Se canta por todos lados, suena en las radios, rebota en las cabezas. “Muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar...” La compuso La Mosca Tsé Tsé pero ya es tan de todos como cualquier cantito de cancha. “Muchachos”, repetimos, “muchachos”.
Imposible no escuchar el tango detrás de la música que en estos días llevamos en la garganta: se llama, claro Muchacho, aquel de “Muchacho que porque la suerte quiso vivís en un primer pisode un palacete central,que pa’ vicios y placeres, para farras y mujeresdisponés de un capital”. Uno lo dice, “muchacho”, y piensa en esquinas de arrabal pero no sólo: tenemos también aquel “Un muchacho como yo que vive simplemente, que confía en los demás y dice lo que siente”, que lanzó Palito Ortega en 1967 y cantó de ahí en adelante.
Pero claro, también tuvimos “muchachas”. La de Sandro: “Una muchacha y una guitarra para poder cantar. esas son cosas que en esta vida nunca me han de faltar”, cantaba el gitano. “Cosas”, decía y hablaba de mujeres. Bueno, era 1968.
Un año después vendría el clásico de los clásicos: Muchacha ojos de papel, un himno de Luis Alberto Spinetta, bien metido en mundo del rock nacional. “Muchacha ojos de papel. ¿A dónde vas? Quédate hasta el alba. Muchacha pequeños pies, no corras más, quédate hasta el alba”. Lloramos, nos enamoramos, con ese tema, lo colgamos en posters de las paredes. Hoy quizás no nos gusta tanto eso de “Y no hables más, muchacha”. Otros tiempos.
No hay hispanoparlante que no la comprenda: “muchacho”, “muchacha” es alguien joven.
Pero ¿de dónde viene el término? Se van a sorprender.
“Muchacho viene de mochacho y éste de mocho (esquilado, rapado)”, dice el Diccionario Etimólogico Castellano en Línea. Y, a la vez, mocho viene del latín mutilus (mutilado, rapado).
¿Rapado? ¿Por qué rapado termina en joven?
El Diccionario Dialectal Peraleo arriesga una explicación: “porque hasta los años 50 casi todos los muchachos llevaban el pelo rapado para evitar problemas de piojos”.
Así que muchacho era alguien rapado, peladito. Las costumbres hicieron que esos peladitos fueran niños, jóvenes. Y de ahí en más...
Shh... Mufa
Hay una palabra en italiano taaan parecida. Muffa significa moho. Conocemos ese uso: un alimento “mufado” es aquel al que ya le asomaron esas manchitas verdes que indican que... mejor tirarlo.
La palabra italiana, dice el Diccionario Etimológico Castellano, puede venir de la raíz germánica muff -de donde tenemos mofar- o del latín mucere (enmohecerse y echarse a perder): aquí sería pariente de moco y mugre.
El Diccionario de la Real Academia Española dice que, en Argentina y Uruguay, mufa es Moho o mancha de humedad. Pero que, de manera coloquial, se usa como Enfado o mal humor por algo que molesta. Y tiene que ver con star muffo, del veneciano. Que significa “estar triste”. Sí, esa de “tengo una mufa bárbara”. Pero no es esta mufa de la que estamos hablando, la que estamos anulando casi cada vez que alguien abre la boca.
Si se le pregunta por mufa en la Argentina, Google va al grano: “En el lunfardo la palabra mufa está relacionada con la superstición y se la usa -sobre todo- cuando se quiere dar mala suerte a alguien o algo o cuando se cree que alguien quiere dar mala suerte a otra persona. En ese caso se utiliza el verbo mufar”, dicen.
¿Habrá tenido algo que ver con ese moho, del italiano -ese degradarse, arruinarse de las cosas- la idea de mufa como mala suerte? El que está enojado TIENE mufa pero cuando la palabra se refiere a la mala suerte, no es algo que se tiene (y se puede dejar de tener) sino algo que se ES. Listo, escrito a fuego en el documento de identidad: Fulano ES mufa: una superstición que le puede arruinar la vida al acusado.
El Diccionario Etimológico del Lunfardo, de Oscar Conde, define mufa como malhumor y fastidio en primer término pero enseguida da una segunda acepción: mala suerte, infortunio. Por eso, dice, mufado es enojado pero también Infortunado, perseguido por la mala suerte, enyetado.
Y aquí aparece ese verbo que es propio de este uso: mufar es “traerle a alguien mala suerte”.
No hay certezas de que la mufa del moho tenga que ver con la mufa de la superstición, esa que nos hace temblar cuando el amigo que vino a ver el partido a casa dice nosequé. Todos nuestros deseos contenidos estallan en la mufa. Lo deseo tanto que no se puede ni decir, porque si lo digo -ah, el pensamiento mágico- no sucederá. Si lo digo y no sucede porque lo dije, soy mufa.
Pero tan fácil como es atribuirle la mufa a otro parece ser borrarla de un plumazo. Lo que se hace con palabras -mufar- se deshace con la misma herramienta. Entonces se usa la varita mágica: anulo mufa. Basta decirlo y el maleficio queda herido de muerte y sólo las cosas buenas pasan. Pero eso no se puede decir.
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