“Mamá, ¿alguna vez fingiste un orgasmo?”, le preguntó, en medio de la cena y con seriedad de jueza, su hija a la escritora y dramaturga argentina Patricia Suárez. La madre se encontró ante una disyuntiva: mentirle a su hija o bien admitir que, en más de una ocasión, ella misma había mentido. “Sí, lo fingí. Varias veces, más de una vez”, admitió, y fue así que decidió lanzarse a escribir sobre el invisibilizado (aunque cada vez más reivindicado) universo del orgasmo de las mujeres.
En Mitos y más mitos del orgasmo femenino, contenido exclusivo de IndieLibros, la autora analiza desde cómo los griegos y egipcios abordaron la sexualidad de las mujeres hasta por qué recién en los años 60 del siglo XX crecieron las consultas médicas de aquellas pacientes que no alcanzaban el clímax (lo que hoy se conoce como anorgasmia), incluyendo las descripciones que los médicos medievales hicieron del clítoris o el rol del primer psicoanálisis con sus diagnósticos de histeria y sus controversiales tratamientos.
¿Qué consecuencias tiene para la sociedad que las mujeres conozcan el poder del placer? Para Suárez, autora de libros como El sueño de la criada y Blanca palidez, si venimos de siglos en los cuales el goce femenino fue reprimido, castigado y despreciado, es lógico que, cuando una mujer lo descubre, acepta e incorpora, todo ese poder vuelva a sí misma. “Darse cuenta que no es necesario depender de un otro para gozar, que el placer es algo que está en vos y que lo podés lograr sola, te devuelve el poder”.
¿Por qué es tan común para muchas mujeres el fingir el orgasmo? ¿Quién se beneficia de esas dinámicas? ¿Por qué todavía, incluso con la reivindicación por parte del feminismo, cuesta tanto hablar del placer de las mujeres? ¿Qué poder se esconde en ese goce irrestricto, por tantos años negado? Afirma la autora: “El orgasmo de una mujer puede cambiar el mundo”.
Así empieza “Mitos y más mitos del orgasmo femenino”
Cómo nació este libro
Este libro no surgió teniendo un orgasmo.
Ni no teniéndolo.
Nació de una conversación entre madre e hija. Tengo una hija adolescente, que concurre a una escuela pública y en una clase de ESI —Educación Sexual Integral, ¡bendita educación!— le hablaron del orgasmo femenino. Los contenidos de la ESI pueden ser discutibles, o por lo menos opinables, pero la información brindada a los alumnos, sin duda, favorece a una sexualidad saludable. Ya saben, aquello de “conocimiento es poder”.
Cuando mi hija tenía cuatro años, una vez me preguntó qué era el orgasmo. No supe qué responderle dado que era tan chiquita, y entonces le dije que era como cuando te hacen cosquillas y te hace feliz. Ahora, más de diez años después, ella me lo explica a mí. La discusión comienza cuando ella me pregunta si yo alguna vez fingí un orgasmo. Me lo pregunta con la seriedad con la cual yo podría haber mentido ante un tribunal respecto de un crimen. Es la edad donde cualquier clase de mentira atenta contra la dignidad de una persona.
Puesta a construir la dignidad de mi hija, me apuro a mentirle A ELLA, nada más que para no desilusionarla, de la misma manera que cuando era chica sostenía ante sus ojitos incrédulos que Papá Noel existe. Pero es mi HIJA y será una MUJER adulta en breve y es mejor que vaya sabiendo cómo son las cosas en esta materia, así que me armo de valor y le respondo: “Sí, lo fingí. Varias veces, más de una vez”. El horror está pintado en su cara. “¿Por qué?”
¿Por qué?
Porque las relaciones entre los sexos no son fáciles.
Porque la heteronorma puede tener mucho de hétero pero casi nada de norma.
Un estudio publicado en la Revista de Urología Colombiana, y realizado por Juan Fernando Uribe Arcila, urólogo de la Universidad de Antioquia, y las enfermeras María Teresa Quintero Tobón y Margarita Gómez Gómez, reveló que sobre 330 mujeres encuestadas: “Con respecto al fingimiento del orgasmo, un 43,6% de las encuestadas lo hacen por diferentes razones. Se obtuvieron 324 respuestas que se distribuyeron en 5 grupos principales: la categoría mayoritaria está relacionada con fingimiento por «Asuntos de la pareja» (26,5%), con 2 tendencias: «Engaño altruista» y «Aumento de la excitación»; fingimiento por «Miedo/inseguridad» (3,70%); por «Aplazamiento sexual» (6,7%); para «Aumentar la propia excitación» (0,3%) y una categoría adicional de fingidoras que nunca han alcanzado orgasmos o «Anorgasmia perpetua» (0,6%)”.
Método Strasberg para el orgasmo fingido o Ser o no ser
En el mundo de la actuación, hubo un gurú teatral que, siguiendo los métodos de enseñanza del legendario Konstantin Stanislavski, promovía la “memoria emotiva”, el recuerdo emocional, para lograr la eficiencia en escena. Era Lee Strasberg y fue el maestro de Marlon Brando, Paul Newman, Montgomery Clift, Natalie Wood y hasta Marilyn Monroe. Si tenías que llorar, recordabas algo triste que te hubiera pasado en la vida, y las lágrimas afloraban en tus ojos. Pero, he aquí la pregunta del millón: ¿qué bendito recuerdo traés a tu mente a la hora de fingir un orgasmo si no te pasó nunca o no das por hecho que te tiene que suceder SIEMPRE durante una relación sexual?
¿Tenía orgasmos Natalia Wood?
¿Tenía orgasmos Marilyn Monroe?
El sexólogo holandés Jeltro Drenth escribió en su libro El origen del mundo: “Hay hombres que toman el clímax de su pareja como una recompensa por un excelente desempeño, así como los comentarios elogiosos de una maestra en la libreta escolar de un alumno significaban todo un sello de aprobación. Si la mujer no consigue pasar el umbral, el hombre nunca estará seguro de su calidad como amante”. O sea, que la mujer debe cargar la mochila de su propia insatisfacción MÁS la angustia del hombre por si acaso tuviera un mal desempeño. ¿No es demasiado para una chica sola?
En Mitomanías de los sexos, Eleonor Faur y Alejandro Grimson escriben que “muchos varones entienden el placer femenino como un éxito de su propio desempeño. El orgasmo femenino es una emanación de su virilidad”. ¡¿Qué?! ¿Qué otra salida le queda a una mujer sino correr a la librería de turno, comprar el Manual del actor de Stanislavski y guardarlo debajo de la almohada?
¿Demasiado cínico? En absoluto. En 1848, el francés Auguste Debay publicó su exitoso Higiene del matrimonio, donde aconsejaba a las mujeres simular el orgasmo “porque a los hombres les gusta compartir su propio placer”. Un siglo después el popular libro Amor sin miedo, de Estauce Chesser, sentenció: “Ambos integrantes de la pareja deben cumplir sus respectivos papeles. Y aquí debe observarse que la simulación del orgasmo forma parte del poder de toda mujer inteligente”.
De nuevo en Mitomanías de los sexos, traen a colación a una coach sexual, quien con mucho criterio opinó que “los varones son malos amantes porque les mentimos”. Los autores expresan: “El hecho de que muchas mujeres finjan orgasmos (para que los varones se sientan seguros, para que permanezcan con ellas o para lo que fuera) dificulta y en última instancia imposibilita que los varones lleguen a conocer la variedad de situaciones, tipos de contactos, caricias, etc., que pueden despertar placer en una compañera”.
De todos modos, vaya la observación de Jorge Guinzburg para que las mujeres ya no gasten en cursos de actuación ni se molesten en fingir. Dijo el humorista en uno de sus programas: “Las mujeres fingen el orgasmo porque creen que a nosotros nos importa”.
En última instancia, porque fingir es una manera de terminar con la ansiedad del hombre que cree que sólo será un verdadero hombre si me arranca un orgasmo a su manera y porque fingir es dejarlo tranquilo para, por fin, ponernos con otra cosa. Tampoco es que me vayan a dar nunca un Oscar de la Academia de Hollywood por lograrlo. A quien casi se lo dan por esto mismo es a Meg Ryan. E
l Muro de Berlín cayó en noviembre de 1989, pero cuatro meses antes, Columbia Pictures había lanzado Cuando Harry conoció a Sally¸ la comedia romántica en la cual Sally (Meg Ryan), la eterna amiga de Harry (Billy Cristal), le muestra que él no es capaz de distinguir un orgasmo real de uno fingido. Se lo explica mientras almuerzan en el neoyorquino deli Katz’s. Y dicho esto, se pone a actuarle uno estrepitoso allí mismo, en pleno restaurante, sin cuidarse de las miradas ajenas. El guión fue escrito por Nora Ephron, y fue nominado al Oscar ese año.
Una entrada en Wikipedia sobre la película relata sobre la escena antológica: “La escena termina cuando Sally regresa a su comida y una mujer cercana que casualmente la observa (interpretada por Estelle Reiner) llama al camarero y dice: «Pediré lo mismo que ella». Cuando Estelle Reiner murió a los 94 años en 2008, el periódico The New York Times se refirió a ella como la mujer «que dio a luz una de las líneas más graciosas y memorables en la historia del cine».
Esta escena se rodó una y otra vez, y en ella Ryan demostró su capacidad de fingir orgasmos durante horas. El restaurante Katz’s Delicatessen todavía cuelga un cartel encima de la mesa donde se rodó la escena que dice: «Donde Harry conoció a Sally... esperamos que tengas lo que ella pidió»”.
Que las líneas más graciosas de la historia de la cinematografía pertenezcan a una señora madura que, por lo visto, no vivía con frecuencia semejantes éxtasis habla de una sexualidad femenina donde la norma es no tenerlo.
Quién es Patricia Suárez
♦ Nació en Rosario, Argentina, en 1969.
♦ Es narradora, dramaturga y ensayista.
♦ Escribió títulos para chicos, como Habla la madrastra y La vaca azul, y poemarios, como Ligera de equipaje, Fluido y Late.
♦ Sus obras teatrales se exhibieron no sólo en Buenos Aires, sino también en Madrid, Génova, Caracas y La Paz, entre otras ciudades. Algunas de ellas son El tapadito y la trilogía Las polacas.
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