“Para toda la gente de Argentina: después del campeonato del mundo, esto es una gran alegría”. Los músicos de los Golden Globes ya se imponían, pero la voz de Ricardo Darín llegó a decir lo que todos pensábamos: el premio que ayer por la noche recibió Argentina, 1985 habilita el “Muchachos, ahora nos volvimo’ a ilusionar” con la tercera estatuilla del Oscar.
Hay, de hecho, una continuidad entre esta película y las anteriores ganadoras. Es que tanto esta como La historia oficial y El secreto de sus ojos tienen a la dictadura en el núcleo del argumento. Pero mientras las otras lo toman como punto de partida para construir historias de ficción, en Argentina, 1985 la trama —también desde la ficción, pero sin alejarse demasiado de la realidad— cuenta el Juicio a las Juntas, verdadera gesta de la democracia.
La película es muy buena. Santiago Mitre ya había provocado un pequeño temblor en 2011 con El estudiante y hace poco había hecho una deslumbrante adaptación de Pequeña flor, de Iosi Havilio. Aquí su trabajo como director y coguionista junto a Mariano Llinás es firme y solvente. Muy a la altura. Y Darín como el fiscal Julio César Strassera es absolutamente conmovedor.
En estos días en que se cumplen cuarenta años ininterrumpidos de democracia, la industria editorial ha acompañado la efeméride y varios libros recientes se ocupan de hablar de ese tiempo. Hay muchos y muy buenos. Proponemos aquí una selección como una manera de comprender o extender la discusión central de Argentina, 1985.
1) Alfonsín: El planisferio invertido
Es una gran biografía política de quien fuera presidente entre 1983 y 1989, a la vez que un fresco de la agitada transición democrática. Profesor, historiador y economista, Gerchunoff mantuvo una relación cercana con Alfonsín y pudo conocer de primera mano el pensamiento del ex presidente.
El libro se acerca a Alfonsín con respeto y admiración, pero, lejos de ser una mirada enceguecida, permite reconocer los matices de una figura compleja, que tuvo grandes aciertos y también grandes errores. Tiene una escritura muy clara, que no se pierde en detalles. Incluso por momentos —sobre todo en el capítulo de los levantamientos de los carapintadas—, toma el vértigo del thriller.
Con respecto a los juicios a los genocidas, Gerchunoff destaca la convicción del ex presidente de juzgar a los culpables en el marco de la ley, y pone el foco en comprender la interpretación de Alfonsín acerca de los tres grados de responsabilidad: la de quienes tomaron la decisión de actuar como se hizo; la de quienes cometieron excesos en la represión y la de quienes no hicieron otra cosa que, en un marco de extrema confusión, cumplir órdenes.
“Santiago Mitre y quienes hicieron la película -dijo Gerchunoff a Infobae- pueden decir que querían contar la historia de un héroe individual. ¿Cuál es mi respuesta? Que ese héroe individual fue factible por Alfonsín y sus decisiones#.
2) Strassera: El fiscal
En Argentina, 1985, Alfonsín es apenas una voz en off en una escena casi al promediar la película. En el libro de Gerchunoff, Julio César Strassera aparece mencionado sólo en una oportunidad, dentro de un paréntesis. En ambos casos las decisiones narrativas pueden ser las correctas, pero uno no deja de pensar que hay algo raro —podría decirse: injusto— en la elipsis. Faltaba una articulación entre la vocación política y el proceso judicial: eso es lo que logra Matías Bauso en El fiscal.
Con el subtítulo “Escenas de la vida de Julio César Strassera: la época y la épica del hombre que llevó adelante el juicio más importante de la historia argentina”, Bauso no se propone hacer una biografía extensiva sino que toma ese momento en que el hombre sabe para siempre quién es.
Bauso recorre las señales de Alfonsín, el rol crucial de la CONADEP y la publicación del Nunca más, las estrategias del fiscal Strassera, el papel de los jueces, el desprestigio de los abogados defensores y hasta el horror de Jorge Luis Borges, que estuvo presente el día que declaró Victor Basterra.
También abre la discusión para analizar las embestidas del kirchnerismo que sufrió Strassera al final de su vida.
Bauso contó en Infobae: “Strassera fue ese hombre que a fuerza de preguntas incisivas y de responder planteos falaces y sofismas varios en cientos de entrevistas, logró que la sociedad pasara de dudar del Juicio a que tuviera más de un ochenta por ciento de aceptación semanas antes de la sentencia. Fue el que lideró la acción institucional, la respuesta del Estado, a lo que había ocurrido en el Proceso, con el Terrorismo de Estado. Pero si uno lee la entrada que le dedica Wikipedia se va a llevar una sorpresa (desagradable). La grieta también se metió con su legado”.
Los jueces: La hermandad de los astronautas
El tercer libro de esta serie tiene el valor de ser un documento histórico; un libro que no puede ser pasado por alto cuando se quiera hablar del Juicio. Ricardo Gil Lavedra fue uno de los integrantes de la Cámara que llevó adelante el juicio y su libro, entonces, es una extensa memoria de la epopeya contada en primera persona. Todo lo que contaban Gerchunoff y Bauso termina por completarse con este libro: muestra la otra parte, la que quedó oculta.
Gil Lavedra explica los pormenores del juicio sin caer en tecnicismos ni simplificar las situaciones.
Señala las dificultades que debieron resolver para llevar adelante el juicio —tanto las que eran propias del derecho hasta los problemas edilicios—, presenta a los integrantes del jurado, habla de las presiones y amenazas que recibieron, la relación con el fiscal Strassera, las estrategias jurídicas que pusieron en práctica para resolverlo en tiempos breves. Y por supuesto, la sentencia.
“Que el juicio no se hiciera, que se dilatara, que se cayera, que fracasara, hubiera sido un golpe durísimo para esa democracia incipiente. Tenía que hacerse y rápido, porque era muy palpable el malestar militar creciente”, dijo el juez a Infobae.
Y en esa misma entrevista contó el final: “Miré por última vez antes de salir: una mujer quebrada hasta las lágrimas se apoyaba en la baranda de las gradas de arriba, lloraba desconsolada. Su llanto me hizo darme cuenta de que yo también estaba sensibilizado por el alegato de Julio, y porque creía que la verdad había aparecido, estaba toda allí, e íbamos camino a hacer justicia”.
Imperdibles.
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