Pasaron más de diez años para que la escritora colombiana Fanny Buitrago regresara a las librerías con una novela inédita. Durante ese tiempo, los lectores no tuvimos noticia alguna de ella más que por una que otra reedición de sus obras previas, o la salida de algún libro de cuentos o uno de sus títulos dirigidos al público infantil.
Cada tanto, alguien escribía algo sobre “El hostigante verano de los dioses”, o aparecía una que otra semblanza biográfica sobre su vida, un perfil o un anecdotario de cuando Juan Rulfo dijo de ella que era una de las mejores escritoras latinoamericanas, porque escribía como hombre.
Hasta el 2020 no se publicaba contenido nuevo de la escritora, hablando de novelas, específicamente. En varias ocasiones, dicho por ella misma, la trataron como a una autora muerta, pese a seguir trabajando en nuevos títulos. Por alguna razón, lo mismo que le ocurría en sus inicios, cuando apenas siendo una joven concibió una de las novelas más disruptivas de la literatura colombiana y varios editores no le veían destino a su prosa, parece repetirse ahora. Un sinsentido, sabiendo que es una de las voces más relevantes de las letras nacionales en toda su historia.
Por suerte, en ese año, un editor vio más allá, Juan David Correa, responsable, entre otras cosas, de que autores como Fernando Molano Vargas, Arnoldo Palacios y Andrés Caicedo, con su tan esperada “Correspondencia”, volvieran a circular entre los lectores.
Correa fue el encargado de cerrar el fichaje de la autora con el ánimo de reeditar sus obras más destacadas, pero con la garantía de la salida de los títulos inéditos, previa evaluación editorial.
Este en particular fue firmado por él, pero la responsable de su edición, quien terminó de darle forma, fue la editora Salomé Cohen (hoy con la filial colombiana de Penguin Random House), una de las figuras con mayor proyección en la edición literaria de Colombia.
De la mano de Cohen, la novela de Buitrago terminó de tomar forma, y el resultado fue lo que, hacia el mes de octubre de ese 2020, los lectores pudimos sostener entre nuestras manos.
“En torno al frenesí” cuenta, en alrededor de 220 páginas, la historia de Erasmo Sales, un hombre cuya existencia, según se cuenta, estuvo destinada a la lucha por el agua, por su conservación, para entregarla a quienes realmente la necesitaban. Un visionario, soñador intrépido, una leyenda.
En la novela, Sales sueña con una Bogotá poblada de jardines verdes y fuentes de agua manantial, de calles peatonales y casonas de corte inglés, una ciudad al nivel de Londres, París o Madrid. Su sueño termina convirtiéndosele en obsesión.
Para Erasmo Sales no hay nada más importante que aquello que lo obsesiona y hace lo que está a su alcance, e incluso hasta lo que no, para hacerlo realidad. Deja de lado su propia vida y renuncia a la idea de la familia y el amor. Nada es más relevante que su manera de ver el mundo.
Eso es precisamente lo que recuerdan quienes lo conocieron, porque según nos cuenta la narradora de esta novela, que no solo lo conoció, sino que también lo amó, Erasmo Sales era todo caos y genialidad, tanto que no conseguía caber en sí mismo. Su forma de ser y estar en el mundo era lo más cercano al frenesí del entusiasmo acelerado. La suya era una vida en desbandada.
La potencia de la obra en sí misma, no es la historia como tal, sino la forma en que su autora decidió contarla. Su personaje es la excusa para detonar una trama compleja en lo que cabe, una suerte de Jay Gatsby a lo colombiano, uno de esos tipos que solo sabe ser grande.
Impensable parece ser la idea de que semejante novela se haya tardado tanto en ver la luz. Han pasado dos años desde que la conocimos y aún hoy, pese a que sigue abriéndose paso, las preguntas a su alrededor siguen surgiendo. ¿Es la mejor pieza de Fanny Buitrago? Puede ser, pero para afirmarlo habría que considerar no solo su contenido y la forma en que fue tratado, sino el recorrido de su obra.
Me parece, en últimas, que se trata de la confirmación de una de las escritoras capitales de la literatura en Colombia. No nos merecíamos su regreso, eso es claro, pero no hay que dejar de celebrar su existencia.
SEGUIR LEYENDO: