Antes de ganarse el Premio Distrital de Cuento Breve para Jóvenes de la Ciudad de Bogotá, impulsado por el Instituto Distrital de las Artes (Idartes), el nombre de Paula Giselle Zorro, de 21 años, no aparecía registrado en acta alguna. Si bien participó, siendo muy niña, en la primera edición del Premio de Novela Jóvenes Talentos, organizado por el Grupo Planeta y la Librería Nacional, y quedó entre los finalistas, de su autoría no se había conocido texto alguno. Todo lo que había escrito, hasta ahora, lo había mantenido resguardado en un cajón, o entre los archivos en su computador.
“Supe que quería escribir desde muy pequeña. Cuando era una niña decía que de grande quería escribir y cantar. Esto viene de mi mamá. Ella me contaba cuentos todo el tiempo. Los libros me llegaban a través de su voz. De manera que, la pasión por la escritura vino antes que la pasión la lectura. Empecé a escribir porque sentía la necesidad de quedarme con esas historias, hacerlas mías”, dice.
Fue con el cuento “La voz de una sibila” que Giselle, porque así prefiere que la llamen, se hizo con el estímulo económico que reconoce a escritores y escritoras de la capital colombiana entre los 16 y los 28 años. En total, se seleccionan las 15 mejores propuestas y en la edición de 2022, fue ella una de las beneficiadas.
La historia va de una chica de 20 años, de nombre Eva, que lleva practicando la natación al más alto nivel durante un buen tiempo. Es una gran deportista, con buenos hábitos y, de repente, un día su vida da un giro de 180 grados a causa de un aborto.
Con una capacidad tremenda para narrar usando diferentes líneas temporales, Giselle consigue abordar el tema del aborto con buen tino y retratarlo con autenticidad. El asunto, que gratuito no fue, había venido inquietándole desde hacía un tiempo.
“Ese deseo de escribir por escribir, sin más pretensión que esa, me ha traído hasta aquí. Todo el tiempo busco una voz, ese es mi instrumento, de ahí que cante y también escriba. Siento que la música y la literatura tienen una serie de ritmos, de sinestesias que llegan a ser similares, voy acogiendo todo eso y deconstruyéndolo”, comenta.
Lectora temprana, gracias a las historias que su mamá le leía o le contaba, Giselle descubrió muy pronto que quería ser escritora. “El primer libro de “Las crónicas de Narnia” fue muy importante. Ahí empecé a leer mucho más. Me interesaba lograr un libro como los que yo leía. El anime también influyó. Después vinieron otros libros, ya en la universidad, pero más que libros, voces”, explica.
“Mónica Ojeda, por ejemplo, ha sido fundamental. Su escritura es profundamente poética y da cuenta de ese trabajo con el lenguaje en el que se resume todo. No he leído su poesía, solo su narrativa, pero creo que no me hace falta para asegurar que es poeta, en todo lo que cabe. Su obra se me ha convertido en una obsesión y si me la cruzara algún día, le preguntaría por el origen de sus obsesiones. Angélica Liddell, la poeta española, también ha sido muy importante. De ella leí “El ciclo de las resurrecciones” y me impactó mucho, especialmente por los temas que maneja, que a mí me interesan, particularmente: la sexualidad y el misticismo. Lo que hace ella me da a mí lo que busco hoy en la escritura, la forma en que resignificamos lo espiritual a medida que crecemos. Y antes de ellas, Susana March. Su poesía me llevó a la búsqueda de lo místico”.
Anotaba todo en libretas y cuando encontró la forma de llenar de palabras las páginas de Word, se volcó de lleno. Si de una obra naciente hablamos, ella ya la tiene más que iniciada. Una novela de años juveniles, poemas, cuentos. Si después del premio a Giselle Zorro se le exige que siga por esa senda, de entrada, ya tiene material suficiente para que editores y lectores le sigan la pista.
Giselle es estudiante de últimos semestres del pregrado en Creación Literaria de la Universidad Central, aquel programa que dirigiera en su momento el escritor Roberto Burgos Cantor, fallecido en 2019 tras conseguir el Premio Nacional de Novela del Ministerio de Cultura.
Por ahí han pasado voces como las de María Paz Guerrero, la poeta, quien ha sido profesora del programa durante varios años; Graciela Maglia, Marta Orrantia, Óscar Godoy y Eduardo Otalora, entre otras. Además, tanto de la carrera como del Taller de escritores (TEUC), han egresado personajes que hoy forman parte de la escena actual de la industria del libro en Colombia: Nicolás Medina Lozano, editor de Palabra Libre y corrector de estilo para la filial local del Grupo Planeta, quien consiguió hacerse con el Premio de Cuento La Cueva en 2018; María del Mar Escobedo, quien recientemente ha publicado su primera novela de la mano de Laguna Libros; o Andrés Mauricio Muñoz, que lleva años en lo más alto, llevando el cuento a su mejor expresión.
Estando allí, la joven se nutre de técnicas y herramientas para darle rienda suelta a su voz. Hoy trabaja en un proyecto de poesía, que alimenta muy bien con su faceta musical, pues también canta y trabaja en un disco. Y es voluntaria en la librería María Mercedes Carranza, del Fondo de Cultura Económica. En cuestión de nada, seguramente, de todo esto que lleva haciendo, y lo que vendrá, surgirá su primer libro publicado.
La mirada de Giselle sugiere que va cuesta arriba, con ganas de comerse el mundo. Cuando se le pregunta quién es detrás de esta mujer que canta y escribe, dice que se define en las sorpresas, las sensibilidades, las palabras. “Es difícil sorprendernos en lo pequeño y creo que todo se trata, al fin y al cabo de eso, de cultivar la sorpresa”.
Si se trata de anticipar la llegada de una escritora que con agudeza conseguirá gestar las más desgarradoras poesías y los más afinados relatos, entonces me atrevo a decir que aquí reside una muy buena posibilidad. Pasará el tiempo y lo comprobaremos.
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