Hay dos imágenes.
Una. La tapa de Fin de temporada (Revólver), la última novela publicada de la escritora argentina María Inés Krimer, es inquietante: la ilustración de Juan Bezzati recrea la escultura emblemática de Punta del Este: La mano, Los dedos u Hombre emergiendo a la vida, que representa cinco dedos que emergen en la arena (la punta de un iceberg que es el resto de la mano). Un cuchillo se clava en el pulgar, que sangra. La obra fue realizada en seis días de febrero de 1982 por el artista chileno Mario Irarrázabal.
Dos. En un retrato de Alejandro Meter (académico y fotógrafo), que forma parte de la exposición Rostros del crimen en la Biblioteca Nacional, se ve a María Inés Krimer sentada en el suelo, apoyada en una pared de listones de madera; las manos cruzadas sobre una rodilla flexionada, en una semipenumbra. Pelo rubio, musculosa negra, zapatillas; un haz de luz entra por una ventana alta e ilumina su mirada que se eleva en lontananza. Sin embargo, no todo es blanco y negro. Hay un fondo que vira al sepia. Algo que viene de antes, o de atrás.
¿Qué mira María Inés? O: ¿qué piensa?, parece preguntarnos el retrato. Hay algo en la mirada luminosa que rápidamente se puede conectar con su literatura. En sus libros, en sus novelas policiales (no todas lo son), hay siempre una narración enfocada en el detalle: una mirada linterna que, al tiempo que ve, ilumina. Y también, una mirada flash, que capta el instante y lo describe: lo nombra. Al tiempo que la narración circula por momentos vertiginosa; en otros, calma.
Pero al mismo tiempo (la mirada iluminada), el detalle es el modo de contar lo macro, lo social. Así, la obra policial de María Inés Krimer, como lo hicieron los maestros fundadores del género negro en Estados Unidos y autores y autoras en la Argentina que siguieron el modelo (o lo transgredieron) es también una obra de denuncia, ya sea de condiciones laborales precarias, de los daños ecológicos o de las desigualdades económicas y de género.
Además de escribir en un género que conoce y transita, Krimer suele reflexionar sobre él. Así, en una nota en Infobae -¿Cómo es la novela policial argentina? Ingredientes autóctonos del género al que Borges le marcó la cancha-, señala: “Creo que en Latinoamérica estamos más cerca del género negro norteamericano que del policial nórdico.
Como bien lo señala Juan Sasturain en el catálogo Rostros del Crimen, editado por la Biblioteca Nacional: “Los actuales narradores súrdicos -a diferencia de los diestros, muchas veces admirables nórdicos- están más cerca, en su práctica de escritura, de la genuina literatura negra, aquella que en relatos más o menos cínicos o románticos, alevosamente críticos, sin necesidad de moraleja supo dar cuenta del mecanismo que la sociedad capitalista renueva en su más o menos sutiles variantes, un sistema sostenido por la indisoluble relación entre el poder, el dinero y la violencia”.
Pero además, desde Poe en adelante, los escritores del género han sabido que en el detalle está la clave.
El detalle visual, pero también sonoro, auditivo y táctil: todos los sentidos se condensan en el comienzo de Fin de temporada.
“Bajo y el ruido me explota en la cara. Es un parador enclavado en la playa, a metros del mar. Reconozco a las francesas. Los vestidos blancos rozan la arena al ritmo de la música. Make me up. My universe. Miradas idas. Miradas arpón. Al costado de la pista, una modelo charla con un príncipe europeo detrás de unas cortinas de lienzo. Las palmeras verdes se recortan contra el cielo, adornado con las primeras estrellas. Me acerco a la barra y consulto el menú: ensalada de zucchinis, cordero braseado y semifreddo de moras (hay una opción vegana para reemplazar la carne). El champagne corre canilla libre, mezclado con caipiroskas, cervezas y gin tonic”.
La denuncia es una parte, un fondo como el de la pared de madera del retrato de Meter. Pero lo que importa, lo que atrae, lo que tracciona en Krimer es la escritura.
En una reseña publicada en su blog Leer sin prisa, la bloguera catalana y especialista en género policial, Marta Marne, escribió sobre Noxa, la novela que inaugura la trilogía que cierra Fin de temporada: “La denuncia social que planea como fondo en la novela es tan solo una excusa para contar una historia con la estructura de una novela negra.
Pero ni la denuncia social ni la novela negra considero que sean lo primordial. Me quedo por encima de todo con la prosa de la autora, con un estilo impecable que demuestra sus tablas, con una brevedad de la historia en la que narra mucho más de lo que cuenta, en la que no sobran las palabras ni hay un exceso de verborrea.”
La escritura, sí, pero también la creación de personajes. Sabemos: sin Sherlock Holmes, no existiría Arthur Conan Doyle (aunque tuviera una increíble producción por fuera de su personaje más famoso). Sin Philip Marlowe, no habría Raymond Chandler. Sin Tom Ripley, tal vez no conoceríamos Carol, de Patricia Highsmith.
En una charla con Infobae, Krimer contó: “Mi vinculación con el género viene de las historietas que leía de chica. Después aparecieron las novelas que papá traía de una biblioteca pública. Durante años imaginé las andanzas de Ruth Epelbaum, la detective de la trilogía que escribí para Negro Absoluto. Me costó pensar en otro personaje. Hasta que me di por vencida, acepté confiar en mi escritura, en ser fiel a mi tono de narrar que es, en última instancia, mi visión del mundo”
Krimer creó un personaje entrañable para su primera trilogía: Ruth Epelbaum es una archivista judía entrerriana devenida detective, protagonista de Sangre kosher, Siliconas express y Sangre fashion, publicadas en la colección Negro Absoluto de editorial Aquilina. Del mismo modo, y atendiendo al punto 9 del Decálogo del relato policial argentino de Carlos Gamerro -“Los detectives privados son indefectiblemente ex-policías o ex-servicios. La investigación, por lo tanto, sólo puede llevarla a cabo un periodista o un particular”- para la segunda trilogía (publicada por Revólver editorial), elige a una periodista y madre, Marcia Meyer, que además, en el primer libro de la serie, Noxa, queda embarazada. La cuestión familiar se instala desde el comienzo, continúa “interfiriendo” en Cupo y explota en Fin de temporada.
Así, y en línea con el despliegue del género en las series contemporáneas que sobreabundan en las plataformas por streaming, la vida privada queda envuelta y se enreda con el caso.
Noxa (2016) narraba el viaje de Marcia Meyer a un pueblo de la provincia de Buenos Aires para cubrir como periodista los efectos nefastros de la fumigación con agrotóxicos, por parte de las corporaciones agrarias, en la salud de la población; Cupo (2019) desnuda la situación inequitativa de las mujeres dentro de los sindicatos. Mientras, su vida amorosa y su maternidad se despliegan en paralelo. En Fin de temporada (2022), el tema es el lavado de dinero que tiene como escenario el paraíso fiscal de Punta del Este (Punta a secas en la novela).
Como en sus otras novelas, hay muertes. Y esas muertes son las que movilizan a Marcia Meyer a investigar más allá de su objetivo en ese nuevo viaje laboral, que consiste en cubrir la temporada de verano en la ciudad balnearia uruguaya para la revista “Lola”, como suplente de una colega que no puede viajar, y que funciona como excusa.
Vida privada y caso policial enredados: Marcia busca a Diego Rivero, padre de su hija menor. Él también la busca. Y esa búsqueda establece el enlace con las novelas anteriores (la serie) y al mismo tiempo justifica el viaje.
Escribe (¿se podría decir: pinta?) Krimer casi al comienzo de la novela: “¿Para qué me buscaba? ¿Decirle la verdad, después de tanto tiempo? ¿Qué podría reclamarle? Ese número con el corazoncito, ¿qué significaba? Pero que Diego me invitara, después de tanto tiempo, a una fiesta en Punta me pudo. Arreglé con la editora de Lola cubrir algunos eventos de la temporada; no podía imaginar lo que pasó después ni que mi propia historia se filtraría en la trama. Además, por qué no reconocerlo, me intriga la vida de los ricos. La ropa. La comida. Los atardeceres. Dejé las chicas a cargo de Carola y durante dos semanas mis últimos ahorros se esfumaron en la peluquería, una camisa de Rapsodia y sandalias de Ricky Sarkany”.
Todo está ahí, condensado. Se trata de desplegarlo. Los hechos se precipitan. La farándula se desplaza al crimen: el fashion se vuelve siniestro. En medio de la investigación de un homicidio que la toca de cerca, recibe la noticia de la muerte de su padre. La trama se complica (y la vida de Marcia mucho más), y la hace viajar nuevamente a la ciudad balnearia para retomar el caso.
Vuelta al detalle. Ha escrito Krimer: “Me interesan los detalles, la camisa blanca de la mujer más que el nombre del asesino”. Sin embargo, los nombres cobran importancia y Krimer acude al whodunit (quién lo hizo), pero también se pregunta por los motivos (de la búsqueda).
Acaso haya una referencia, una cita o una relectura del cuento de Borges : Emma Zunz
Así, leemos en la contratapa del libro: “¿Pero qué busca realmente Marcia en ese teatro a cielo abierto de la vanidad y la jactancia de los poderosos, y en la peligrosa trastienda de sus negocios? ¿Qué justifica los riesgos personales que asume al internarse en zonas restringidas y frecuentar personajes no siempre amigables?”
Tal vez la clave esté en eso que los ojos de Krimer ven en lontananza. Acaso esté en una referencia, una cita o una relectura del cuento de Borges insoslayable para un policial que tiene como protagonista a una mujer (judía) y que es, también, una denuncia y un detalle: Emma Zunz. Tal vez suene frívolo, pero el verano es una buena excusa para leer Fin de temporada.
Quién es María Inés Krimer
María Inés Krimer nació en Paraná, Entre Ríos. Trabajó como maestra y abogada antes de dedicarse de lleno a la ficción. No solo es autora de género negro: por su novela La hija de Singer ganó el Primer premio del Fondo Nacional de las Artes en 2002; por Lo que nosotras sabíamos, el Premio Emecé 2009 y por La inauguración, el Premio Letra Sur 2011. En 2021 publicó Papeles de Ana (Obloshka). Noxa y Cupo fueron finalistas del Premio Hammett. Participó en las antologías El género negro en cinco autores latinoamericanos (2018, Babel) y en Buenos Aires Noir (2019, Penguin).
Seguir leyendo