Dos guerras y una revolución marcaron la trayectoria de una de las primeras mujeres pioneras del periodismo, Sofía Pérez Eguía y Casanova Lutosławska (1861-1958), una mujer que se caracterizaba por contar con un carácter esquivo y caprichoso, pero también una artista multidisciplinaria que dejó huella en las generaciones venideras. Se desempeñó como escritora, periodista, traductora y como uno de los principales lazos de relaciones públicas entre España, Rusia y Polonia, a raíz de su matrimonio con Wincenty Lutosławski, promotor de una nueva ciencia para la época, la estilometría.
Casanova pasó a la historia por ser la primera mujer corresponsal de guerra para el periódico ABC durante la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa. Ahora, a 65 años de su fallecimiento, se planea lanzar “De guerra, revolución y otros artículos”, una antología en la que se recuperan crónicas de su trabajo como corresponsal y periodista.
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Sofía Casanova vivió en Rusia entre 1915 y 1918, era hábil para hablar el idioma ruso y otras cinco lenguas, mucho antes de escribir sobre el conflicto Bolchevique, ya había experimentado como cronista de la Gran Guerra de Varsovia.
A pesar del fuerte vínculo que guardó con Rusia, sus restos no se encuentran en el Kremlin. La gallega se formó como conservadora, monárquica y enemiga de los Bolcheviques, quienes habían sido los encargados de fusilar a sus cuñados de origen polaco. Se presume que fue una de las primeras mujeres en reivindicar el papel de lo femenino en la sociedad y se aventuró a escribir en diferentes géneros como teatro, poesía, ensayo, novela y crónica, actividad crucial para inmortalizarla como la gran narradora del torbellino de los desesperados del siglo XX.
Fue autora de “En la corte de los zares y La revolución bolchevista: diario de un testigo”, texto en el que intentó relatar aquellos tiempos malditos e interesantes que le tocó vivir de primera mano. En las últimas décadas, el trabajo de Casanova se ha comenzado a rescatar, hace cinco años el sello editorial Torremozas, reeditó el poemario “Fugaces” (1898), de igual forma su trabajo ha sido recuperado por la biógrafa Rosario Martínez, la escritora Inés Martín Rodrigo y hasta el cineasta Marcos Gallego.
La mayor parte de su obra actualmente suele encontrarse en librerías de segunda oportunidad, pero ahora con “De guerra, revolución y otros artículos”, la colección coeditada por el sello editorial La umbría y la solana junto a Los libros de frontera, se busca que los 150 artículos publicados entre 1914 y 1958, seleccionados por Amelia Serraller Calvo, que conforman esta antología lleguen a más público, al mundo académico y a los admiradores de su trabajo que solo han leído las primeras impresiones.
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Sofía Casanova nació en Almeiras en 1861, creció en un hogar burgués abandonado por el padre, en medio del movimiento cultural del Rexurdimento gallego, uno de los grandes motores de su vida académica y profesional; fue su madre quién impulsó su talento e inclusive logró publicarle sus primeros poemas en “Faro de vigo”. Llega a Madrid junto a su familia para 1876 y en esta ciudad es apadrinada por escritores de la época, entre ellos Alfonso XII.
En las esferas de la aristocracia y las redes de personas dedicadas a la cultura, literatura y el arte, conoce al político y filosofo Wincenty Lutoslawski, un hombre que creía en Platón, lo místico oriental, el yoga y la profecía que auguraba la llegada del salvador de Polonia; los dos se casaron, tuvieron cuatro hijas, y a muy temprana edad perdieron a una de ellas; tras la pérdida y la depresión que se desató en Sofía Casanova, la familia se muda a Galicia y ahí conoce a Josefa López Calvo, la cómplice más leal de la escritora y que empezó junto a ella como ama de cría.
Durante su visita a Varsovia estalla la Gran Guerra. Ante esto, Casanova se ofrece como enfermera en un hospital de la Cruz Roja. Tiempo después se publica una carta que escribe a su familia y se convierte en su primera crónica publicada por el ABC, medio que le ofrece un contrato como corresponsal. Entonces, comenzó a escribir sobre la tragedia de los polacos que luchaban en tres ejércitos ocupantes, el de Alemania, Austria-Hungría y Rusia.
Entre cadáveres sin enterrar y el bombardeo de zeppelines, la periodista se encargó de narrar la retirada polaca hacia el territorio ruso, de la que ella y su familia formaban parte. — Se arrollaron soldados y civiles, se cayeron de los brazos maternos las criaturas y sobre ellas y ancianos y débiles pasaban caballos, cañones, la onda devastadora. Perdiéronse hijos y padres, maridos y mujeres; perecieron familias enteras — escribe Sofía Casanova en septiembre de 1915 en el trayecto de Sindensk a Moscú.
Para su llegada a Rusia asiste al estertor del zarismo, poco después cuenta la muerte de Rasputín, quién fue asesinado y arrojado al río Neva, la decisión de abdicar de parte de Nicolás II y hasta el ascenso de Kerenski, algunos de sus textos irritaron a la diplomacia rusa y se tomó la iniciativa de censirarla en Madrid. Para 1918 entrevistó a Trotski para el artículo que se titularía En el antro de las fieras. Con el paso del tiempo muchas de sus crónicas se han perdido y su figura permaneció por muchas décadas en el olvido.
Su omisión en la historia española, quizá se debe a que no regresó al territorio desde 1938, tal vez por ser una mujer con encrucijadas complejas, capaz de querer a Franco y odiar a Hitler, de defender a la iglesia y al feminismo por igual. Una mujer comprometida con la esencia del periodismo, que salía, veía y relataba como testigo, y ahora todo el espectro histórico que le tocó vivir entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial, y la Revolución Rusa, serán plasmados en “De guerra, revolución y otros artículos”.
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