En el coqueto hotel sobre la calle Vicente López, en la Recoleta, ya se encuentra María Kodama cuando el periodista de Infobae Leamos se acerca para saludarla. Ella le cuenta que le gusta ese lugar en especial porque cuando niña su padre solía traerla a pasar las tardes divirtiéndose, ya que era una pista de patinaje sobre hielo. “Allá, ¿ves? Por donde están esos jardines”.
Es un día soleado de diciembre y el hielo suena entonces a una utopía. Pero esos parajes fríos vuelven al momento previo a la conversación sobre su nuevo libro. Ya con Claudia Farías G., la coautora, presente, Kodama revela que no hace mucho tiempo encontró sus verdaderos orígenes. “Mis antepasados eran de Mongolia”, revela y sonríe. “Una tierra de bravos guerreros”, le dice el periodista. “Sí, tremendos, pero sobre todo eran libres, tremendamente libres. Entonces dije que sí, que mis antepasados debían ser mongoles”. Ríe. Claudia agrega: “Ahora estamos haciendo estudios sobre Mongolia. Quién sabe si será nuestro próximo libro”.
Pero antes de eso, vinimos a conversar sobre La divisa punzó (editado por Sudamericana), su primer libro sobre Historia realizado a cuatro manos que revisa la época de Juan Manuel de Rosas, llamado por unos el Restaurador de las Leyes y por otros el Tirano mazorquero, como suele pasar en la Argentina, donde las discusiones suelen avanzar hasta las orillas opuestas del mismo río.
María Kodama es harto conocida, fue la pareja de Jorge Luis Borges y es la guardiana de su obra a la vez que la esparce por todo el planeta. Tradujo obras de distintas lenguas y publicó un libro de relatos. Claudia Farías G. es abogada y estudió Letras Clásicas y Filosofía en la Universidad de Córdoba. También publicó narrativa.
–Díganme, ¿cómo se conocieron?
Claudia Farías G.: –Yo estudiaba con Félix Della Paolera, un hombre muy erudito, que hablaba muchas lenguas y le leía a Borges, de quien era muy amigo. Armaban grupo de personas, yo iba a uno de ellos, una vez conocí a María, trabamos amistad y luego hicimos varios estudios de diversos temas. Hicimos estudios sobre lengua japonesa y otros más.
–¿Y cómo se les ocurrió este libro?
María Kodama: –Fue durante la pandemia. No se podía salir. Con Claudia nos encontrábamos siempre, hasta ese momento, para dedicarnos a estudiar diversas cuestiones. El coronavirus había interrumpido esa dinámica, hasta la llegada de un libro. El hermano de Claudia había encontrado, en medio de una pila de libros que le había regalado un pariente, uno que le parecía muy afín a los intereses de su hermana. Era el libro de Adolfo Saldías Historia de la Confederación Argentina.
-¿Qué tiene de especial?
MK: -El libro es el primero en refutar la idea dominante en la época acerca de que Rosas era un monstruo, un malvado sediento de sangre. Mediante una investigación organizada, recurriendo a las fuentes del archivo personal de Rosas en Inglaterra tras su muerte, cuando Saldías pertenecía a una familia que había sido siempre enemiga del rosismo. Adolfo Saldías mismo era un joven egresado de la Facultad de Derecho de Buenos Aires. Cuando Rosas murió en 1877, su hija Manuela anunció una misa en su memoria que fue prohibida por el presidente Nicolás Avellaneda y el gobernador Carlos Casares, prohibición que Saldías aprobó y firmó una invitación a una misa por las víctimas de la tiranía de Rosas. Después, con su investigación, cambiaría su punto de vista y eso se ve en su libro, que es conseguible sólo en algunas bibliotecas. Pero es un punto de vista que se extiende hasta hoy: en la primaria, en la secundaria se sigue señalando que Rosas era un traidor, un monstruo. Al leer nosotras estos materiales decidimos escribir este libro.
C.F.G.: –Obviamente, nosotras fuimos educadas en una cierta tradición que es la opositora a Rosas, con una determinada ideología, etcétera. Eso es lógico, pero al comenzar a investigar encontramos los trabajos historiográficos que lo han defendido a Rosas, que son muy valiosos. Nosotras fuimos haciendo un camino personal leyendo las cartas, todos los documentos tal cual como los consignamos y muchos los citamos textualmente para también compartir con los lectores cosas que a nosotras nos habían llamado la atención. Para darte un ejemplo, la correspondencia entre San Martín y Rosas la hemos citado textualmente porque se cita pero superficialmente, no se dice que abarcó el período de doce años y por eso la hemos puesto textualmente, para que los lectores puedan compartir eso, deducir mirando los detalles, cosas muy interesantes de lo que se escriben uno al otro.
M.K.: –La historia de Rosas es como aquella película de Kurosawa, Rashomon, en el que el acontecimiento que se narra es mirado por los distintos testigos de modos completamente diferentes.
-Ahí hubiera sido interesante la mirada de Borges. María. ¿Conocía Borges su interés y opiniones sobre Rosas?
M.K.: -Claro que sí. Y las respetaba con el respeto mutuo que nos teníamos siempre. Ahora, cuando Borges me decía algo de Rosas yo le contestaba: “El general Quiroga va en coche al muere, Borges” y él me decía: “Bueno, está bien. Dejémoslo ahí”.
“Rosas era más pragmático, no me da la impresión de que estuviera guiado por ninguna teoría. Lo que sí es que cuando una potencia extranjera quería invadir la patria, ahí se ponía de pie”. Claudia Farías G.
–El segundo libro que citan, La época de Rosas, de Ernesto Quesada, tiene un origen novelesco.
C.F.G.: –Sí, viste que Quesada era muy inteligente, llegó a Southampton con su padre y visitan a Rosas a pesar de toda la tradición antirrosista de la familia y el padre le pide que memorice cada aspecto de la visita. Luego, Ernesto fue a estudiar a Alemania, algo no muy común, e introdujo en el país las ideas del filósofo Oswald Spengler. Se casó con la nieta del general Ángel Pacheco, cuyo archivo junto a los del general Lavalle y el general Lamadrid, estaban en poder de su familia política. La época de Rosas se nutre de esos archivos que nosotras usamos para contribuir a la composición de nuestro libro. Los tres fragmentos de los libros que exponemos en nuestro libro tienen un hilo: Saldías venía de una familia unitaria, su tío fue uno de los ocho electores que votó en contra de otorgarle a Rosas la suma del poder público; el abuelo de Ernesto Quesada había sufrido la persecución de los federales y Manuel Bilbao, autor de Vindicación y memorias de Don Antonino Reyes, era un liberal chileno que había escrito ya en contra de Rosas pero sin acceder a fuentes directas hasta conocer a Reyes, que era la mano derecha de Rosas a la hora de ejecutar las órdenes más polémicas pero que permitirá aclarar ciertos hechos abrumados por las leyendas.
–Rosas ya fue visitado por la historiografía tantas veces, hay una línea nacional, una mitrista, una izquierdista que confluye con la liberal mitrista…
C.F.G.: –Eso nos llamó la atención, que las de los historiadores del Partido Comunista eran muy similares a las visiones más prounitarias.
M.K.: –Y es un tema que no pierde actualidad cuando a los niños se les enseña que fue sanguinario. Un amigo tiene ocho nietos y estaba impresionado cómo los más chicos recibían esta imagen. Cuando se les podría decir que siendo un púber Rosas rechazó un castigo injusto en su hogar y ante su severidad extrema prefirió escaparse a casa de sus familiares y emplearse como peón. Es una gran historia, a mí me hizo resonar que ese niño sabía bien claro que su deseo era la libertad.
–No parece haber en los documentos rescatados por el libro no parece haber registros de discusiones sobre el devenir económico de la Argentina en un sentido más estratégico.
C.F.G.: –Rosas era más pragmático, no me da la impresión de que estuviera guiado por ninguna teoría. Lo que sí es que cuando una potencia extranjera quería invadir la patria, ahí se ponía de pie.
–Milcíades Peña, el historiador, busca el desarrollo de las curtiembres en Buenos Aires como paso a un desarrollo industrial.
C.F.G.: –Leímos a Peña. Aquí se ve claramente una lucha fratricida.
–Ustedes mencionan poco a la Mazorca.
C.F.G.: –Nosotras soslayamos lo obvio. Pero está desarrollado en Quesada, en Bilbao y en fragmentos de autores ingleses.
–¿Esa violencia organizada por fuera de la institucionalidad podría ser comparada con grupos de choque paraestatales?
C.F.G.: –No, no. Se ha hecho esa comparación. Pero esa violencia se explica en el marco del bloqueo de los franceses. No se puede hablar de la aparición de la Mazorca como si fuera un fantasma sino explicar el desarrollo de un fenómeno. Por supuesto que nadie puede estar de acuerdo con un fenómeno así.
M.K.: –Esa violencia política era una violencia entre federales y unitarios. La gente que vivía en la ciudad no podía salir de sus casas porque era una lucha permanente. Tres veces le piden a Rosas que se haga cargo, sólo acepta la cuarta vez, pero porque han matado a Dorrego, el gobernador.
“Lo presentaría en una unidad básica”
–La corriente nacional o revisionista en la historiografía reivindica a Rosas en esta tarea de reconstrucción de la historia. Y esa corriente está identificada con el peronismo.
C.F.G.: –Pasa en todo el mundo. Perón no reivindicaba a Rosas cuando era profesor en la Academia militar. Pero cada uno puede tener la mirada interpretativa que quiera sobre un texto, claro está.
–Su libro, ¿no podría enmarcarse en la corriente revisionista que reivindica a Rosas?
C.F.G.: –Nosotras no defendemos a Rosas. Si leés el libro te das cuenta desde el primer momento. Como dijimos al principio, nosotras, formadas en cierto ámbito donde se nos decía que Rosas era el malo, el monstruo, tratamos de matizar eso. Y tratamos de hacerlo con toda la objetividad. Lo hicimos como un ejercicio de análisis.
M.K.: –Si vos querés pensar que lo defendemos, pensá que lo defendemos.
–Lo que digo es que los textos seleccionados defienden a Rosas.
–M.K.: –Dicen la verdad.
–Pero esa verdad es defenderlo. Quesada en cierto momento se enerva contra los detractores de Rosas y, por ende, contra su propia tradición familiar.
C.F.G.: –”Llegó a tanto el odio y la ofuscación que la traición a la patria se convirtió en un asunto baladí para derrocar a Rosas”, dice Quesada, que además tenía los archivos de los unitarios y podía mostrar los pactos militares con Inglaterra y Francia para financiar la causa de los unitarios.
M.K.: –Sarmiento les promete en una carta a los chilenos que si lo ayudan a derrocar a Rosas él les entrega la Patagonia. Es un documento escrito.
–María, dígame con el corazón, si la invitan a presentar el libro a una Unidad Básica, ¿qué responde?
M.K.: –Claro, que voy. Sí, voy.
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