La pandemia que, a principios de 2020, modificó por completo el rumbo del mundo -y cuyos coletazos continúan afectando a la población- trajo consigo una serie de cambios que, en su mayoría, todavía no pudieron ser desmenuzados y que seguirán siendo estudiados en los próximos años.
Uno de los intelectuales que, en la actualidad, se está ocupando de brindar algo de claridad al respecto es el escritor, filósofo y activista izquierdista italiano Franco “Bifo” Berardi. En su más reciente libro, El tercer inconsciente, editado por CajaNegra, el referente del movimiento autonomista italiano explora cómo el la aparición del covid -así como el “colapso catastrófico del capitalismo”- está dando paso a una tercera forma del inconsciente, después de las dos anteriores, expuestas por Sigmund Freud, primero, y Deleuze y Guattari después.
“El inconsciente es un ámbito sin historia, sin secuencialidad, sin antes y después: sería imposible escribir una ‘historia del inconsciente’. Pero es posible escribir una historia de la psicoesfera de una sociedad, y, en este sentido, es posible hablar de un ‘tercer’ inconsciente: la tercera forma que adopta el inconsciente en el medioambiente mental de la modernidad tardía (...), un futuro abierto que será moldeado por nuestra conciencia, por nuestra acción política, por nuestra imaginación poética y por la actividad terapéutica que seamos capaces de desarrollar durante esta transición”, escribe Berardi en el prólogo.
En este nuevo libro, escrito en plena propagación de las distintas variantes del covid, “Bifo” Berardi se propone esbozar una fenomenología del trauma en curso para anticipar los posibles paisajes psíquicos del futuro. ¿Qué consecuencias tendrá en el inconsciente, ya no el de cada uno sino aquel social, colectivo?
Afirma el autor: “La propagación del sufrimiento en la era pandémica (no solo del sufrimiento médico, sino también del sufrimiento económico, del sufrimiento social y, en último término, del sufrimiento mental) ya está alcanzando niveles tan intolerables que una forma de inmunización contra la emoción puede volverse dominante: el autismo y la alexitimia podrían introducirse en la psicoesfera como internalización del rechazo a sentir las emociones de los otros, y posiblemente también las emociones propias. Lo que describo en este libro no es un trayecto de mutación bien delineado, sino un campo de posibilidad magmático en un paisaje de ansiedad”.
Así empieza “El tercer inconsciente”
William S. Burroughs y Philip K. Dick nunca escribieron una novela en colaboración. El director de cine inglés Ridley Scott cruzó sus destinos literarios cuando usó el título de una novela breve escrita por Burroughs –Blade Runner (a Movie), de 1979– como título para Blade Runner (1982), su película basada en la novela de Dick, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968).
La película que representó el pináculo de la conciencia estética sobre la mutación tecnocultural en curso en los años ochenta del siglo pasado surgió así en el punto de intersección entre las imaginaciones de Burroughs y Dick. El tema de la novela breve de Burroughs es una extraña epidemia de un cáncer contagioso. Y la novela está ambientada en el mundo actual.
Después de los disturbios de 1984, a fines del siglo XX surge una nueva enfermedad que rápidamente comienza a propagarse. Este cáncer relámpago es una enfermedad fatal, pero también es capaz de dotar a sus huéspedes (siempre hombres, ya que las mujeres no existen en el imaginario de Burroughs) de una descomunal energía sexual. Aunque las instituciones médicas han prohibido su difusión, el cáncer relámpago circula por la ciudad en manos de los blade runners, que trafican con él igual que con otras drogas y antídotos.
El Blade runner de Burroughs es un texto delirante, y a pesar de la película que lleva su nombre sigue siendo un texto prácticamente desconocido por el gran público. Su delirio contiene una intuición que fue reutilizada por Burroughs en la novela gráfca Ah Pook is Here, publicada también en 1979: el lenguaje como una forma de infección viral y el virus como la metáfora cardinal para esa mutación que llamamos “cultura”. Ah Pook is Here concluye con una visión apocalíptica.
En Burroughs, el lenguaje puede ser visto como un virus que se estabilizó en tiempos remotos dentro del organismo del animal humano, se extendió por su interior y lo hizo mutar hasta transformarlo en lo que es ahora. En El ticket que explotó, escribe: “El hombre moderno ha perdido la opción del silencio. Intenta detener tu discurso interior subvocal. Intenta lograr siquiera diez segundos de silencio interior. Te encontrarás con un organismo reacio que te obliga a hablar. […] El lenguaje es un defecto genético sin inmunología”.
Los orígenes de la cultura, según Burroughs, pueden encontrarse en una infección de la mente y del medioambiente. Puede argumentarse entonces que el pasaje de la naturaleza a la condición cultural fue posibilitado por una infección viral. Este virus provocó un efecto esquizoide: una inclinación a construir universos ficcionales que no se corresponden con la experiencia perceptual inmediata, sino que trasmiten una arquitectura lingüística de sentido cuyos fundamentos no se hallan en ninguna parte, porque es solo la proyección de un mundo de lenguaje sobre la pantalla de la realidad exterior.
También el flósofo italiano Paolo Virno, en su libro Saggio sulla negazione [Ensayo sobre la negación] (2013), sugiere que el lenguaje funcionó como el salto evolutivo que instauró la búsqueda del sentido, y de ese modo puso en marcha la cadena infnita de malentendidos, contradicciones, diferenciaciones, confictos y guerras.
Burroughs escribe:
Hemos observado que la mayor parte de los problemas de este mundo está causada por entre un diez o veinte por ciento de gente que no puede ocuparse de sus asuntos porque no tiene asuntos propios de los que ocuparse, no más de los que pudiera tener el virus de la viruela. Ahora bien, tu virus es un parásito celular obligado y yo opino que lo que llamamos mal es literalmente un virus parásito que ocupa una cierta área del cerebro que podemos denominar el centro RAZÓN.
Y también:
En estas cuevas los colonos blancos contrajeron un virus heredado por generaciones malditas que los convertiría en lo que es hoy una horrible amenaza para la vida sobre el planeta. Este virus este antiguo parásito es lo que Freud llama el inconsciente desovó en las cuevas de Europa sobre una carne ya enferma a causa de la radiación. Cualquiera que descienda de este linaje es esencialmente diferente de aquellos que no tuvieron la experiencia de la cueva no contrajeron esta enfermedad mortal que vive en tu sangre y huesos y nervios que vive donde solías vivir hasta que tus ancestros reptaron hacia sus cuevas inmundas. Cuando salieron de las cuevas eran incapaces de no meterse en asuntos ajenos. No tenían asuntos propios en que ocupar la cabeza porque ya no se pertenecían a ellos mismos. Pertenecían al virus. Tenían que matar torturar conquistar esclavizar degradar como un perro rabioso tiene que morder. En Hiroshima se perdió todo.
El lenguaje es el agente viral que hace posible la escisión esquizofrénica entre experiencia consciente y naturaleza biológica, al mismo tiempo que secreta el inconsciente, esa subhabla íntima y foránea sobre la que nunca tenemos pleno dominio y que a menudo se impone en nuestro comportamiento social. El virus lingüístico tiene un efecto cismogénico porque introduce un segundo mundo que diverge de lo que está presente inmediatamente: el universo cultural es un cisma de la naturaleza, una creación que es intrínsecamente autocontradictoria.
Si la arquitectura de Burroughs es esencialmente esquizofrénica, es también perfectamente complementaria con la arquitectura paranoica de Philip Dick.
Burroughs imagina una metrópolis distópica de enfermedad y toxicidad donde correos hacen circular drogas incesantemente por las calles y a través de los canales de los medios, manteniendo el sistema nervioso en un permanente estado de excitación y miedo: adrenalina electrónica.
Esta pesadilla burroughsiana suena prácticamente como una descripción del planeta después del fin de la pandemia de coronavirus y de la época de los confnamientos: medicalización de todos los fragmentos del sistema económico y bancarrota de las instituciones financieras y políticas.
Cualquier retorno al mundo normal parece imposible, ya que estamos dando el salto hacia una dimensión en la que el peligro pandémico se convierte en el núcleo de la economía y el orden político. Burroughs de nuevo: “En La revolución electrónica presento la teoría de que un virus es una unidad muy pequeña de palabra e imagen. […] Liberar a este virus de la palabra podría ser más peligroso que liberar la energía del átomo. Porque todo el odio, todo el dolor, todo el miedo, toda la lujuria están contenidos en la palabra”.
¿Qué podemos esperar después de la propagación del virus y después de la medicalización generalizada de la vida? ¿Una guerra planetaria entre las grandes corporaciones de investigación biológica y las instituciones políticas? ¿O, lo contrario, una santa alianza entre ingenieros biogenéticos y grandes finanzas?
Quién es Franco “Bifo” Berardi
♦ Nació en Bolonia, Italia en 1948.
♦ Es escritor, filósofo, docente y activista izquierdista.
♦ Es un referente del movimiento autonomista italiano.
♦ Escribió libros como El umbral, Autómata y caos y La segunda venida: neorreaccionarios, guerra civil global y el día después del Apocalipsis.
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