No-novedades: “Gran Hermano” se reinventa a fuerza de que nos vaya mal

Cuando un libro rejuvenece es porque su trama recupera actualidad. “1984″, la enorme distopía de George Orwell, goza de muy buena salud en los tiempos que corren.

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George Orwell, autor de "1984"
George Orwell, autor de "1984" y de "Rebelión en la granja".

En algunos aspectos, los libros son como los vinos: algunos envejecen bien y otros, mal. Y algunos ni siquiera envejecen: son los que se convierten en “clásicos”, aunque a veces para facilitar su lectura, se deba poner al día el idioma de época en el que fueron creados. Pero hay libros que rejuvenecen con el tiempo, porque se resignifican en relación con el contexto en que se leen, muchísimos años después de su escritura y publicación.

Ese rejuvenecimiento puede resultar de nuevas traducciones aggiornadas y de las modificaciones que la historia impone a las sociedades.

Esto viene a cuento de la edición publicada en 2021 por Libros del Zorro Rojo de 1984, la formidable novela de George Orwell, que aparece en una impecable traducción de Ariel Dillon y con las dramáticas y muy adecuadas ilustraciones de Luis Scafati, artista plástico mendocino que ha hecho de la lectura gráfica de algunos libros una especialidad en la que descuella.

Adelantarse al futuro -que se imagina mejor o mucho peor- ha sido una meta de escritores y filósofos desde tiempo inmemorial. Anticipar resultados “con el diario del lunes” fue siempre el sueño de apostadores en los hipódromos o en el Prode. Y lo que agrega o quita brillo a la predicción es su cumplimiento o no en ese futuro.

Ya en 1516, Tomás Moro, venerado como santo por católicos y anglicanos y que murió decapitado por no ser suficientemente antipapista, publicó su Utopía, cuyo título original, traducido del latín es Librillo verdaderamente dorado, no menos beneficioso que entretenido, sobre el mejor estado de una república y sobre la nueva isla de Utopía. Con ese libro se inicia una cadena de “utopistas”, especialmente cercanos al socialismo en algunas épocas, que imaginan sociedades perfectas. Un ejemplo, Charles Fourier y sus falansterios.

El nombre de Utopía, inventado por Moro, tendría dos orígenes, ambos griegos. Uno es ou, ‘no’; y el otro, eu, ‘bueno’; en ambos casos, el prefijo se complementa con la palabra topos, ‘lugar’). Aunque, con el paso del tiempo, el término «utopía» se ha popularizado como sinónimo de perfección u objetivo inalcanzable, Moro no le atribuye explícitamente ese significado en su obra.

En la misma línea aparecen en distintas épocas Un mundo feliz de Aldous Huxley, Las maravillas del año 2000 de Emilio Salgari, varias de las novelas anticipatorias de Julio Verne y muchas otras que propiciaron el nacimiento del deporte de constatar, muchos años después de la publicación, cuáles de esas profecías se cumplieron.

Y pronto aparece el antónimo: distopía, definida como una comunidad o sociedad especulada que es indeseable o aterradora.

Tres dibujos de Luis Scafati
Tres dibujos de Luis Scafati en “1984″ (Libros del Zorro Rojo)

En esa línea se inscribe la novela 1984, aparecida originalmente en 1949 y adaptada al cine en el año epónimo bajo la dirección de Michael Radford. Su autor es George Orwell, británico, que se llamaba en realidad Eric Arthur Blair y vivió entre 1903 y 1950

Ubiquémoslo ideológicamente para evitar confusiones: Orwell era socialista, luchó por la República Española en el frente de Aragón donde resultó gravemente herido y antes de este libro había publicado la incombustible Rebelión en la granja, una sátira a las atrocidades del stalinismo, las que denunciaba desde la izquierda. Resulta inolvidable el decálogo creado por los cerdos que gobiernan esa granja, que comienza con la proclama de “Todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros”.

En 1984 desarrolla la idea de una sociedad gobernada por el omnipresente Hermano Mayor (traducciones anteriores lo llaman “Gran Hermano”, sin relación alguna con el disgustante programa televisivo homónimo). El control del pensamiento y las actividades de cada ciudadano es permanente y se ejerce a través de omnipresentes pantallas de las que el protagonista-relator debe ocultarse en rincones para poder escribir (actividad prohibida a los miembros del Partido), en un cuaderno y con plumas muy arduamente conseguidos, una especie de diario que refleja su angustiosa vida cotidiana.

Winston Smith trabaja en una oficina que se dedica a corregir retrospectivamente la información que resulta ser equivocada, aparecida en ediciones pasadas del diario The Times, para convertir predicciones fallidas en aciertos según lo sucedido con posterioridad a la publicación.

El Partido patrocina diariamente sesiones de “Dos minutos de odio”. Son de asistencia obligatoria y consisten en ubicar al personal de cada oficina frente a una pantalla en la que aparece la imagen del odiado disidente Goldstein, otrora miembro de la dirigencia del Partido, a quien los asistentes, compitiendo en ferocidad, colman de improperios e insultos durante ese lapso.

Aunque sin identificar, Stalin y
Aunque sin identificar, Stalin y su régimen están en el centro de la trama de "1984". (Shutterstock)

Existe otra clase social, vilipendiada y sin ningún derecho, pero también exenta de las obligaciones de los miembros del Partido: los proletas, que no tiene ninguna relevancia en la Historia.

Leídas casi cuarenta años después de la fecha en la que se ubica la acción, las profecías más aterradoras parecen haberse cumplido, incluso sin necesidad de haber sido impuestas por un gobierno totalitario.

¿Qué diferencia a las telepantallas que recuerdan que “El Hermano Mayor” te vigila, con la imagen omnipresente del dictador de bigotes convertido en el salvador de la Patria, de las redes sociales donde esa vigilancia no por estar repartida entre muchos deja de ser intimidante?

El régimen crea una “parlanueva”, de la que se dan precisiones en el “Apéndice”, donde el lenguaje es reemplazado por eufemismos. ¿Hay relación con el manejo que hacen algunos grandes grupos comunicacionales en el 2022? Un semiólogo, amigo del protagonista, trabaja intensamente en el achicamiento del vocabulario. ¿Por qué usar “malo” como opuesto a “bueno”, cuando puede decirse “imbueno”? Y muchos dislates semejantes.

La atmósfera opresiva que rodea a Winston llega a asfixiar al lector, a lo que contribuye la buena traducción, que consigue excelentes adaptaciones de lo que es la “parlanueva” que, obviamente, aparece en inglés en el libro original.

Los tres lemas del Partido condensan el disparate de su ideología:

LA GUERRA ES PAZ

LA LIBERTAD ES ESCLAVITUD

LA IGNORANCIA ES FUERZA

Pero que estos “principios” sean machacados hasta el agotamiento casi lleva a que puedan ser admitidos como verdades.

El artista mendocino Luis Scafati
El artista mendocino Luis Scafati ilustró la edición de "1984" publicada por Libros del Zorro Rojo.

¿Dónde se supone que sucede todo esto? En “Franja Aérea Uno”, cuya ciudad principal es Londres, que constituye la tercera provincia más populosa de una “Oceanía”, que está en guerra perpetua contra Eurasia en algún momento, antes con Estasia, dando lugar a una información bélica –obviamente falsificada—según la cual siempre triunfa Oceanía. El estado bélico justifica las privaciones, que son disfrazadas de logros por el Ministerio de la Abundancia. Toda semejanza con las realidades de muchos países, no es mera coincidencia.

Si el profundo contenido ideológico de 1984 podría hacer temer que la fuerza narrativa se disperse, olvídense: la lectura atrapa por la destreza del autor y la sobriedad del lenguaje que utiliza.

¿Me preguntas qué es la distopía? Distopía eres tú, 1984, lamentablemente casi cumplida.

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