“Pensar, también, es un laberinto”, dijo Santiago Kovadloff, pero no estaba hablando de Borges. Mientras el calor arrasaba las calles de porteñas el pasado lunes, el ensayista, traductor y poeta fue el protagonista invitado del podcast Laberinto Argentino, que se grabó en vivo, con público presente y entrada gratis, en la librería Dain Usina Cultural.
En el episodio final de la segunda temporada del programa que conducen Paul Dougall y Jaime Kleidemacher, dos apasionados de la historia y la literatura, Kovadloff disertó sobre “La Argentina y sus laberintos”.
Cada invitado lleva su ponencia reflexiva, que hace foco en algunos de los ejes del podcast, como la cuestión republicana, los desafíos y deudas pendientes de la democracia, el lugar de la Argentina en la región y el mundo, los hitos y personajes de la historia nacional, el sentido de los padres de la Patria o la condición ciudadana.
De cara a las elecciones de 2023, Kovadloff fue por un mix de coyuntura y filosofía. “Van a confrontar dos concepciones distintas de un sistema político”, dijo, y las describió así: “Una, que está asentada en un poder fuertemente caudillesco, personalista, y otra, que se dice republicana y aspira a un gobierno que consolide la democracia, pero que no tiene fuerza, no viene de una tradición consolidada en el tiempo, y tiene segmentos, pero no continuidad”.
A lo largo de 2021 y 2022, Laberinto Argentino tuvo charlas con intelectuales y pensadores como Marcelo Birmajer, Jorge Clemente, Marcelo Gioffré, Hernán Iglesias Illia, Santiago Llach, Laura Malosetti Costa, Ezequiel Martínez, Sergio Pujol y Eduardo Zimmermann, entre otros. Dougall describe a su podcast como a “un lugar para pensar lento” en el que, a lo largo de los episodios, “analizando y leyendo vidas de hombres y mujeres que dejaron su huella, encontramos un espacio en el que terminamos hablando sobre los grandes ejes fundacionales de nuestra sociedad, y cómo la Historia nos va moldeando”.
En consecuencia con la premisa del conductor, Kovadloff dijo que cree que la democracia republicana es un régimen de sospecha. “Los tres poderes existen para acotar y verse acotados por los otros dos. Tienen, cada uno, una convicción ontológica primordial: saber que el hombre aspira a todo, a tener la totalidad del poder, a concentrarlo de manera absoluta en manos de un líder que se homologa a ese poder”, explicó. “La finalidad de esos tres poderes es decirle que no a esa aspiración de totalización y a complementar mediante la interdependencia, sin subsumir la especificidad de cada poder, lo que cada uno aporta”, completó.
“Algo que considero fundamental en este momento de la Argentina es aprender a preguntar. Vivimos en un contexto en el cual la profundidad de las afirmaciones aspira a cerrar el circuito del cuestionamiento mediante el dogma, la certeza, la palabra inequívoca y, fundamentalmente, apropiar la posibilidad de construir los liderazgos”, reflexionó Kovadloff que, además, agregó: “Argentina es un país que necesita que las investiduras recuperen su valor representativo, y podamos advertir que quien las ejerza no homologa su persona a la investidura”.
En una invitación tácita a pensar, para el público presente y el que luego oiga el podcast, explicó: “Las investiduras son atribuciones de valor concedidos por una comunidad, a una persona, como provisionales. De ninguna manera, cuando se concibe a las investiduras como sinónimo de quien las ejercen, se puede sostener un esquema de organización político o que aspire a la representación. La representación convertida en encarnación hace de quien la ejerce una figura mesiánica. La Argentina tiene mucho que recuperar y la pregunta es: ¿con qué recursos?”.
Siempre con las elecciones de 2023 en mente, que considera faltas de alternativas, dispara: “Como ciudadano tengo derecho a conocer los programas de trabajo y exigir que se cumplan. No alcanza con el deseo, hay que tener los recursos para lograrlo”. Para redondear su charla, Kovadloff se refirió Ezequiel Martínez Estrada para decir que el escritor, poeta, ensayista y crítico literario “anticipó bien esta idea del desierto como laberinto y, sobre todo, de la magnitud desmedida, como algo que excede al discernimiento”, ya que “cuando algo es inconmensurable en cierta medida es invisible”.
Y el final comenzó a llegar con una anécdota reflexiva: “Una vez me preguntaron si era optimista con respecto a la Argentina. Dije que no. Hay algo más interesante, que es ser esperanzado. El optimismo, como el pesimismo, es facilista. No necesito saber que todo va a estar bien. La esperanza es la capacidad de advertir matices iluminadores en un escenario donde prima la oscuridad”.
Mientras afuera ya terminaba la tarde, Kovadloff despidió al público, y el año, con una suerte de propuesta motivadora: “Un país que madura es el que renueva sus problemas. El problema de la Argentina es que no renueva su repertorio problemático. Tenemos que ir a las elecciones llenos de exigencias, no de fe incondicional”.
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