Shlomo Lerman nació a principios del siglo pasado, y creció, en Ostrowiec Świętokrzyski, una ciudad ubicada en el sur de Polonia. Años más tarde fue Salomón, el zeide de una familia porteña judía tradicional. Entre un extremo y el otro, nunca reveló las circunstancias en las que escapó de su país. Tampoco contó que ante las puertas de la Segunda Guerra Mundial se separó de las personas que más amaba. Ese es el breve resumen, a modo de invitación a la lectura sin spoilers, de El dolor de estar vivo, editado por el sello Ateneo.
Adriana Lerman, su nieta, nació el 3 de noviembre de 1971 en Buenos Aires. No planeaba publicar un libro. Ni ser escritora. Se recibió de farmacéutica en la UBA y además estudió hebreo, así que trabajó como docente del idioma. Se casó. Tuvo dos hijas. Pero sentía que a su historia le faltaba algo. Había espacios vacíos que necesitaba completar. Todo comenzó, para ella, como una búsqueda de sus raíces.
Javier Sinay es un periodista y escritor argentino que se especializa en investigación y su nicho de expertise son los policiales. En junio de 2009, buscando otras cosas, encontró en internet la reproducción de un artículo de 1947 titulado Las primeras víctimas judías en Moisés Ville. Estaba firmado por su bisabuelo, Mijl Hacohen. Esa coincidencia de profesión y género lo llevó a usar sus herramientas profesionales para desenterrar la historia de su antepasado.
En la reconstrucción de lo que pasó en el pueblo santafecino —22 asesinatos cometidos por gauchos criollos contra inmigrantes judíos llegados a la provincia desde Ucrania— encontró el hilo familiar que une su propia historia. Para reconstruirla, Javier Sinay viajó repetidas veces al lugar que fue la tierra prometida para la inmigración judía de fines del siglo XIX, aprendió ídish, descifró documentos antiguos y hasta contrató a un detective para rastrear los ejemplares de Der Viderkol, el primer periódico judío de la Argentina. El resultado fue el celebrado Los crímenes de Moisés Ville, publicado por Tusquets en 2013 como parte de la colección Andanzas, dirigida por Leila Guerriero.
Con el mismo ímpetu de búsqueda de un origen, pero aprendiendo las herramientas de investigación en el camino, Adriana Lerman emprendió su propia indagación histórico-familiar. Durante varios años descifró escritos en ídish antiguo, juntó documentos, fotos, cartas y habló con todos los que podían recordar algo para reconstruir los fragmentos. Por fuera de todo plan, escribió así su primer libro, una historia de superación del trauma en el contexto del nazismo en Europa.
“Cuando algo importante se cae, se vuelve a caer todo lo importante que se cayó en el pasado”, escribe la poeta Clara Muschietti en su libro de 2015 Podría llevar cierto tiempo, reeditado por Caleta Olivia en 2020. Del mismo modo, lo indecible siempre sigue pasando. No se acaba. Reverbera. Hace eco. Pero en cada expansión hacia adelante en el tiempo, se transforma.
Cuando la dictadura cívico-militar se apropió de bebés para dárselos a criar a los asesinos de sus familias, esos hijos crecieron y salieron a buscar —o se dejaron encontrar— por sus abuelas. En muchos casos habían seguido los caminos de militancia y solidaridad que iniciaron de sus madres y padres desaparecidos. Porque todo sigue pasando. Es un rebote que avanza. Un eco que reverbera.
El Holocausto durante la Segunda Guerra Mundial pretendió borrar al pueblo judío del mapa. Después del horror, los sobrevivientes —en muchos casos— rearmaron sus vidas del otro lado del planeta. Sus hijas e hijos, de otras patrias, siguieron recordando por ellos, para ellos. Y eso surtió efecto en los nietos, que a dos generaciones de distancia siempre están cerca. No solo tienen esa memoria, la expanden.
Como Adriana Lerman, que en su primer libro emprende un viaje al pasado y reconstruye el camino hacia sus raíces a través de la historia de su abuelo Shlomo. La autora investigó hasta que los datos le mostraron el camino hacia lo no dicho. Mediante estos documentos, Adriana Lerman recuperó la historia de juventud de un judío polaco que, entre el horror y el coraje, escapó del nazismo y se embarcó hacia un futuro incierto, pero un futuro. Aquel porvenir posible que vislumbró el joven en la década del 40 del siglo XX hoy es el presente de su nieta, la autora.
El dolor de estar vivo es el relato biográfico de un inmigrante judío en el que la autora, su nieta, descubre todo lo que su abuelo no pudo decir. A través de las decisiones dolorosas que tuvo que tomar Shlomo para escapar de la violencia antisemita de Polonia, Adriana escribe una historia rescatada del silencio, surcada por la tragedia del Holocausto, que ahonda en el desarraigo, la pérdida y el dolor, pero también muestra la esperanza y el encuentro.
Sin ser título, el dolor de estar vivo después de un Holocausto es, también, una fuerza inmensa que a veces no permite hablar. Ni decir. Y en esa reverberar, en el eco, la autora lo cuenta. “Una historia real de coraje en tiempos del nazismo”, aclara el subtítulo. Lerman la nieta escribe el pasado de Lerman el abuelo para que la memoria se complete. Y así, la historia —la del protagonista, pero también la suya, la de su padre, la de sus hijas, la de toda la familia y otras familias similares— se completa. Y no se olvida. No se borra.
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