Desde hace mucho tiempo, la novelas de la escritora canadiense Louise Penny han acostumbrado a los lectores a tremendos viajes emocionales todos revueltos en remolinos de acción. La prosa de Penny ha conseguido que sus libros terminen siendo un refugio para quien se atreve a pasar de las primeras páginas. De ahí el éxito, entre otras cosas, de su famosa serie.
Una vez más, el inspector jefe Armand Gamache regresa a la acción en El largo camino a casa, el décimo título de la serie. Se suponía que estaba retirado, pero los perros viejos no consiguen olvidar sus hábitos y en cuanto Clara Farrow va a buscarlo, entiende que ya es momento de levantarse y trabajar.
Hace un año que Peter, el esposo de Clara se fue de casa. Ambos son pintores y en el último tiempo él había empezado a sentirse opacado por el éxito de su esposa, además, las cosas no iban muy bien en su relación, por lo cual tomaron la decisión de distanciarse por un tiempo y reflexionar sobre su futuro juntos. Peter dijo que regresaría después de un año y Clara marcó la fecha en el calendario, convencida no solo de que volvería, sino de que se quedaría. El año ya ha pasado y Peter no ha aparecido. Clara cree firmemente que algo le ha sucedido.
Lo que en un principio parecía ser una conversación para desahogarse, termina convirtiéndose en una investigación con toda la rigurosidad del caso. Armand decide llamar a su yerno Jean-Guy Beauvoir, su antiguo compañero, y juntos empezarán las búsquedas que les permitirán dar con la verdad tras la partida de Peter.
A medida que el inspector y su compañero se sumergen en el caso, los lectores se adentran en la mente atormentada de Peter, un hombre tan desesperado por recuperar su fama que es capaz de dejarse a sí mismo de lado. Pronto Three Pines será un punto lejano en el mapa y las pistas conducirán a Gamache hacia París, Venecia, Florencia, hasta Dumfries, en lo profundo de Escocia, y luego de regreso a la desembocadura del río San Lorenzo en el golfo este de Canadá.
“Consciente de la presencia de Clara a su lado, abrió los ojos. Volvió a mirar al frente y vio cómo cobraba vida el pueblecito allá abajo, vio a sus amigos y a sus nuevos vecinos salir de sus casas para ocuparse de sus jardines perennes o atravesar la plaza para desayunar en el bistrot, vio cómo Sarah abría la puerta de su boulangerie —llevaba ahí dentro desde antes del amanecer horneando baguettes, croissants y chocolatines, y ahora llegaba el momento de venderlos—, la vio detenerse, limpiarse las manos en el delantal e intercambiar un saludo con monsieur Béliveau, que estaba abriendo su pequeño supermercado. Cada mañana durante las últimas semanas, Gamache se había sentado en aquel banco a observar a las mismas personas hacer las mismas cosas. El pueblo tenía el ritmo, la cadencia de una pieza musical. Quizá era eso lo que Henri oía: la música de Three Pines. Un murmullo lejano, un cántico, un ritual reconfortante” - (Fragmento).
Más de once millones de lectores en todo el mundo se han visto contagiados por la prosa de Penny y las pesquisas de Armand Gamache. El largo camino a casa es probablemente la más ingeniosa de las novelas que integran la serie, inesperada, intrigante e intensa. “Una obra de arte que trasciende el género”, señala el Richmond Times-Dispatch, “atrapa de principio a fin y, como todos los libros de Penny, deja al lector deslumbrado”.
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