15 ideas salvadoras para padres cansados: descargá gratis el libro que ayuda a afrontar la tarea más difícil (y más hermosa)

En “Crianza para padres cansados. Preguntas que no pasan de moda”, los psicoanalistas Luciano Lutereau y Trinidad Avaria reflexionan sobre cómo lidiar con las exigencias del presente cuidando y dando amor a nuestros hijos. Aquí, algunos párrafos para sentirse identificado.

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Luciano Lutereau y Trinidad Avaria reflexionan sobre las consultas que reciben en sus consultorios sobre crianza.
Luciano Lutereau y Trinidad Avaria reflexionan sobre las consultas que reciben en sus consultorios sobre crianza.

¿Cómo podemos robarle un poco de tiempo al cansancio generalizado y criar? El tiempo, ese bien tan preciado, no es algo que se tena sino que se consigue. Ante los desafíos y las exigencias en tiempo presente, el libro Crianza para padres cansados. Preguntas que no pasan de moda recoge las grandes preocupaciones de los padres para traer lucidez.

Los autores, los psicoanalistas Luciano Lutereau y Trinidad Avaria, indagan y reflexionan sobre los temas más frecuentes que reciben en sus consultorios sobre crianza: las mentiras, las malas palabras, el miedo a no ser “buenos padres”, el colecho, la lactancia, el crecimiento y la angustia, cómo dejar de lado los ideales de los roles parentales, cómo dar tiempo de calidad y amor en tiempos de agendas apretadas.

Porque las palabras son puentes, conviene leer estos párrafos de Crianza para padres cansados — la edición digital se descarga gratuitamente de Bajalibros, disponible en Argentina, Colombia, México, Chile, Perú y Uruguay hasta el domingo 18 — y que alivianan la tarea más desafiante y más hermosa:

1) ¿Qué es ser el padre o la madre de un niño?

Es ser el adulto que toma ciertas decisiones y está dispuesto a soportar la angustia que implica, a veces, decidir por quien aún no está en condiciones de hacerlo; porque hacer caer en los niños algunas decisiones puede ser angustiante y, por cierto, es importante que los niños tengan en sus padres puntos de referencia firmes respecto de los cuales situarse.

2) La consulta permanente a los niños

¿Quiere decir esto que a los niños hay que consultarlos sobre todo? Este último movimiento es una tendencia en la crianza actual: hacer participar a los niños en decisiones que no les conciernen, como si el hecho de que hablen justificase que la familia se convierta en un sistema de deliberación permanente. Si bien en una familia todos hablan, también hay representantes de la autoridad. Una familia no es una asamblea permanente, tampoco un sistema monárquico (ni la tiranía de los niños). Alcanza con que sea una democracia, con todas sus dificultades y desafíos.

3) Los secretos

Otro juego fundamental que a los niños les encanta hacer con las palabras: decir secretos. Sin duda es un gran logro psíquico que un niño empiece a decirlos, incluso cuando a veces simplemente busque hacer un murmullo en la oreja de alguien. El gran secreto es, entonces, ¡que las palabras no dicen nada! Por eso también se las puede usar para mentir. He aquí otro de los grandes descubrimientos del psicoanálisis respecto de los niños: que no sólo los niños mienten, sino que es muy importante que mientan.

La tendencia de crianza actual es que la familia se convierta en un sistema de deliberación permanente pero debe haber figuras de autoridad (Getty Images /iStockphoto)
La tendencia de crianza actual es que la familia se convierta en un sistema de deliberación permanente pero debe haber figuras de autoridad (Getty Images /iStockphoto)

4) Las mentiras

La mentira se relaciona más bien con el arte de engañar y aquí es donde cabe hacer algunas precisiones: mentir no necesariamente es querer dañar a otro sino que muchas veces nos confronta con algo difícil de confesar; incluso quien miente a veces no sabe que miente, ya que también es posible mentirse a uno mismo. En el caso de los niños siempre es penoso que los adultos los interroguemos para que confiesen. Pensemos en el caso típico en que un adulto sabe que un niño hizo una travesura y, frente a otros, le pide que reconozca que ha sido él. Quizá por vergüenza, o porque ese acto tiene un sentido (inconsciente) que aún no puede asumir, el niño lo niega. Y no lo niega porque con esa mentira quiera herir al adulto sino porque aún no puede elaborar lo sucedido.

5) ¿Por qué son importantes las mentiras de nuestros hijos?

La experiencia de mentir supone para el niño una conquista: hay una parte del mundo que sólo le pertenece a él, sus padres no adivinan lo que piensa, aunque él creía lo contrario, puesto que puede engañarlos. Ese límite entre su mundo interno y los demás enriquece su vida psíquica, al favorecer el desarrollo de su fantasía.

6) Las malas palabras, ¿son tan malas?

A los padres les preocupa, temen la mala educación, pero lo interesante de las malas palabras es que son un paso necesario en la conciencia que el niño va tomando de lo público. Porque descubre también que hay lugares en que se habla de un modo y lugares en los que se habla de otro. Las malas palabras –que no son necesariamente los insultos, porque hoy se insulta mucho (en medios gráficos, en redes sociales, en la televisión abierta, etc.); “malas palabras”, aquellas de las que los padres se preguntan: de dónde sacó esto y rápidamente quieren rectificar esa manera de hablar– representan un gran crecimiento psíquico, porque son la primera aparición de una forma de decir que no proviene de los padres.

La lactancia materna es un momento importante de encuentro entre mamás y bebés (Shutterstock)
La lactancia materna es un momento importante de encuentro entre mamás y bebés (Shutterstock)

7) ¿Para qué es importante la lactancia?

En lugares donde madres y niños puedan encontrarse en calma serán los ritmos y sonidos de los juegos y conversaciones de otros, niños y cuidadores, lo que posibilitará el paso de la teta que alimenta a la teta con la que se juega, e instalar un deseo de jugar con otra cosa que vaya más allá de la teta. Muchas veces vemos a los bebés soltar la teta y girar la cabeza hacia un mundo lleno de sonidos y movimientos que lo atraen, manifestando ganas de otra cosa. (...) Es importante que el momento de la lactancia sea de encuentro entre mamás y bebés, para que la madre pueda hablarle y ¡para que el bebé le hable a la teta!

8) El colecho y las “camas colonizadas”

Si en adelante ya no dormirá con los padres no es porque éstos no quieren, sino porque sentirá vergüenza de que él sí y otros no y querrá ir a dormir a la casa de amigos; con la comida aparecerá el asco, etc.; es decir, a veces es necesario volver un poco atrás para construir lo que se necesitará adelante: afectos como la vergüenza, el asco y la culpa, que regularán las relaciones interpersonales del niño de acá en adelante. Para los padres ésta es una etapa cansadora pero es importante que se entienda no como un síntoma del niño, sino como el paso previo a que el niño revise su dependencia y forme sus primeros deseos en sentido estricto. Esta regresión es el camino a un apropiarse del deseo y no es un retroceso, ya que demuestra que el crecimiento de un niño no es lineal ni adaptativo. (...) Queremos destacar que aprender a dormir solo es un gran crecimiento para todo niño. Lo que debe tenerse presente siempre es que el colecho no sea un obstáculo para esta importante adquisición.

El colecho como etapa previa a que los hijos consigan su autonomía (Shutterstock)
El colecho como etapa previa a que los hijos consigan su autonomía (Shutterstock)

9) El miedo

Si hay algo que se inaugura con la paternidad es el miedo. Miedo durante el embarazo por no saber qué pasará, miedo durante la crianza por si le sucede algo a nuestro hijo, a ser mala madre/padre. Y por supuesto, el miedo a morir y no estar para nuestros hijos. No es miedo a la muerte ni al dolor sino a dejar a los hijos solos. (...) Uno no puede garantizar la propia vida cuando es adulto, pero tampoco es eso lo que pregunta un niño. La mejor respuesta, la más verdadera, es: “Nunca estarás solo”.

10) El crecimiento de nuestros hijos, ese momento angustiante

El niño que crece, entonces, angustia a los padres. La cuestión es qué hacemos los padres con la angustia que nos produce el crecimiento de nuestros hijos, a sabiendas de que por motivos personales (e inconscientes) no toleramos del todo ese crecimiento. Quizá otra explicación para esto sea que suponemos el crecimiento como una separación.

11) La lógica productiva en la crianza

Hoy, en un sistema eficientista y pragmático, donde lo que importa es por sobre todo la producción, se cría para ser “los mejores adultos posibles” sin que se tenga muy en claro qué significa esto y sin considerar la infancia como un tiempo de valor presente, que sucede hoy. Criamos desde la individualidad, apurados, asustados, compitiendo, en solitario; viviendo las dificultades propias de la crianza en el encierro del hogar, esperando que nadie se entere; ya sea por el temor al juicio (en el mejor de los casos) o a la vigilancia real de la que son objeto las familias más vulneradas de nuestros países.

Trinidad Avaria y Luciano Lutereau.
Trinidad Avaria y Luciano Lutereau.

12) La ansiedad de no hacerlo bien

Para hacerle espacio a un niño o niña se necesita dejar que se revuelvan, desordenen y vuelvan a ordenar nuestros planes, prioridades, presupuestos, tiempos y espacios. Se requiere de poder redefinir lo que se entiende como intimidad, y de atravesar el miedo de que algo le pase a nuestro hijo, la ansiedad de no hacerlo bien.

13) Compartir y acompañar

Desde las políticas públicas, el discurso social, los manuales y blogs de crianza se nos señala lo que debemos hacer, sin generar necesariamente los espacios de compañía y sostén para quienes criamos, sin espacio para ir descubriendo progresivamente y desde la singularidad de cada niño y cada familia una forma de hacer. Los padres leemos, investigamos, preguntamos a otros padres, a nuestros padres, a especialistas; sin embargo, estas respuestas no parecen bastar, porque son pocas las oportunidades que tenemos de realmente compartir un cotidiano, escasean los momentos de encuentro con otros que ya atravesaron por este tiempo y podrían comprender; o con quienes están atravesando y podrían acompañar.

El juego, el cariño y el tiempo compartido son los mejores regalos para ofrecerles a nuestros hijos (Getty)
El juego, el cariño y el tiempo compartido son los mejores regalos para ofrecerles a nuestros hijos (Getty)

14) Caricias que cuidan

Parte de las angustias con las que se vive la crianza tiene que ver con la extrema dependencia del niño pequeño (dada su inmadurez biológica), lo que termina por interpretarse muchas veces como una pasividad absoluta. El bebé es entendido como un objeto que necesita sólo cuidados adecuados para su supervivencia. Ignoramos entonces que, desde el primer día, el bebé muestra una capacidad creciente de pensamiento propio, creativo y participativo que va siendo creado a través de las envolturas de quien cuida, envoltura que es principalmente gestual: la caricia.

15) La importancia del juego compartido

Queremos dar cuenta del mundo al que se accede cuando se acompaña a un niño o niña a crecer, no en las lógicas productivas de la adultez sino siguiendo al bebé o al niño en sus ritmos, permitiendo que nos muestre la entrada a un mundo casi platónico que nos lleva a revisitar las propias escenas infantiles y habitar un tiempo que no está destinado y estructurado desde el hacer algo específico con un fin: el tiempo del juego. (...) No es que un adulto tenga necesariamente que jugar con su hijo (si así lo desea podrá hacerlo), el lugar del adulto en este ámbito tiene que ver más bien con permitir al niño un tiempo no productivo, no saturado de talleres y tareas, en el que el niño pueda desplegar ese mundo de fantasía en el que habita.

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