“Sos infeliz y es tu culpa”: un manifiesto contra “la trampa de la excusa”

En su nuevo libro, el cocinero Marcos Di Cesare deja los fuegos de la cocina para escribir un libro cuyo fin es aprender a amarse a uno mismo. Pero, lejos del tono de la autoayuda, el autor de “Anti recetas” propone un duro aunque gratificante recorrido hacia la felicidad individual, sin la que, según afirma, la felicidad colectiva es imposible.

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Alejado del tono de la autoayuda, en "Sos infeliz y es tu culpa", editado por Bärenhaus, el cocinero argentino Marcos Di Cesare escribe un manifiesto "contra la trampa de la excusa".
Alejado del tono de la autoayuda, en "Sos infeliz y es tu culpa", editado por Bärenhaus, el cocinero argentino Marcos Di Cesare escribe un manifiesto "contra la trampa de la excusa".

“Mi intención con este libro es que aprendas a sufrir” afirma el cocinero y maestro pastelero argentino Marcos Di Cesare al comienzo de su nuevo libro, Sos infeliz y es tu culpa. Ambas sentencias, tanto la que abre el libro como la que lo titula, son tan duras de leer como de escuchar. Pero en su nuevo libro, editado por Bärenhaus, el autor propone un duro pero gratificante recorrido hacia el bienestar que es, a su vez, un manifiesto contra “la trampa de la excusa”.

“Odiar estar con uno mismo lleva a buscar la felicidad en otro, paradójicamente, otro que también se odia. Contradictorio, ¿no? Sí, pero de esa forma es más simple echar la culpa afuera en vez de ver los propios errores, la manera más fácil de vivir una vida mediocre, de poco conocimiento personal, en una eterna y perpetua queja, que lo único que hace es alejarnos del centro de la cuestión: todo lo que nos pasa es responsabilidad nuestra”, escribe en el prólogo.

Aunque podrían tildarlo de narcisita -después de todo, arranca el libro con una dedicatoria “a la persona más importante de mi vida: a mí mismo”-, Di Cesare plantea que, para llegar a la felicidad colectiva, primero hay que lograr la individual: “La razón que me llevó a escribir este libro es egoísta. Lo escribo para mí. Después de todo, los libros son para el que los escribe, si no, los escritores no firmarían sus obras. Mi aporte, o al menos lo que pretendo, es mostrarte otra visión de la vida, desde una mirada más compleja, más profunda, pero sobre todo, más incómoda. Si aquí buscás autoayuda, estás equivocado. La intención de este libro es que indagues dentro tuyo, que descubras quién sos; o para decirlo como se debe: quién carajo sos”.

Con un tono socarrón y por momentos agresivo, este chef deja por un rato los fuegos de la cocina para narrar su íntima lucha, esa que debió pelear a los golpes y a lágrima viva, revelando al que le apostaba a perdedor que, de ese ring, lo bajaban muerto pero no vencido: “Nadie más puede sacarte de ese plano. Sólo vos. Un famoso boxeador decía: ‘…lo cierto es que cuando suena la campana, te sacan el banquito y uno se queda solo’. Y tenía razón. Y yo agrego: qué lindo es estar solo y bien”.

“Sos infeliz y es tu culpa” (fragmento)

Tu problema sos vos

Qué lindo sería creer esto. Sería el principio de una decisión sanadora: yo tengo este problema, voy a trabajar para mejorar, tomará tiempo, pero puedo hacerlo. Pero no, siempre la culpa es del otro: “no me aman”, “no me aceptan”, “todos tienen la culpa, menos yo”.

Más allá del chiste de Los Simpson, esto es algo que escucho todo el tiempo. Y cada día me cuesta más comprender. Porque, a ver… tenés un problema que te afecta, y frente a eso, ¿tu inteligente decisión es extrapolar el tema y culpar a otros, dejando la solución en manos de otra persona, que también se odia, que también está llena de excusas, y que tampoco se hace cargo de sus problemas? Quiero creer que no.

La manera de resolverlo es siempre encarar el problema y trabajar para su solución. Ojo, ese es el camino largo, el que no te gusta, el camino difícil. Lo difícil es desafiante para la gente que se ama. ¿Vos te amas? Demasiado pronto para responder eso, esperemos un poco. Tu problema sos vos, y eso es hermoso, porque en tu ser está el problema, pero también la solución.

¿Promoverá esto el individualismo? Yo creo, fervientemente, que la felicidad colectiva sólo puede ser lograda a través de la felicidad individual. ¡Pará!¿No era que los demás no importaban? Contradicciones como esta vas a encontrar un montón en este libro; las contradicciones son la base del pensamiento. Pensá por vos, acá vas a encontrar sólo palabras.

Cuanto menos creí en mí, más sufrí

Amo esa frase, la amo hoy porque odié su significado durante mucho tiempo: imaginate que pudiste levantar las excusas, que dejaste de ser tu propio obstáculo, y justo en ese momento… ¡dejás de creer en vos y empezás a sentir que no podés! Es súper comprensible, pero quedarte en ese estado puede ser peligroso. Pensar que no podés es la peor excusa, y pensás que no podés porque estás viendo solamente el final del camino, y yo te digo que los sueños o deseos deben asumirse completos. ¿Qué quiero decir?

Si tu sueño es llegar a la cima de la montaña, tu cerebro no piensa en el entrenamiento, en el campamento, en la estrategia, en nada; tu cerebro te ve en la cima, sonriendo como un pelotudo. Te ve subiendo a Instagram tu poco original aventura, y más que nada y lamentable, buscando el reconocimiento ajeno. Así vamos mal.

Por el contrario, creer en vos como autor de un logro, va a dibujar en tu cara una sonrisa inolvidable y honesta, y eso es algo que podés guardar para utilizar en los momentos de duda, cuando las defensas bajen. Aprender una frase como “yo creo en mí” antes de encarar la batalla diaria de la vida puede resultar de vital importancia. Las frases “yo puedo” o “yo soy de los que hacen” van a llevarte, inevitablemente, a la evolución.

Di Cesare es cocinero, maestro pastelero y cara visible de un reconocido canal de YouTube con decenas de miles de suscriptores. Además, es autor del libro "Anti recetas: cocina para pensar".
Di Cesare es cocinero, maestro pastelero y cara visible de un reconocido canal de YouTube con decenas de miles de suscriptores. Además, es autor del libro "Anti recetas: cocina para pensar".

A veces pienso en las personas que no disfrutan el camino, y me cuesta comprenderlas, como me cuesta comprender haber sido una de ellas. Volvamos al ejemplo de la cima de la montaña: ¿no habrá valido la pena todo el sacrificio, todo el tiempo de entrenamiento, cada paso, cada pensamiento, cada puto momento en el cual fuiste feliz en el recorrido? Algo me dice que estás pensando que me estoy contradiciendo otra vez, y es posible, pero para mí, la mediocridad no consiste en no llegar a la cima, la mediocridad consiste en no dejar todo en el intento.

No creer en vos te va a llevar a un mundo de dolor, y no precisamente dolor del bueno, del que enseña, sino del otro, el dolor que lastima, ese que alimenta la voz del odio propio (existe odio propio así como existe amor propio). La duda es el enemigo, y debe ser desterrada a toda costa. Yo suelo ver a la duda como una torta de chocolate, vos podés verla como algo que te tiente mucho; porque cuando te estás cuidando en una dieta, podés decir que no a equis tentación, pero no podés evitar la duda. Pero puede ser un ejercicio divertido: dudar, ir por todo, lastimarse y sufrir, atesorar, capitalizar, ser mejor, evolucionar.

Lo peor de dudar no es la parte práctica, es lo que se sufre dudando. Cuando estás sentado sin haber hecho nada, autodestruyéndote a “no-puedos”, inmóvil, inerte, siendo nada, ni siquiera un intento, la duda te lleva a mirar hacia afuera, a buscar aprobación, a ver sólo las posibilidades del otro, y eso no es recomendable, es algo lamentable.

Sí, vas a tener gente que te va a estimular para que lo intentes, pero si necesitás de ellos para hacerlo, estás complicado. A mí me gusta llamarlos placebos, y no son más que otro tipo de excusas. Te aviso que no sirven, o sólo sirven como una motivación secundaria, pasajera, vaga. Ay, Marcos, ¿no es un poco extremo lo que decís? Ya lo dijimos, nada más extremo que buscar ser feliz.

Antes de ser cocinero, cuando era más joven y tenía obesidad mórbida, me pasaba el día sentado en un sillón mirando películas. Me acuerdo particularmente de Matrix, la escena en que Morpheus le ofrece a Neo una oportunidad. Básicamente, le dice: “Escuchame, nene, ¿querés saber la verdad?, ¿vivir la realidad?, ¿querés jugártela? O preferís seguir viviendo esta vida de mentira, esta vida horrenda que vivís ahora… Tenés que tomar una decisión”. Quizá no se lo dijo tan así, imaginátelo más cinematográfico, pero la verdad es que todos los días, cuando me levanto, me imagino a Morpheus ofreciéndome dos pastillas: ¿Qué queres? ¿Querés ser feliz? ¿O querés ser esto que sos ahora? Mi respuesta cambia según los días, pero sé que siempre podés ser alguien diferente, alguien mejor; vos sos el que tiene el frasquito de pastillas, la elección es tuya.

Qué loco pensar que tenés el control, ¿no? Bueno no tenés control, para nada, al mundo le chupas un huevo, y está bien que así sea. Lo que sí podés controlar, o mejor dicho, trabajar, es en cómo te impacta ese mundo a vos. ¿Me van a lastimar? Me defiendo.

Muestro que conmigo no se jode. Si me atacan, recibirán una respuesta agresiva. Ojo, ser agresivo no quiere decir ser violento: agresivo es bueno, violento es malo. Ya lo explicaremos, ojalá me acuerde, y si no, vas a tener que pensar. Qué cagada, ¿no?

Quién es Marcos Di Cesare

♦ Nació en Buenos Aires, Argentina en 1982.

♦ Es cocinero, maestro pastelero y cara visible de un reconocido canal de YouTube con decenas de miles de suscriptores.

♦ Es autor de Anti recetas: cocina para pensar y Sos infeliz y es tu culpa.

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