La reciente publicación de Umbilical, un libro del escritor argentino Andrés Neuman centrada en los modos de conexión entre un padre y su hijo desde el momento de la gestación -una etapa que por razones biológicas o culturales parecía reservada a las mujeres-, revitaliza la constelación de escritores latinoamericanos resonancia actual como Eduardo Halfon, Mauro Libertella, Pedro Mairal o Alejandro Zambra, entre otros, que sorteando la incomodidad y afrontando interrogantes sobre el día a día de la crianza indagan en sus libros sobre los desafíos y las múltiples dimensiones de la paternidades.
En tiempos de insistencia en la palabra deconstrucción para pensar cómo habitar los vínculos, pero también con una agenda que pone en primer plano las responsabilidades en las tareas de cuidado con, por ejemplo, la presentación de un proyecto de ley para convertirlas en más igualitarias para varones y mujeres, cada vez más autores se animan a repensar esa tarea desde la ficción, la crónica o el ensayo.
El más reciente exponente de este movimiento es el de Andrés Neuman, que a medio camino entre la bitácora personal y la ficción presenta por estos días Umbilical, un texto que buscar desarmar el ideario sobre la paternidad, principalmente el mito acerca de que la relación entre un hijo y una madre se construye durante la gestación y que por el contrario un padre recién puede empezar a relacionarse con él una vez que se concreta el nacimiento.
El escritor desanda desde su relato el mito que sobrevalora la corporalidad como condición fundante de las relaciones filiales: que los hombres estén biológicamente separados de sus hijos durante el embarazo, sostiene, no es un impedimento para comenzar a tramar ese lazo.
El autor de El viajero del siglo cree que ese imaginario que excluye a los varones del proceso de gestación tiene carácter prescriptivo y no solamente irrumpe como una descripción de un estado de cosas. Su manera de desanclar la paternidad de las lógicas rígidas en las que ha sido congelada es intervenir con una escritura que recoge sabiamente mucha de la literatura escrita por mujeres sobre el tema, como una forma de dejar huella allí donde el género masculino nunca hizo pie: el proceso de gestación y el primer ciclo de la crianza.
“Los hombres podemos cambiar pañales pero no escribir al respecto, parecemos educados para no hacerlo”, dice Neuman, convencido de que históricamente han delegado el tema de los primeros cuidados de un hijo en la mujeres y se han autoexcluido de la tematización de estas cuestiones. Así, en Umbilical (Alfaguara) ya desde el título desanda el imaginario preexistente para componer un texto lírico y fragmentario que durante un año completo registra el proceso que arranca con la confirmación del embarazo de su pareja hasta las primeras interacciones materiales con su hijo.
El narrador quiebra la ortodoxia patriarcal pero su viaje introspectivo no culmina ahí: también se encarga de desarmar impresiones consolidadas en torno a lo que representa un recién nacido. “Me has enseñado que eres completo así, babeando y en pañales, maestro del instante. Me niego a definirte según lo que, en teoría, aun te falta. No echo de menos nada de lo que nos anuncian. Ya quisiéramos todos los seres terminados alcanzar tu económico prodigio. Uno por uno, exprimes tus recursos hasta el fondo con una precisión que perderás cuando ganes el resto. Eres perfecto, hijo, en tus carencias”, escribe.
Si bien para 2023 está anunciado Lengua paterna, una suerte de conjunción de ensayo, crónica, poemas y cuentos atravesados por la paternidad, el escritor Alejandro Zambra ya había incursionado en ese rol en Poeta chileno, una de sus novelas más leídas y una suerte de lectura emblema del período pandémico.
Allí el escritor y poeta se animaba a complejizar el vínculo entre un hombre que conforma una pareja con una mujer con un hijo de una pareja anterior para poner el foco en ese día a día compartido en el que se generan complicidades, juegos, tensiones a la hora de pensar en los límites pero sobre todo mucha intimidad.
“Es una novela sobre Chile que escribí en México y también una novela sobre la padrastría que escribí mientras me estrenaba como padre biológico. La escribí durante los dos primeros años de vida de mi hijo. Creo que esa felicidad se nota en el libro, de algún modo, aunque es un libro tristísimo, también. Esta novela la escribí por las mañanas, en un cuartito de dos por dos, sin internet, que hay en la azotea. Despertaba a las cinco o a las seis o a la hora que despertara mi hijo, estaba con él un par de horas antes de subir al cuartito, escribía hasta las dos de la tarde y el resto del día era para estar con él”, relataba el autor de No leer y Facsímil.
La paternidad como construcción es una pregunta que instalaba Zambra en 2019 con la ficción protagonizada por Gonzalo y Vicente y que más adelante en otras novelas que se publicaron este año, como Un futuro anterior, de Mauro Libertella, o Un hijo cualquiera, del guatemalteco Eduardo Halfon, o la mencionada Umbilical, vuelve.
¿Qué determina un vínculo de crianza? ¿Qué dilemas persiguen a estos padres? ¿Cómo se ubican ante las responsabilidades de paternar? En Un futuro anterior, Libertella dedica una tercera parte en tono más ensayístico a la paternidad, planteando, ese narrador en primera persona, que la asociación entre masculinidad y seguridad, y con algo asertivo, no es donde suele reconocerse.
“Me pregunto entonces cómo trasmitirle a alguien un mundo más o menos estructurado, más o menos seguro. ¿Eso es la paternidad, o ser padre en realidad es siempre ‘otra cosa’?”, señala ese protagonista después de recorrer una relación de pareja marcada por la insistencia en el tiempo. Ese protagonista que se termina entregando a un vínculo amoroso que sucede a pesar suyo, como si la tensión o la culpa se fuera aflojando ante lo inevitable de ese encuentro con Leticia, asume la crianza desde un lugar de incertidumbre pero también de arrojo hacia un rol que implica juego.
Con poca capacidad de arrojo y el dolor a flor de piel por la muerte de su esposa y madre de su hija, Montiel, el protagonista de Herodes, la novela del uruguayo Damián González Bertolino, afronta una crianza difícil: su esposa falleció en un accidente en el que su hija quedó en silla de ruedas.
Este personaje representante de la aristocracia argentina se refugia en Uruguay para encarar el cuidado de su hija después de la muerte de su esposa y como el inicio de un camino de decisiones erráticas comienza a enrarecerse el vínculo filial.
La hija se vuelve para Montiel un ser extraño y eso es algo que el autor dijo querer trabajar especialmente: “Esa conducta de cuidar solo a su hija entra en un estado de crisis. Se empieza a incomodar con que lo llame de madrugada, esa invocación de la hija pasa a ser algo que está más allá de su dominio y tiene que ver con esa zona perturbadora ominosa, fantasmagórica que tiene la novela en la figura de su esposa Mariana”.
El componente autobiográfico, aunque luego aparezca borroneado por líneas ficcionales, parece ser el ineludible punto de encuentro de muchos de los libros que se internan en las pulsiones paternales con el mismo desparpajo y sinceridad con que desde hace unos años las mujeres narran los claroscuros de la maternidad y desnaturalizan los argumentos biológicos o culturales que han operado como mandato indeclinable.
Desde esta cruza entre realidad y fantasía escribe el guatemalteco Eduardo Halfon, que en Un hijo cualquiera, publicado por Libros del Asteroide, recoge impresiones de los primeros cinco años de vida de su hijo, como una excusa para retomar algunos de los temas que marcan el proyecto narrativo del autor: la infancia, la historia de su país, la de su familia, el desarraigo y la lectura.
Aquí, el autor de Canción y El boxeador polaco cruza la memoria de la infancia en Guatemala, con el nacimiento de su hijo y la sombra que proyecta sobre todo padre la posibilidad del dolor de ese niño, con derivaciones inevitable hacia la muerte. “Nunca había sentido el paso del tiempo tan fuerte como al tener un hijo en casa. Es como tener un reloj de arena enfrente tuyo y vas viendo el goteo de los gránulos día a día. Antes del hijo o de la hija sabes que el tiempo está pasando y sabes que estás acercándote a tu propia muerte, que hay una mortalidad implícita. Pero con el hijo esa mortalidad se vuelve explícita. Tiene evidencia física de que el tiempo corre y corre rápido y es tu propia muerte la que estás viendo ahí”, decía hace unos meses.
En algunos autores, como Pedro Mairal, la paternidad no siempre aparece en primer plano pero sí conforma una indagación persistente. En La uruguaya, la resonante novela que llegará próximamente en versión cinematográfica, el magnetismo inicial está puesto en la relación entre el escritor que viaja a Montevideo a hacer una transacción bancaria y la mujer del título, con la que entabla una relación que tendrá desvíos sorpresivos, pero en el transcurso gana terreno una subtrama donde el narrador plantea la fragilidad a lo que lo expone el vínculo con su hijo.
En un paisaje donde el autor de El año del desierto reflexiona también en torno a los nuevos paradigmas familiares y a lo maleable que se ha vuelto el concepto de familia, la paternidad aparece revisada a partir de sus componentes “irracionales” y de los fantasmas perpetuos que se instalan cuando nace un hijo. “Se suele hablar siempre de lo maravilloso de la paternidad, y es cierto y no lo niego, tener un hijo es lo más importante que te puede pasar en la vida. Pero quería ir al otro lado, lo que no se suele contar, la dificultad de estar a cargo de los hijos. Quería echar un poco de luz sobre esa zona oscura del tener hijos”, decía el narrador y poeta cuando publicó el libro.
Fuente: Télam S.E.
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