Cinco novelas y dos obras de teatro se han publicado bajo la autoría de Sofi Oksanen, la escritora finlandesa que se convirtió en un verdadero fenómeno literario gracias a Purga, su tercer título de novela, que vio la luz en 2008 y se tradujo al español en 2011.
Su actividad literaria inició en 2003 con la publicación de Las vacas de Stalin y a partir de entonces no ha parado de escribir. Hoy es una de las principales voces de su generación. Ha sido galardonada con el Premio Finlandia en 2008, el Premio Runeberg en 2009, el Premio de Literatura del Consejo Nórdico en 2010 y el Premio Nórdico de la Academia Sueca en 2013, por el conjunto de su obra.
Su trabajo de ficción más reciente es El parque de los perros, una historia de lealtad y confianza rota entre dos mujeres atrapadas en el negocio de los vientres de alquiler, en la Ucrania postsoviética. Precediéndolo, probablemente la novela más fascinante, estructuralmente hablando, después de Purga, que vendió en su momento más de un millón de ejemplares en más de cuarenta países. Una ficción intensa e intrigante que combina elementos del realismo mágico y la crítica social: Norma.
Cuando el cuerpo de Anita Ross es encontrado en el metro de Helsinki, todos los temores se confirman: la mujer acaba de tirarse a las vías. Pero Norma, su única hija, se muestra incrédula, ya que su madre jamás la hubiera dejado sola con su secreto: sus cabellos viven, experimentan emociones, cobran impulso y crecen tan rápidamente que hay que cortarlos varias veces al día, reza la contraportada del libro. Dispuesta a todo con tal de saber la verdad, la joven decide reconstruir los últimos días de su madre, ofreciéndose incluso en el salón de belleza donde ella trabajaba, uno más de los negocios de un clan que también trafica con vientres de alquiler. Acechada por el pasado y atrapada en una maraña de engaños y explotación, Norma deberá luchar por esclarecer los hechos y alcanzar la libertad.
El suicidio de Anita confunde a Norma hasta el cansancio, la satura, la supera. Su madre regresaba de un viaje, tenía un nuevo trabajo en el que estaba contenta y si bien su vida no era del todo color de rosa, no había nada que sugiriera su fatídico desenlace. La duda genera sospechas en Norma, en realidad, en su cabello. Cree que su madre pudo haber sido asesinada.
El cabello de Norma crece mucho y está vivo, sí, vivo. Se alisa solo, flota y en ocasiones, se pone duro como una roca. Embarcada en la ardua tarea de develar lo que ocurrió, Norma y su cabello se enfrentarán a un sinfín de dificultades que la conducirán por los caminos turbios de una mafia dedicada al tráfico de personas y los vientres de alquiler.
“Después del entierro nada volvió a ser como antes, pese a que Norma aún lo creía posible en el momento en que dejó atrás al grupo de asistentes al funeral y se escabulló por el camino que llevaba a la verja del cementerio. A su madre no le importaría que pidiera un taxi para irse y los demás le daban igual: no quería estar con familiares que apenas conocía ni atestiguar las intrigas de los posibles herederos de la casa de Naakka, un tema que no tardaría en salir a relucir, entre las empanadillas de Carelia y los sándwiches cortados por la mitad, mientras la abuela hilaba anécdotas con su frágil memoria. Con sólo subirse al taxi, Norma se libraría de toda aquella farsa. Trataría de volver a su rutina diaria y de enfrentarse a la muerte de su madre (¡nada de evitar los lugares que se la recordaran!). No llegaría tarde al trabajo, ni cogería un taxi en lugar del metro ni rompería a llorar por las mañanas al desenredarse el pelo con el peine de púas metálicas. No se olvidaría de comer ni de beber suficiente agua, ni permitiría que se desmoronase la vida que ella y su madre habían construido con tanto esfuerzo. A la mañana siguiente se prepararía como siempre para ir al trabajo, sacudiría los pelos de la blusa, metería en el bolso el aceite de bebé para domar los rizos, el Diazepam y el Postafen, para tranquilizar la mente y el cuerpo, y un bote tamaño viaje de Elnett, una laca cuyo aroma hacía evocar una jornada de trabajo normal y a mujeres cuyas vidas estaban en orden. A partir de ahora sería una de ellas. Así, preparada para afrontar el día que le esperaba por delante, Norma caminaría hacia la estación de metro de Sörnäinen, se mezclaría con la multitud y dejaría que las escaleras mecánicas la llevaran hasta el andén donde esperaría para abordar el vagón de cola del metro como cualquier otro día. La corriente de aire agitaría las faldas, la gente estaría enfrascada con el móvil o el periódico gratuito y nadie pensaría en la tragedia que había tenido lugar en ese mismo andén. Nadie más que Norma, mientras se preparaba para enfrentarse al trabajo y al ambiente de tensión que reinaba desde hacía meses debido a las negociaciones del acuerdo con el Ministerio del Trabajo: ella comprendería entonces que lo único que se había detenido en su vida era la vida de su madre” - (Fragmento).
Oksanen consigue hilar distintos temas a lo largo de la novela, dándole paso, de manera lúcida, a la crítica de ciertas problemáticas sociales que imperan en la actualidad. El tratamiento estético que realiza de las situaciones, la caracterización de los personajes, la construcción de la trama, obedece todo al virtuosismo de una escritora que se propone iluminar los resquicios alrededor de la gestación subrogada y la feminidad disminuída.
La novela es una pieza adictiva en absoluto. Los capítulos cortos, los párrafos precisos. Con una prosa imaginativa, sugerente y poética, la autora urde una trama inquietante sobre las redes mafiosas que se aprovechan de las mujeres, en una novela radicalmente original que va marcando su propio camino a medida que Norma Ross se sumerge en el pasado en busca de su futuro.
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