Astrología versus astronomía: ¿qué dice la ciencia?

En su nuevo libro, la astrónoma argentina Alicia Cruzado, primera directora mujer de la Carrera de Astronomía de la UNLP, acompaña al lector en un paseo por el sistema solar para poner a prueba el zodíaco. ¿Puede comulgar el método científico con la creencia?

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En "Astronomía para astrólogos", editado por Siglo XXI, la astrónoma argentina Alicia Cruzado lleva al lector por un viaje al sistema solar en el que pone a prueba, de la mano de la ciencia, todas las creencias astrológicas.
En "Astronomía para astrólogos", editado por Siglo XXI, la astrónoma argentina Alicia Cruzado lleva al lector por un viaje al sistema solar en el que pone a prueba, de la mano de la ciencia, todas las creencias astrológicas.

Hubo un tiempo en el que astronomía y astrología fueron casi indistinguibles. La aparición del método científico en el siglo XVII trazó una clara línea entre ambas y dejó a la astronomía del confiable lado de la ciencia, las hipótesis, los modelos y las teorías, mientras que la astrología descendió a la categoría de creencia.

En la actualidad, sin embargo, el estudio y la observación de las estrellas aportan a la astronomía los datos que esta mide y compara, así como provee a la astrología de materiales para construir descripciones del carácter y hasta predicciones sobre la vida de las personas. Mientras para algunos estas distancias son infranqueables, otros sostienen que una y otra no están tan alejadas como se cree. ¿Puede la ciencia poner a prueba a su antigua aliada?

En Astronomía para astrólogos, editado por Siglo XXI, la astrónoma Alicia Cruzado (la primera directora mujer de la Carrera de Astronomía de la Universidad Nacional de La Plata) nos lleva de la mano a través del sistema solar tal como hoy lo conocemos para poner a prueba el zodíaco, analizar y cuestionar las afirmaciones astrológicas.

¿Qué son las constelaciones? ¿Qué significa exactamente que el Sol “esté” en una u otra cuando alguien nace? ¿Influyen de alguna manera las estrellas y planetas sobre nosotros? Con una prosa apta para todo público, Cruzado comparte tanto experimentos de laboratorio hechos para probar conceptos astrológicos como los asombrosos avances de la astrofísica y la mecánica cuántica de las últimas décadas.

“Astronomía para astrólogos” (fragmento)

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¿De qué signo sos?”: a quién no se lo han preguntado alguna vez. Yo nací un 22 de mayo, así que, para la astrología occidental, soy de Géminis. Pero ¿qué significa ser de Géminis? Para la astrología ser de Géminis significa que el día de nuestro nacimiento el Sol se encontraba en la constelación de Géminis. Para conocer las implicancias que este particular evento astronómico podría tener en nuestras vidas, comencemos por explicar qué son las constelaciones.

¿Qué son y qué no son las constelaciones?

Recuerdo aquel desconcertante día en que por primera vez visité a mi amigo Juan luego de su mudanza al nuevo y particular barrio donde vive. Conducía mi automóvil cuando, a poco de ingresar al barrio, me hallé totalmente desorientada. Aunque tenía la dirección en mi agenda, las calles todavía no tenían carteles indicativos, las casas no tenían número ¡y, además, eran todas iguales! ¿Qué hacer?

Por supuesto, encendí el GPS. ¡Gran invento! Si no hubiera tenido GPS, o no hubiera existido Einstein, probablemente hubiera dado muchas vueltas antes de encontrar, por puro azar, la casa de Juan. O quizás nunca la hubiera encontrado. Sin embargo, si mi amigo me hubiera dado algunas referencias a modo de guía, aun sin GPS hubiera llegado al lugar buscado.

A poco de andar por sus calles, no era muy difícil notar que, aunque todas las casas eran iguales, no estaban distribuidas de igual modo en cada cuadra. Doscientos metros antes de llegar a la casa de mi amigo, por ejemplo, solo había tres casas en la cuadra, una en cada esquina, ambas construidas al frente, y la tercera a mitad de cuadra, construida en el fondo del terreno. Era fácil imaginar que las tres casas representaban los vértices de un triángulo.

En la siguiente cuadra había cuatro casas, todas al frente, de modo que formaban una línea recta. Y en la cuadra donde vive mi amigo también había cuatro casas que formaban una línea recta, aunque, observando con detenimiento, se podía notar que la casa contigua a la de Juan, de igual diseño que las demás, era levemente más grande. Y no solo eso. Si se andaba lo suficiente por el barrio y siempre mirando con mucha atención, se podía notar que, aunque todas las casas parecían del mismo color, había leves diferencias de tono entre ellas. No era todo tan homogéneo como parecía a simple vista.

Entonces, mi amigo vivía a 200 metros del triángulo, en la casa contigua a la más grande de la cuadra. Esto con alguna que otra referencia que pude tomar al salir del barrio fue suficiente para llegar sin GPS la siguiente vez que visité a mi amigo Juan.

La astrónoma argentina Alicia Cruzado es la primera mujer en ser directora de la carrera de Astronomía de la Universidad Nacional de La Plata.
La astrónoma argentina Alicia Cruzado es la primera mujer en ser directora de la carrera de Astronomía de la Universidad Nacional de La Plata.

Por increíble que parezca, recorriendo Centroamérica me encontré con una situación similar al llegar a Managua, capital de Nicaragua. Aunque las casas no son todas iguales, las calles no tienen nombre. Y no es que les falte el cartel, simplemente no tienen nombre. ¿Cómo ubicarse en un lugar así? ¡Con referencias! La dirección del hotel donde me alojaba era más o menos así: 500 metros de Canal 2 hacia el norte, 150 metros del lago hacia el este, donde Canal 2 es el Canal 2 de televisión y el lago es el lago de Managua. Canales de televisión, monumentos, edificios históricos o accidentes geográficos sirven como referencias para ubicarse en esa ciudad.

¿Cómo ubicarnos en un cielo donde hay miles de estrellas, todas similares? Del mismo modo que en el barrio de mi amigo o en Managua: tomando referencias. Por fortuna, como en el barrio de mi amigo, las estrellas no están distribuidas de igual manera en el cielo. En un lenguaje un poco más científico, diríamos que no están uniformemente distribuidas. Y si observamos con atención, notaremos no solo que algunas estrellas se ven más grandes que otras (en realidad son más brillantes), sino también que hay leves diferencias de color entre ellas: algunas más azuladas y otras más rojizas.

Si miran el cielo, entonces, no les será difícil encontrar tres estrellas igualmente brillantes que forman un triángulo, como las casas en el barrio de mi amigo, y otras tantas alineadas como un segmento de recta. Y no tenemos por qué limitarnos a figuras geométricas. Con tantas estrellas en el cielo y tanta imaginación en nuestros cerebros, en algún lugarcito encontraremos un grupo que parezca delinear un helicóptero. Pero ¿qué figuras forman realmente las estrellas en el cielo? ¡Es a gusto del consumidor! Cada uno ve lo que su imaginación le dicta.

Los grupos de estrellas que forman diferentes figuras son nuestras referencias en el cielo. Si las estrellas que observamos estuvieran uniformemente distribuidas y todas fueran iguales, no tendríamos manera de orientarnos en el cielo sin instrumentos o identificar alguna en particular.

Para nuestros antepasados, orientarse en el cielo no era solo un pasatiempo, era una necesidad. Era, ni más ni menos, cuestión de vida o muerte. Desde tiempos inmemoriales los humanos han elevado sus ojos al cielo. Fascinados por él, durante miles de años fueron temerosos testigos de salidas y puestas de Sol, de maravillosas Lunas llenas, de eclipses y pasajes de cometas.

Pero un día descubrieron la regularidad en los movimientos de los astros: el Sol hace su aparición en el horizonte y desaparece debajo de él a intervalos regulares, la Luna cambia su aspecto a intervalos regulares, algunas estrellas se ven en el cielo cuando hace calor y otras cuando hace frío. El cielo se convirtió entonces en el reloj y el calendario de hombres y mujeres en la antigüedad.

De esa forma, según las estrellas que veían en el cielo, pudieron predecir épocas de caza y épocas de siembra y cosecha. En el antiguo Egipto, la salida helíaca de Sirio indicaba el comienzo de la época de inundaciones por el desborde anual del río Nilo, hecho que definía el ciclo agrícola del año. En América, la salida helíaca de las Pléyades determinaba el comienzo del año inca, además de gobernar las épocas de siembras y cosechas en el altiplano. Estos son solo dos ejemplos de cómo la relación entre eventos astronómicos que se repiten a intervalos regulares y el clima permitió al hombre antiguo sobrevivir en la naturaleza y usarla en su provecho.

Según afirma Cruzado, "los humanos comenzaron a identificar patrones en el cielo hace miles de años, quizás tantos como 17500, cuando nuestros antepasados habrían registrado su visión del cielo nocturno en las paredes de las cuevas de Lascaux, en el sur de Francia".
Según afirma Cruzado, "los humanos comenzaron a identificar patrones en el cielo hace miles de años, quizás tantos como 17500, cuando nuestros antepasados habrían registrado su visión del cielo nocturno en las paredes de las cuevas de Lascaux, en el sur de Francia".

¿Y cuál de los miles de estrellas que se ven en el cielo es Sirio? ¿Y las Pléyades? La identificación a simple vista de estos objetos celestes no conlleva una gran dificultad si tomamos como referencia grupos de estrellas que parecen formar ciertas figuras en el cielo. A estos grupos de estrellas que aparentemente forman figuras y nos sirven para orientarnos en el cielo los llamamos constelaciones.

Pero ¿qué figuras? ¿No dijimos, acaso, que es a gusto del consumidor? En efecto, quienes observaron el cielo en las diferentes culturas creyeron ver diversas figuras. Cada cultura agrupó las estrellas a su manera, según las figuras que –a sus ojos– parecían formar. Cada cultura en la antigüedad tuvo así sus propias constelaciones. Algunos creyeron ver guerreros y carros; otros, dioses y animales. Por supuesto nadie creyó ver un helicóptero o un teléfono celular, porque en los tiempos en los que las constelaciones nacieron ni los helicópteros ni los teléfonos celulares existían. Sus nombres son un reflejo de la época. La constelación llamada “Telescopio”, por ejemplo, fue introducida en nuestra cultura en el siglo XVIII, obviamente después de la invención del telescopio.

Los humanos comenzaron a identificar patrones en el cielo hace miles de años, quizás tantos como 17500, cuando nuestros antepasados habrían registrado su visión del cielo nocturno en las paredes de las cuevas de Lascaux, en el sur de Francia. Según estudios arqueológicos, las pinturas y los grabados rupestres que adornan las paredes de dichas cuevas constituirían la más antigua representación de un patrón de estrellas jamás encontrada. En las paredes hay cientos de figuras de animales y, en particular, en la llamada “sala de los Toros”, junto a la figura de un toro se identificaron conjuntos de puntos que, por sus posiciones relativas, parecen representar el cúmulo de las Pléyades, el cúmulo de las Híades y las estrellas del cinturón de Orión.

Mujeres y hombres modernos heredaron las constelaciones de la cultura griega. Del total de 48 constelaciones catalogadas en el siglo II d. C. por el astrónomo griego Claudio Ptolomeo en su famosa obra Almagesto, 47 sobreviven en nuestros días. Pero estas son solo una parte del total de constelaciones que conocemos actualmente: las que pueden observarse desde ciertas latitudes del hemisferio norte, es decir, las que podían ver los griegos. Las constelaciones visibles solo desde el hemisferio sur que conocemos en el presente surgieron varios siglos después, a partir de los viajes de los exploradores y los conquistadores de América en los siglos XVI y XVII. De más está decir que los pueblos conquistados por los europeos tenían sus propias constelaciones, que corrieron la misma suerte que sus habitantes.

Si observamos con atención el cielo estrellado desde el hemisferio sur, los habitantes de latitudes intermedias notaremos que las figuras que nuestros antepasados creyeron ver en el cielo parecen estar de cabeza. Y de hecho lo están. Constelaciones como Géminis o Aries son heredadas de los griegos, quienes las observaban desde el hemisferio norte al revés de como las vemos nosotros. Difícilmente los habitantes del hemisferio sur hubieran podido imaginar que las estrellas de la constelación de Aries dibujan un carnero.

A comienzos del siglo XX, después de tantos años de humanidad y tanta mezcla de culturas, había cierta confusión acerca de los grupos de estrellas que constituían verdaderas constelaciones y los simples aterismos. Para subsanar ese estado de confusión, en 1930 la Unión Astronómica Internacional (IAU, por sus iniciales en inglés) definió las 88 constelaciones del cielo que actualmente conocemos. Esta tarea, llevada a cabo hace ya casi noventa años, consistió en delimitar con precisión 88 zonas en el cielo y asignarle a cada una el nombre de una constelación. A cada constelación pertenecen, entonces, todas las estrellas que se encuentran dentro de la correspondiente área delimitada por la IAU, y no solo las que forman la figura que históricamente le dio nombre a la constelación.

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