Cuando se habla de Héctor Abad Faciolince, se habla de “El olvido que seremos”, es el referente inmediato, pero también se habla de “Angosta”, de “La oculta”, de “Salvo mi corazón, todo está bien” y, por supuesto, de “Fragmentos de amor furtivo”.
Este último fue el segundo título de novela publicado por el autor colombiano, luego de haber incursionado en la actividad literaria con “Asuntos de un hidalgo disoluto”, en el año 1994.
Como en el Decamerón, reza la contraportada de la reedición de 2011, los amantes se encierran en las colinas, lejos de la peste, para contar historias que los salven de la muerte. Susana es Scherezada y noche a noche le cuenta a su sultán Rodrigo un nuevo cuento. Cada relato describe el episodio de alguno de sus múltiples amantes del pasado y Rodrigo posterga en cada amanecer su decisión de decapitarla. Todo por recibir la noche siguiente, la puñalada de los celos de otro cuento.
En esta novela, que vio la luz por primera vez en 1998, Abad Faciolince cuenta la historia de Susana y Rodrigo, dos amantes que se encuentran un día y deciden, sin mayor vacilación, amarse cada noche hasta que se acabe todo.
Él trabaja afinando pianos. Ella es instructora de natación. Se encuentran el uno con el otro por puro azar. Las cosas entre ellos no tenían que haber sido más que un amorío de momento. Susana estaba casada la primera vez que vio a Rodrigo. Fue en Cartagena, mientras pasaba un tiempo allí con su marido. Ahí se acostaron. Isaías, el esposo, los descubre in fraganti, y luego el divorcio. Sin mucho para pensar, Susana se entrega de lleno a Rodrigo.
En Medellín, la ciudad en la que ambos viven, esa ciudad de la década de los 80, a merced del narcotráfico y la violencia entre barrios, alargan sus encuentros. Cada vez que se acuestan, Rodrigo no puede evitar sentirse nervioso. Ella le ayuda a sentirse cómodo. Le susurra cosas al oído, le cuenta historias.
Susana decide contarle sobre sus amores del pasado, el atleta, el pintor, el fotógrafo, el ganadero, el mafioso; el político, el ornitólogo, el filósofo, el seminarista; el científico, el deportista, el nadador, el ciego; el eunuco, el esotérico y el noble. Rodrigo no puede evitar pensar que algún día, él mismo terminará convertido en una de esas historias, y siente celos de esos hombres que, antes que él, la tuvieron a Susana. Se imagina torturándolos, haciéndoles daño, matándolos.
Desde el principio, el amor entre estos dos estuvo entre algodones. Su relación siempre estuvo marcada por la desconfianza. Uno de los pasajes de la novela más importantes lo muestra a Rodrigo, inseguro, tendiéndole una trampa a Susana para ver si está viendo a alguien más. Ella, nada inexperta en los asuntos del amor, se da cuenta pronto y estalla de la ira. Si Rodrigo quiere traición, pues la tendrá. Lo que ella no sabe, es que él tampoco se quedará atrás.}
“Cuando el amor furtivo no es furtivo, es decir, cuando deja de ser algo escondido, cuando el episodio secreto más insignificante se revela, adquiere un peso desmesurado… Susana y Rodrigo no podían perdonarse que cada uno fuera como fuera, que cada uno fuera como el otro. No podían perdonárselo, y por esa misma incapacidad de perdonar ninguno de los dos volvería a ser nunca tan feliz como lo habían sido mientras estuvieron juntos”.
Este es otro de los libros de Héctor Abad Faciolince que ha sido llevado al cine. En 2016, el también escritor Fernando Vallejo la adaptó a la gran pantalla y contó con Angélica Blandón y José Ángel Bichir como protagonistas. La producción, que se hizo entre Colombia y Costa Rica, tuvo una buena acogida entre el público, y permitió que la novela siguiera vendiéndose.
Desde el estreno de la cinta han pasado 6 años; desde la publicación del libro, ya son 24. Lejos de ser una de las piezas más virtuosas del escritor, no cabe duda de que es uno de sus títulos más acogidos por los lectores. El tono en que está escrito, la voz de Susana en la narración, la descripción de los espacios, el acierto del autor para contar la ciudad y retratar un tiempo y un país. Todos estos elementos hacen que el libro se mantenga en vigencia después de tanto.
“Si pudiéramos ser con las personas cercanas tan indulgentes y ecuánimes como somos con los que no nos incumben directamente. Si pudiéramos perdonar tan fácil la traición de la propia pareja como lo hacemos en los otros. Un amigo nos cuenta que ha traicionado a su mujer y lo entendemos, incluso nos reímos, lo apoyamos. También estimulamos a las amigas para que de vez en cuando tengan una aventura. Pero ay de que sea nuestra pareja la que hace lo mismo. Así como en la casa no soportamos que al vaso de agua le falte hielo, que el tenedor esté torcido y el cuchillo sin filo, que la hermana se suene la nariz en público, que la mamá diga una barbaridad (y no nos importan el tenedor torcido, el cuchillo romo en casa ajena, ni el agua templada, ni la hermana mocosa ni la madre tonta, siempre y cuando sea la mamá de otro, la hermana de otro), así mismo nos duele, nos volvemos moralistas y duros con la persona que ha elegido quedarse a nuestro lado, dejar de ser prójimo para vivir más próxima. Perdonamos las grandes traiciones que se hacen a los otros, pero no perdonamos ni las pequeñas que nos hacen a nosotros mismos” (pp. 353 – 354).
En 2022, el escritor antioqueño publicó su más reciente novela, “Salvo mi corazón, todo está bien”, y muchos lectores aún no han conocido sus títulos más entrañables. De repente, esta pueda ser la oportunidad para leerlo en conjunto, lo nuevo y lo viejo, y confirmar que, más allá de las dudas y las querellas, y las envidias y los enojos, Héctor Abad Faciolince es uno de los escritores más destacados de los últimos cincuenta años en la literatura nacional.
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