los submarinos pueden nadar. Sin duda logran desplazarse a través del agua, pero no de la manera en que lo haríamos nosotros. De igual modo, nuestras computadoras logran obtener soluciones a las que nosotros nos costaría llegar, y a velocidades que nos exceden por completo. Pero, según Dijkstra, deberíamos evitar las metafóras basadas en capacidades o conductas humanas para describir el funcionamiento de sistemas informáticos. Es posible que estos nos alcancen y superen, pero siguiendo caminos muy distintos.

Un consejo de Carl Sagan para lidiar con los extraterrestres

Los directores debieron enfrentar desafíos de igual profundidad hacia el final de la película. El guión establecía que debía producirse un encuentro con la civilización extraterrestre. Pero Clarke y Kubrick no solo no encontraban la forma adecuada para hacerlo, sino que además les preocupaba seriamente que se produjera un encuentro con verdaderos extraterrestres y que estos no coincidieran con lo que habían imaginado.

Stanley Kubrick adaptó la obra de Clarke al cine.

Según recordaba Clarke, Stanley Kubrick intentó contratar una póliza de seguro a través de Lloyds para protegerse de las eventuales pérdidas que causaría la detección de una inteligencia extraterrestre antes del estreno de la película. Pero Lloyds se negó. Decidieron entonces consultar a un experto y recurrieron a otra gran figura del siglo XX: el astrónomo Carl Sagan. Este les aconsejó que en lugar de retratar a los extraterrestres del film de una manera precisa, lo hicieran de un modo abstracto. Clarke y Kubrick le hicieron caso y en lugar de imaginar la fisonomía de seres concretos utilizaron formas y colores para sugerir su presencia.

Más allá de 2001

2001: Odisea del espacio tuvo varias secuelas en distintos formatos. La más digna de mención es la película 2010: Odisea dos, que descifra muchos de los enigmas que habían quedado pendientes. Estrenada en 1984, esta secuela está atravesada además por el contexto geopolítico de la Guerra Fria. Aún en ese eje, alejado de su foco científico-tecnologico, Clarke logró acertarle una vez más al futuro: imaginó que en ese año, 2010, un presidente afroamericano gobernaría los Estados Unidos. Esto fue, en los hechos, exactamente lo que ocurrió, ya que en 2010 el presidente nortemericano era Barack Obama, quien gobernó esa nación entre 2009 y 2017.

Menos sorprendente, ya que ambos films fueron concebidos en plena Guerra Fría, es que Clarke haya anticipado también tensiones bélicas entre Estados Unidos y Rusia. En una brevísima toma de Odisea dos la cámara muestra una ficticia edición de la revista Time que se pregunta (como muchos analistas lo hacen hoy a causa del enfrentamiento en Ucrania) si habrá guerra entre Rusia y los Estados Unidos. Un imaginario presidente afroamericano Milson dirige entonces el siguiente discurso a los astronautas norteamericanos:

“Traigo un anuncio muy difícil que hacer. Como saben, las cosas aquí en la Tierra no han andado bien. De hecho, han empeorado. Están peor, mucho peor. Los Estados Unidos han roto relaciones diplomáticas con Rusia. Todos nuestros embajadores han sido retirados. Todos los diplomáticos rusos han sido expulsados de los Estados Unidos. Todas nuestras fuerzas están en alerta máxima. El premier ruso Ulanov ha dicho que ‘técnicamente’ nuestros países se encuentran en guerra”.

En el film, estas tensiones obligan a rusos y norteamericanos a separarse en sendas naves espaciales en órbita de Júpiter.

Profecías y dilemas éticos

Las profecías tecnológicas de Clarke asombran hoy por lo exactas. Pero de mayor importancia aún son los dilemas éticos que dejó planteados. En 2001: odisea del espacio, la computadora HAL 9000 es capaz de prodigios, pero también de arrebatos homicidas. Una serie de contradicciones en los datos que ha recibido lleva a HAL a asesinar a la tripulación de su nave.

En una escena famosa, el astronauta Dave Bowman logra eludir sus trampas y reingresar a la nave. Logra luego acceder al interior de HAL 9000 y procede a desconectar sus módulos de memoria, uno por uno, hasta que esta deja de funcionar. Hoy en día no cabe esperar que una computadora llegue a esos extremos, pero los interrogantes que planteaba Clarke en 2001 siguen vigentes: ¿qué es realmente la inteligencia? ¿Hasta qué punto nos conviene que nuestros sistemas informáticos imiten nuestra forma humana de razonar? Y finalmente: ¿qué tanto poder estamos dispuestos a cederles a esos sistemas, a medida que debamos confiarles cada vez más tareas esenciales para el funcionamiento de nuestra civilización? Todas estas preguntas cobrarán cada vez más relevancia a medida que HAL 9000 -y sus contrapartes de la vida real- sigan cumpliendo más y más años: ya estamos lanzados hacia el futuro.

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