Sobre Edwin Alcarás mucha información en la prensa no hay. Uno que otro título relacionado con su nombre, pero más allá de una reseña en un blog, lo cierto es que no hay información suficiente.
Se sabe que el escritor nació en Quito, en 1981, y es también editor y profesor universitario. Durante un tiempo fue periodista cultural, pero abandonó el oficio en la prensa para dedicarse a la escritura de ficción y la lectura. Publicó su primer libro, “La tierra prometida”, hacia el año 2010, y fue galardonado en el Primer Concurso Nacional de Literatura del Gobierno de Pichincha.
Sobre este debut literario, el escritor Marcelo Recalde apuntó:
“Hay momentos en que la vida se vuelve insoportable. Estas paredes, estos rostros, este decorado, este teatro. Todo lo que te rodea está contaminado. Más que irse a uno le echan. Pero uno se va maldiciendo. Entonces, el hombre, que no es crédulo, entorna la mirada, no importa a dónde (o si importa, pero no es esencial) y ve ahí su tierra, su lejos. Lo indispensable es irse, partir. Dar pasos o escribir palabras: da lo mismo. La cuestión es que “La tierra prometida” no está con nosotros, o lo está, pero de otra forma: como lo virtual o el sueño, como la ausencia o el futuro…”
En 2017, su relato “Orfanato” ganó una de las menciones del fondo de apoyo del Ministerio de Cultura y Patrimonio de Ecuador. Y en el terreno del ensayo ha publicado los textos “Ironía y novela”, una lectura desde György Luckács sobre una novela de Roberto Bolaño; y “Verdad y barroco”, una interpretación filosófica sobre una obra de Carlos Monsiváis, ambos en 2018.
Como editor, actualmente está encargado de la colección ‘Cátedra abierta. Problemas de filosofía ecuatoriana’, en el Centro de Publicaciones de la Universidad Católica del Ecuador.
Aparte de esto, no hay más. El currículum de cualquier persona es fácilmente detectable, pero si estamos hablando de un escritor, al menos un par de comentarios de lectores deberían ser accesibles al curioso. Por suerte, las cosas parecen tomar nuevo rumbo con la publicación de su primera novela.
En no más de 200 páginas, Alcarás cuenta la historia de Marcelo Trinidad Alcasser, un tipo sin pasado. Huérfano a temprana edad, no sabe de dónde viene, cuáles son sus raíces. No hay nada antes que le permita reconocerse en un tiempo y lugar específicos. Ante eso, en medio de su locura, no tiene más remedio que inventarse un pasado, una memoria que le posibilite contarse a sí mismo, narrarse.
Años después, su nieto encontrará los diarios en los que escribía, en los que registró esta historia suya, inventada e improbable. Al interior de esas páginas, aparece Pablo Palacio, el escritor más importante de la literatura ecuatoriana (el único personaje real de esta novela) y de su mano, Trinidad Alcasser termina obsesionándose con el manuscrito perdido de “Ojeras de virgen”.
El relato al interior de los diarios de Trinidad Alcasser y la historia que cuenta Alcarás en la novela terminan fundiéndose la una con la otra, conduciendo a los lectores a lo más profundo del abismo de la locura, en una historia marcada por la metaficción, sobre el devenir de un hombre y una nación.
“En el principio hubo caos. Absurdo. Y luego del principio, también. Los críticos de mi abuelo no existen. Podrían existir, pero no existen. Nadie excepto yo ha leído los papeles que escribió ese hombre perturbado, con la ilusión de salvarse de la locura y de la muerte. Yo soy su único lector. Ese fuego se va consumiendo solo en mí. Como un secreto. Pero ocurre que no es un secreto. Es verdad que estos textos son las cenizas de un insano que trató de ver a los ojos a Dios. Y se quemó. Como, por lo demás, nos quemamos todos. Sin más. Pero también es cierto que esos papeles, borroneados al apuro en sus encierros, sus “estancias” en el Hospital de San Lázaro, además de un secreto que no le importa a nadie, son una especie de historia escondida de la literatura nacional” - (Fragmento).
Con “Mal de espejos”, Alcarás ha sabido entrar con buen tino en el terreno de la novela. Si de él no se había escrito mucho antes, ahora, con esto, seguramente será distinto. Los lectores no se harán esperar.
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