Para el cierre de 2022, el escritor ecuatoriano Óscar Vela, conocido por ser el autor de títulos como “La dimensión de las sombras”, “Todo ese ayer” o “Náufragos en tierra”, ha publicado, de la mano del grupo Planeta, su libro más reciente, una colección de relatos en la que explora un tema en particular: los secretos.
Son aproximadamente 152 páginas abarrotadas de historias en las que el autor se da a la tarea de conjurar los asuntos que desde hace años lo vienen inquietando: el motor de los crímenes, el mundo de las víctimas, los dementes, proxenetas, infieles, locos y enamorados.
Al interior de estos cuentos, Vela intenta descifrar nuestras razones para guardar secretos, a veces, simples cosas que nos avergüenzan, y otras, cosas que llegan a ser inconfesables, afiladas como cuchillos.
Su profesión de abogado le ha permitido al autor, durante varios años, tener una cercanía significativa con la mentira, el dolor y el horror. Las palabras le han dado la posibilidad de traducir a la literatura estas cosas, registrándolas como parte de un inmenso archivo que da cuenta de las complejidades de la condición humana.
Son los verdaderos rostros de lo que somos, los que se esconden tras las máscaras que lucimos a diario, lo que le interesa contar al autor en este libro. Sus personajes, de algún modo, reafirman aquel verso de Borges: “Absuelto de las máscaras que he sido, seré en la muerte mi total olvido”.
Alrededor de 20 años se tardó Óscar Vela para escribir los textos de “Las máscaras que hemos sido”. Empezó a trabajarlos con la idea de descubrir en cada uno de ellos los secretos inconfesables de ciertos personajes. De ahí el título.
“(...) en este libro reúno historias de aquellos secretos que no deberían salir jamás a la luz, precisamente por su gravedad, por el impacto y las consecuencias que podrían tener en la vida de sus poseedores y de sus familias y entornos”, le contó el escritor a Infobae. “Algunos textos salen de historias reales que he conocido por mi profesión de abogado, de expedientes judiciales y casos criminales. Otras de vivencias propias, de lecturas o de historias que anidan en el subconsciente y que afloran en algún momento de la vida. Por eso tardaron tanto en concretarse en un libro que los reúne alrededor del secreto”.
Aquí encontramos, entonces, a Aníbal, el celador de El Paraíso, que abre el libro. Luego vienen Clara Verónica y Yolanda, que nació en París. A Jerónimo lo concibieron en un viaje por carretera, y Alejandra es la mujer más bella que los lectores podrían encontrarse jamás. Ella es como un libro.
El cuento que le da título a la colección, Las máscaras que hemos sido, surgió, según ha contado el autor, de una extraña obsesión que ha tenido desde hace años con los pasadizos de los aeropuertos en los que se cruzan una y otra vez los viajeros, los que vienen y los que van. Tan solo pueden verse a la cara por unos breves minutos, en ocasiones, un par de segundos, “a través de un vidrio impenetrable, insonoro e imposible de ser franqueado”.
Escribe el autor en la introducción de Las máscaras que hemos sido, que “no existe persona alguna que no oculte algo en su interior, quizás simples trivialidades o vergüenzas, aunque lo más frecuente, lo normal incluso es que resguardemos con celo absoluto esas mañas, vicios, episodios turbulentos o aquellas perversiones que nadie jamás llegaría a conocer por nuestros propios labios, ni siquiera esa gente que es más cercana o confiable, pues esa misma confianza podría quebrarse de pronto de forma irremediable si el azar, la mala fe o la crueldad de alguien descubriera un mal día alguno de los pasajes oscuros de nuestra vida. O sí, en un momento de debilidad o de arrepentimiento, en un instante de locura, de riesgo, dolor o miedo, llegásemos a confesar por boca propia nuestras más profundas intimidades”.
En este libro, así como en sus otras obras, Vela no ha logrado distanciarse del todo de personajes al borde de la autodestrucción. Es algo que ha alimentado sus ficciones por la influencia de su trabajo en el Derecho, algo que también le permite tratar temas como la corrupción y la doble moral. Sus ficciones son, una vez más, la puerta de entrada a un mundo cada vez más mojigato, más parecido a nosotros que a nuestra idea de perfección infundada.
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